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Las cebollas inundan Berna: así es el curioso festival Zibelemärit de la capital suiza

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Las cebollas inundan Berna: así es el curioso festival Zibelemärit de la capital suiza

Hoy las calles de la ciudad de Berna han amanecido tomadas por una curiosa protagonista, la cebolla, en todas sus formas y colores. Y es que el último jueves de noviembre se celebra en la capital suiza el Zibelemärit, un festival dedicado íntegramente a la cebolla que llena el casco antiguo de una atmósfera -y aroma- muy especial.

El Zibelemärit es uno de los acontecimientos más peculiares de Suiza, una tradición de origen popular que combina folclore, tradición, gastronomía y artesanía. A los suizos les encantan las celebraciones que ponen en valor los productos y costumbres más nacionales, y la gran fiesta de la cebolla es la ocasión perfecta para ensalzar el trabajo del campo en un ambiente prenavideño donde, por supuesto, se come y se bebe muy bien.

Una fiesta muy querida con varios siglos de antigüedad

Como ocurre con tantas fiestas populares, es difícil dar con el origen exacto del Zibelemärit, pero sí se sabe que su tradición se remonta hasta principios del siglo XV. Una de las leyendas cuenta que en 1405 se produjo un incendio catastrófico que destruyó más de 600 viviendas del centro de la ciudad, dejando también muchos fallecidos. Ante la gravedad de la situación acudieron en auxilio muchas poblaciones cercanas, destacando la ayuda que llegó desde Friburgo.

Cebollas y ajos

Sofocadas las llamas, los vecinos del cantón francoparlante colaboraron también en la reconstrucción, y en agradecimiento los berneses les permitieron vender cada otoño su cosecha de cebollas dentro de la ciudad.

También se dice que el origen de esta fiesta estaría simplemente en el mercado específico dedicado a la cebolla que se crearía en algún momento del siglo XV. Parece ser que en el primer mercado urbano de Berna se vendía de todo menos cebollas, así que se terminó estableciendo un lugar de venta concreto para ellas.

Cebollas

Fuera como fuese, en Berna se fijó la costumbre de dedicar una fecha a la cosecha de cebollas y ajos, ya a finales de noviembre, con todo el producto ya recolectado antes de la llegada del invierno. El momento perfecto para llenar bien la despensa de un producto como valorado gastronómicamente, pero fundamental en la cocina.

El gran día de lucimiento de la cebolla, en todas las formas imaginables

Si pensáis que un festival dedicada a la cebolla es aburrido, no conocéis muy bien a los suizos. Quizá no tengan fama de ser el pueblo más fiestero o juerguista del mundo, pero cuando hacen algo, lo hacen bien. Ponen mucho esmero y cariño a sus tradiciones, y saben mimar como nadie el producto local y sus costumbres.

Tampoco les importa madrugar, como puede comprobar todo el que quiera ver amanecer este día contemplando cómo un ejército de cebollas y ajos se apodera del centro de la ciudad. El mercado arranca oficialmente a las 6 de la mañana pero horas antes ya empiezan a levantarse los puestos y las decoraciones que engalanan las calles y la plaza principal.

Agricultores, productores y artesanos visten el centro antiguo con bonitas guirnaldas de cebollas y ajos de colores, con flores y otros productos naturales de la región. Y en los más de 200 puestos que forman ya el Zibelemärit no solo se pueden comprar cebollas de todos los tamaños, formas y colores, también hay coronas, adornos, juguetes, textiles, conservas y todo tipo de objetos artesanales, siempre con la cebolla como protagonista.

No puede faltar la comida y la bebida, con el Glühwein como estrella para entrar en calor, que el frío ya aprieta. Sopa de cebolla, pastel de cebolla, salchichas Bratwurst -sí, con cebolla-, pizza con cebolla, guisos y estofados de cebolla... Por suerte para los menos aficionados a su sabor, no faltan otras especialidades típicas suizas en los puestos callejeros y restaurantes de la zona, ya con los dulces navideños -como Lebkuchen buscando su lugar.

Cebollas

El mercadillo se extiende por las calles principales del casco viejo, y además se celebran diferentes actividades para animar aún más el ambiente. Como una comparsa carnavalera, el Zibelegringe de enmascarados se pasa el día cantando por las calles y tabernas diversas hazañas históricas de la ciudad, y se hace tras el nombramiento del Oberzibelegring, una orquesta acompaña al grupo desfilando al ritmo de la música.

Por la tarde, al caer el sol -es decir, temprano- tiene lugar uno de los actos más concurridos, la lluvia de confeti de colores y martillos de juguete que todo el mundo juega a lanzarse unos a otros, en una especie de batalla festiva, preparando ya la clausura del festival.

Cebollas4

¿Quién hubiera imaginado que la cebolla podría dar tanto de sí? Está claro que con algo de imaginación y ganas de pasarlo bien hasta el producto más humilde puede generar una celebración multitudinaria que atrae a miles de visitantes cada año. Algo me dice que los berneses se declararían del bando de los concebollistas en nuestro interminable debate sobre la tortilla de patatas.

Fotos | Joel Bez - Lisa Stevens


Cuando timar a los turistas no sale gratis: una heladería de Florencia cobra 25 euros por un helado, pero paga una multa de 2.000

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Cuando timar a los turistas no sale gratis: una heladería de Florencia cobra 25 euros por un helado, pero paga una multa de 2.000

En un fenómeno conocido en todo el mundo como “trampa para turistas” y está muy evolucionado en las ciudades con muchos visitantes, como es el caso de Florencia. Su objetivo es claro: cobrar a los turistas precios desorbitados con la seguridad de que, ni van a volver, ni se molestarán en denunciarlo. Pero la técnica tiene consecuencias para la imagen de la ciudad y, desde que las autoridades se lo están tomando en serio, no sale siempre gratis.

Como informa 'La Reppublica' (en una información que se ha hecho viral después de que la compartiera el diario británico 'The Times'), una heladería en Florencia que cobró a un turista taiwanés 25 euros por un cono de helado ha tenido que pagar una multa de 2.000 euros, después de que una inspección policial comprobara que se estaba ocultando a los turistas la verdadera lista de precios.

El turista protestó por el elevado coste del helado, pero acabó pagando, después de que el personal insistiera en que sus helados eran muy caros “porque son sabrosos”. Pero la cosa no quedó ahí (como suele ser habitual). Su guía turístico italiano llamó a la policía, quien impuso la multa después de descubrir que la lista de precios de la tienda estaba oculta a los clientes detrás del mostrador.

“Ocultar los precios es muy común y es un hábito que crea una mala impresión en todo el mundo, dado que los turistas son las principales víctimas”, ha explicado a La Repubblica el oficial de policía Elio Covino.

Florencia

No es el primer escándalo

Florencia batió el año pasado el récord de turistas extranjeros, con la friolera de 14 millones de visitas, y no es la primera vez que Italia se ve inmersa en polémicas por estafas similares. En 2017, un profesor británico aseguró que se había visto obligado a pagar 514 euros por una comida después de que le sirvieran unas ostras que no había pedido y el año pasado cuatro turistas japoneses afirmaron que se les había cobrado 1.100 por una comida, pese a haber pedido solo una botella de vino.

España tampoco es ajena a este tipo de timos. Todos los años se hace viral alguna factura desorbitada, sobre todo en chiringuitos playeros. Una de las más sonadas fue la que le colaron a una pareja de turistas en un restaurante de Formentera, que les clavó 153 euros por un pescado al horno para dos en una comida, por lo demás nada suntuosa, que acabó costando 337,35 euros. El pescado no tenía un precio fijo en la carta, pues era según mercado: 153 euros el kilo, en un pescado que los turistas, aseguran, no pesaba eso ni de broma.

Imágenes | Pexels/Pixabay

Le criticaron por innovar y ahora es el chef más reputado de Marruecos: así ha renovado Moha la cocina marroquí más tradicional

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Le criticaron por innovar y ahora es el chef más reputado de Marruecos: así ha renovado Moha la cocina marroquí más tradicional

A Mohamed Fedal, conocido ya como “el chef Moha”, se le considera el Arzak marroquí por ser el gran renovador de la cocina de Marruecos y abanderado de la nueva cocina de autor. Convertido hoy en toda una celebridad y un modelo a seguir en su país, Moha no lo tuvo fácil cuando empezó a atreverse a innovar con la tradición y se le criticó por ello.

Marruecos no destaca por sus dimensiones pero presenta una variedad de paisajes que lo convierten en un país rico en contrastes, algo que también define su gastronomía. Cada región atesora unos platos e ingredientes típicos que ahora se están unificando y haciendo más accesibles. Moha tenía claro que quería reivindicar la gastronomía nacional haciéndola evolucionar con toques de vanguardia y abriéndola al mundo, pero respetando la tradición.

Un cocinero de formación internacional para reivindicar lo nacional

Mohamed Fedal se formó en la Ecole Hôtelière de Ginebra y empezó a desarrollar su carrera en diversos hoteles suizos y otras cocinas internacionales. Ese contacto directo con los fogones de otras gastronomías le permitió conocer de primera mano el panorama de la alta gastronomía mundial, la cocina de autor, la vanguardia y la creatividad, y pudo aplicar todo lo aprendido al regresar a su país.

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En 1998 abrió su propio restaurante Dar Moha en Marrakech, y gracias a su propuesta se considera que a partir del año siguiente dio comienzo la nueva cocina de autor marroquí. Pero los comienzos no fueron fáciles, ya que Marruecos es un país muy apegado a sus tradiciones y las innovaciones no estaban muy bien vistas. Al menos, así fue durante los primeros años.

Quería dar a conocer la rica cocina marroquí haciéndola llegar a todo el mundo, dentro y fuera de las fronteras del país. Así lo ha contado durante la presentación en Madrid -donde tuvo su propio restaurante hace unos años- de la campaña de turismo por Marruecos, de la que es embajador y máximo representante de su gastronomía.

Para esa renovación, comenzó a trabajar con productos e ingredientes totalmente ajenos hasta ese momento, como el cordero lechal español, el foie o el salmón. Sin pretender nunca romper con la esencia que define la cultura culinaria de su país, Moha tenía claro que había que adaptar un poco la cocina tradicional para atraer y conquistar al paladar extranjero.

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Así fue rebajando la potencia de las especias y reduciendo el tamaño de los platos y raciones, habitualmente de grandes dimensiones en los hogares. Impulsó el modelo de las tapas y pequeños bocados, transformando las enormes pastelas en platos más reducidos y fáciles de comer y compartir, y añadiendo nuevos ingredientes.

Los primeros años de Dar Moha fueron complicados ya que sus innovaciones no fueron muy bien recibidas, pero el chef no solo quería atraer al turista extranjero: había que conquistar también al propio marroquí.

Una gastronomía mucho más accesible y abierta gracias a los avances del país

Aunque fuera tenemos una idea aproximada de cómo es la cocina de Marruecos y son célebres algunos platos -tajines, cuscús, pastelas-, lo cierto es que no se cocina ni se come igual en todo su territorio. Cada región destaca por ingredientes, técnicas y recetas diferentes al resto de la nación, a pesar de compartir una base común.

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Los sabores del país se han visto influenciados por el contacto de muchas civilizaciones distintas a lo largo de los siglos, con la gran huella de la cultura bereber. El paisaje y las formas de vida de cada zona también determinan la forma de cocina; por ejemplo, con la presencia andaluza y los pescados del norte, la herencia imperial refinada de Fez o el legado romano en ciertas ciudades del interior.

Algunos ingredientes tan típicos como el aceite de argán, fundamental en la cocina del sur del país, era casi imposible de encontrar en otras regiones hasta hace pocos años. Pero gracias al desarrollo de las comunicaciones el país se ha unificado, conectando todos los rincones, acercando también la cocina propia a toda la población.

El chef Moha ayudó a dar a conocer la gastronomía local entre sus compatriotas aprovechando el tirón mediático de la televisión. Hoy es jurado de la versión marroquí de Masterchef, todo un éxito, pero anteriormente ya fue ganándose el reconocimiento popular con un programa en el que recorría los rincones del país en busca de los platos más tradicionales, presentando su propia versión actualizada de los mismos.

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"El marroquí es curioso por naturaleza y le gusta probar y descubrir nuevos sabores". Y hoy la gastronomía también se ha democratizado, gracias al crecimiento de las clases medias, que disfrutan viajando y comiendo fuera. Aunque los platos típicos se siguen tomando en casa y se prefiere la cocina internacional en los restaurantes, la clientela de Dar Moha es una excepción: reciben hasta un 35% de comensales marroquíes.

Moha ha conseguido en pocos años renovar la cocina marroquí reivindicando la capacidad de innovación con una apertura internacional que no renuncia a su identidad propia. Nuevas generaciones de cocineros siguen su estela, muchos formándose con el chef, sin miedo ya a introducir nuevos sabores e ideas que no buscan romper, sino enriquecer la oferta gastronómica, y compartirla con el resto del mundo.

Mucho más que tajines y cuscús

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¿Qué platos típicos de Marruecos destacaría el chef? A preguntarle por recetas tradicionales aún poco conocidas fuera de sus fronteras, Moha ha querido destacar tres elaboraciones que merece la pena probar, más allá de los típicos tajines y todas las variantes de cuscús:

  • Seffa: a base de fideos finos que recuerdan a la fideuá, puede ser dulce o salado, normalmente ocultando carne en su interior y muy aromatizado con especias y frutos secos.
  • Makfoul: tajine de cordero o ternera y verduras, aromatizada con canela y enriquecida frecuentemente con frutos y frutas secas.
  • Tangia: especialidad de Marrakech que tiene la particularidad de ser uno de los únicos platos que elaboran casi exclusivamente los hombres, y que se cocina y sirve en una olla alta con forma de jarra grande.
  • Ensaladas: se cree que hay más de un centenar de recetas de ensladas diferentes tradicionales por todo el país, aunque en los restaurantes se preparan apenas una docena de ellas.
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Tampoco se pueden olvidar los dulces y los panes planos, un festival para golosos y el acompañamiento perfecto del típico té moruno de menta, servido siempre caliente. Msemen (especie de crêpes rectangulares formados a base de doblar la masa como un pañuelo), beghrir (a modo de tortitas esponjosas con muchos agujeros servidas con mantequilla y miel) o la harcha de sémola son muy populares en desayunos y meriendas.

Además, desde la Oficina de Turismo de Marruecos destacan el país como productor vinícola, a pesar de que el islam prohíbe el consumo de alcohol. Cuenta actualmente con tres Denominaciones de Origen y unas ocho mil hectáreas de viñedos dedicadas casi exclusivamente a la exportación.

Gastroguía de Córdoba: qué comer en la ciudad de los califas (y qué restaurantes no debes perderte)

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Gastroguía de Córdoba: qué comer en la ciudad de los califas (y qué restaurantes no debes perderte)

Heredera de una tradición gastronómica intercultural, Córdoba, archiconocida por monumentos como la Mezquita-Catedral, o popularizada por sus particulares Patios, es también una ciudad en la que la buena cocina tiene un gran protagonismo.

Marcada por su pasado como capital del califato omeya, pero también por el paso del Guadalquivir en la ciudad, siendo un relevante cruce de caminos desde la época romana, Córdoba se ha convertido gracias a su impresionante legado en una ciudad en la que cordobeses y turistas disfrutan en armonía, incluso a la hora de sentarse a la mesa.

Calles de Cordoba

Los 5 platos más típicos de la gastronomía cordobesa

Haber servido de crisol cultural durante siglos ha permitido que diversas herencias culinarias se plasmen en la cocina cordobesa, donde encontramos honorables menciones a los estofados, a los productos de la huerta y a las frituras, muy relevantes en un territorio donde se siente predilección por el aceite de oliva de calidad.

Aunque los guiños a la cultura mozárabe en la actual tradición culinaria no son abundantes, aunque hay excepciones, la realidad es que existen varios platos que son referentes de lo cordobés a nivel nacional y que casi todos tenemos bien identificados.

1.Salmorejo cordobés

Salmorejo cordobés

Tomate, ajo, pan, aceite y sal son los cinco elementos sobre los que se articula esta crema fría, que no debe ser ni muy espesa ni muy líquida, y que constituye uno de los platos por antonomasia de la cocina cordobesa.

Popular en verano, aunque no por ello no consumido en invierno, el tomate del salmorejo exige un punto de madurez alto, un aceite de calidad, un pan de miga densa (como el de telera, propio de la ciudad) y una dosis equilibrada de ajo, mejor si es de Montalbán. Su relevancia es tal que incluso existe una Cofradía Gastronómica del Salmorejo Cordobés.

2. Flamenquín

El rey de la fritura cordobesa, perfecto para picotear pero también para convertirlo en plato principal. Caracterizado por su forma enrollada, el flamenquín es otra de las bases sobre la que se asienta la cocina de la ciudad. Su etimología, según el argumentario popular, procede de su color dorado, que se asemeja a los soldados flamencos que acompañaban a Carlos I cuando llegó a España.

Consideraciones históricas aparte, el flamenquín seduce por igual al turista y al cordobés, que se queda prendado de este rulo de carne –generalmente de cerdo-, que se rellena de jamón y tocino, para luego empanarse y freírse. En la mesa conviene cortarlo al bies, para que así el relleno no se desmonte con facilidad.

3. Rabo de toro a la cordobesa

Rabo de toro guisado a la manera tradicional cordobesa

La tradición taurina de la ciudad ha servido de germen para que en multitud de locales y casas esta receta sea una de las mejores embajadoras de Córdoba. Se caracteriza por su melosidad, producida por las largas horas de cocción, siendo preferible cocinarlo de víspera para que los sabores se asienten. Además, la parte alcohólica que se añade debe ser vino de Montilla-Moriles, el gran referente enológico de la región, para que la preparación sea lo más ortodoxa posible.

El resultado es uno de esos platos en los que es difícil resistirse a acompañar de buen pan y mucha patata frita. Como en el caso del salmorejo, la importancia de este plato es tal que también tiene una ‘asociación’, en este caso la Cofradía Gastronómica del Rabo de Toro Cordobés.

4. Berenjenas fritas con miel de caña

Difícil es encontrar un bar o restaurante en cuya barra no se encuentren las berenjenas fritas. Sutilmente rebozadas por una masa ligera, la berenjena es una de las reinas del tapeo cordobés, existiendo varias versiones de esta receta: ya sea cortada en bastones, en tacos o en rodajas. No existe quórum en la forma de consumirlas, igual que no existe tampoco a la hora de buscarle acompañamiento, siendo lo tradicional hacerlo con miel de caña.

Esta melaza, que procede del pueblo malagueño de Frigiliana, es el condimento más purista de la berenjena frita pero también se encuentran opciones como la miel de flores o incluso el salmorejo.

5. Pastel cordobés

También llamado pastelón, este dulce es propio del mes de noviembre, cuando se consume en honor a los patrones de la ciudad. En la actualidad no es difícil encontrarlo en numerosas pastelerías y confiterías. Consiste en un hojaldre que se rellena de cabello de ángel de cidra (y en ocasiones también con jamón), que se espolvorea en su exterior con azúcar glass tras ser horneado, ofreciendo una textura crujiente y sutil en cada mordisco.

Generalmente son de gran tamaño, pudiendo sacar de ellos entre 10 y 12 raciones, aunque existen versiones más pequeñas, en formato individual, que se llaman 'manoletes', en honor al famoso torero y gran aficionado a este postre.

Calles y patios de Cordoba

Bares de raciones y tapas

El tapeo está a la orden del día en la ciudad, encontrando numerosos ejemplos de locales clásicos pero también de nuevas propuestas en las que la barra se convierte en gran protagonista. Frecuentes en ellos serán la presencia de las berenjenas y de los flamenquines, pero no suelen faltar otras recetas como la japuta en adobo, los boquerones en vinagre, las alcachofas a la montillana y muchas frituras.

Dos son las principales zonas en las que salir a los bares y tabernas de Córdoba: la Judería y la Plaza de las Tendillas, consideradas el epicentro gastronómico de la ciudad, aunque en nuestra ruta también te sacaremos de los lugares más comunes para que conozcas una Córdoba diferente.

Taberna Luque

Aquí confraterniza el foráneo y el cordobés, en torno a una gran barra que se llena en los aperitivos y fines de semana con motiva. Su trinidad de salmorejo, rabo y flamenquín es conocida en la ciudad pero no se debe dejar de lado la plancha desde la que se cocinan mariscos y pescados. Todo ello debidamente regado con vino de la tierra y muy, muy cerca de la Mezquita – Catedral.

Calle Blanco Belmonte, 4

Taberna El Abanico

Taberna El Abanico © Taberna El Abanico.

Guirnaldas y coloridas flores dan la bienvenida a esta taberna pequeñita en la que repasar también el podio de los tres grandes platos de la ciudad. Buena fama aquí tiene también las berenjenas fritas, el perol cordobés y las croquetas –en especial la de rabo de toro-, por lo que podrás descubrir con facilidad los estandartes culinarios de la ciudad en su barra.

Calle Velázquez Bosco, 7

Taberna Góngora

Sencillez y tradición se citan en este local familiar, asequible pero donde también se esconde una impresionante bodega con la que se podría perder la cabeza. En su carta se encuentra también la citada trilogía del tapeo cordobés pero aquí el peregrinar se realiza en busca de sus boquerones al limón, de los más famosos de la ciudad, por lo que no conviene dejar de pasar por la Taberna Góngora.

Calle Condes de Torre Cabrera, 4

Casa El Pisto

Desde 1880 llevan batiéndose el cobre gastronómico en esta centenaria barra, en la que lleva dándose cita la sociedad cordobesa y en especial la taurina durante generaciones. El nombre propio del local en la cocina es el del pisto, al que se corona con huevo. Mención especial merecen también sus frituras de pescaditos del día o los guisos de carne, como puede ser el magro con tomate, el venado en salsa o el sempiterno rabo de toro.

Plaza de San Miguel, 1

Taberna Casa Salinas

Japuta, ajoblanco o naranjas picás con bacalao son sólo una muestra de la cocina tradicional que se sirve sobre esta añeja barra. Allí también están los cinco grandes platos de la gastronomía cordobesa, dispuestos para servirse en tapas y raciones, en los que también se suceden platos de cuchara como el guiso de manitas o unas soberbias habitas con rabo.

Calle de Tundidores, 3

Patios de Cordoba

Restaurantes donde comer bien y barato

Córdoba también es un ejemplo de convivencia gastronómica entre los nuevos y los viejos tiempos, y en estos restaurantes, sin dejarte una fortuna, puedes conocer de lo mejorcito de la ciudad a través del plato.

El churrasco

Su rabo de toro tiene justa fama de ser uno de los mejores de la ciudad, por lo que siempre es una opción a tener en cuenta si uno quiere asegurar el disparo. Además cuenta con una buena selección de carnes y pescados, incluso una peculiaridad, relativamente rara, como es el gazpacho de piñones con manzanas y pasas, que también se degusta en la barra y es realmente sorprendente.

Calle Romero, 16

Taberna La Montillana

Más de 70 años lleva abierta esta taberna, sólo que en los últimos años ha llevado a cabo un lifting, tanto estético como culinario, que le ha dado nuevos aires. Sigue habiendo recetario clásico, que se enarbola en cinco o seis platos, pero también algunos guiños y elaboraciones más internacionales con los que reverdecer los laureles del producto cordobés, como el cerdo ibérico, los cortes de vaca del Valle de los Pedroches o las verduras locales. Mención especial merece el rabo de toro al oloroso, acompañado de una crema de hortalizas naranjas que tiene justa fama.

Calle San Álvaro, 5

Cocina 33

Rompiendo con los tópicos gastronómicos de la zona, Cocina 33 enarbola una propuesta viajera en un ambiente muy distendido, del que son responsables David Carrillo y Gloria Santiago, que han conquistado al público cordobés que quiere salir de la rutina culinaria. La carta está repleta de toques de fusión en la que preparaciones orientales como las gyozas o las setas thai conviven con el risotto de rabo de toro (un imprescindible) o el atún asado en costra de sésamo negro.

Paseo de la Ribera, 24

Taberna San Cristóbal

Rabo De Toro En Taberna San Cristobal © Taberna San Cristóbal

De lo moderno pasamos de nuevo al purismo gastronómico, en un restaurante al que podríamos catalogar “de toda la vida”, en el que la fritura acompaña a los clásicos cordobeses, entre los que tienen gran fama los caracoles –siempre que sea temporada- y una amplísima carta de carnes entre corderos, terneras y cerdo ibérico, perfectos para acertar con la comanda en cualquier momento del año.

Calle Rodolfo Gil, 4

Alcazar de los Reyes Cristianos en Cordoba, Andalucia, España

Restaurantes de precio alto

Estrellas Michelin con ascendente histórico, promesas de la nueva cocina cordobesa y alguna referencia histórica colman el podio de los restaurantes ‘caros’ de la ciudad, aunque como siempre, el valorar un menú siempre acaba siendo relativo.

Bodegas Campos

Con más de un siglo de historia (abrieron en 1908), Bodegas Campos es un restaurante fundamental para entender la cocina cordobesa. En sus salas, muchas de ellas adornadas con barricas de vino, firmadas por un sinfín de personalidades, se degustan algunos básicos de gastronomía local como el rabo de toro, el salmorejo o los flamenquines. Además, se acompañan de algunas recetas más contemporáneas con las que seducir a todos los públicos sin dejarse una fortuna, ya que una comanda estándar puede oscilar entre los 35 y 40 euros por persona.

Calle Lineros, 32

Noor

La gran estrella (Michelin) de la ciudad está comandada por el chef Paco Morales, que en apenas una década se ha convertido en el referente de la cocina andalusí de la ciudad. Haciendo una intensa recopilación gastronómica de recetas centenarias, el chef traduce al siglo XXI numerosas preparaciones casi perdidas en el tiempo. El resultado es una cocina de autor en la que los sabores de antaño sumergen al comensal en un viaje a través de la historia. Todo ello en un ambiente único, con un comedor moderno y luminoso en el que también abundan los guiños a épocas pretéritas. Los precios de las propuestas, disponibles en tres menús degustación, oscilan entre los 95 y los 170 euros, sin incluir maridajes.

Calle Pablo Ruiz Picasso, 8

ReComiendo

Periko García es otro de los artífices de la renovación gastronómica cordobesa. Ejemplo de alta cocina pero con los pies en la tierra, el chef ofrece dos menús degustación en este coqueto local (con maridajes opcionales) bastante ajustados de precio –entre 38 y 48 euros por menú- en lo que él denomina “cocina de recuerdos”. Una opción culinaria que acaricia las estrellas (incluidas las de la guía gala) y que es un fundamental en las rutas gourmet de la capital califal.

Calle del Mirto, 7

La Casa de Manolete Bistró

Dos son los espacios gastronómicos que se han abierto recientemente en la que fuera la casa del célebre matador de toros: A flor de piel y La Casa de Manolete Bistró, cuyas propuestas culinarias están desarrolladas por el chef Juanjo Ruiz. En la Casa de Manolete, el chef cordobés revitaliza el recetario clásico pero sin perder el norte. Un ejemplo es el salmorejo –una de las especialidades del chef- contemporáneo con esturión de Río Frío ahumado y caviar de espárragos blancos o una referencia como el paté de perdiz escabechada. La carta además sufre variaciones diarias y puede ser más o menos asequible en función de la comanda, pero suele ofrecer un ticket medio entre los 30 y 40 euros.

Avenida de Cervantes, s/n

El Envero

En menos de 10 años El Envero se ha convertido en uno de los fundamentales de la nueva mesa cordobesa. A los mandos de la cocina ahora está la chef Zahira Ortega, que ha ‘heredado’ el cargo de Antonio López (ahora en Tellus), para seguir cosechando éxitos. Imprescindible es la mazamorra, así como la croqueta fluida, que ya son sellos de la casa. A su vera no conviene dejar pasar al tiradito de presa ibérica o el tartar de gambas con gazpacho de cereza. Apuestas a caballo ganador que además se consolidan con una importante bodega, redondeando así una experiencia cercana a la matrícula de honor cuyo ticket medio se mueve en rangos de entre 30 y 50 euros.

Calle de Teruel, 21

Plaza de la Corredera, Cordoba, Andalucia, Espana

Desayuno y brunch en Córdoba

En todo Córdoba abundan las cafeterías en las que comenzar el día, generalmente a base de tostadas con pan y aceite, aunque también encontrarás otras opciones. Un ejemplo de ello son los jeringos, que podrían pasar por churros, y que comparten con estos la forma de preparación y el hecho de ser fritos, aunque la versión cordobesa es más gruesa y lleva levadura. Resuelto este enigma gastronómico, lo mejor es que busquemos un par de referencias con las que llenar la tripa de buena mañana en la capital califal.

Café Niza

Desde 1964 lleva dando desayunos esta cafetería popular, una auténtica institución en la ciudad, en la que evidentemente se sirven jeringos por la mañana y durante las meriendas. Además se suelen acompañar de chocolate, por lo que es una buena parada a media tarde. También elaboran su propio pan, de masa madre, por lo que es una buena opción para los que quieran una alternativa diferente.

Calle de Antonio Maura, 43

Maddow Coffee Shop

Tartas caseras de estilo internacional como la de zanahoria o la red velvet coexisten con clásicas tostadas en este moderno local, en el que también ganan protagonismo los zumos recién hechos de diferentes frutas. Ubicado en la Juderia, esta cafetería contemporánea supone un buen contrapunto para los que quieran apostar por un desayuno de toques más sofisticados dentro de la ciudad.

Calle Cardenal González, 44

Imágenes | Pixabay/David Mark/Javier Álamo/Kepa Martínez/Waldo Miguez.

Las 17 mejores terrazas para ir de tapas por Madrid este verano 2019

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Las 17 mejores terrazas para ir de tapas por Madrid este verano 2019

El verano no da tregua en la capital y madrileños y turistas no se resisten a los encantos gastronómicos de la ciudad. Una mesa, algunas sillas y la oportunidad de picotear algo se convierte en el plan predilecto de muchos para disfrutar del buen tiempo al aire libre y en buena compañía.

Desde los áticos de los hoteles más imponentes hasta discretos patios, pasando por restaurantes de moda o cafeterías imperecederas. De la croqueta al carpaccio, sin dejar atrás la pizza, la ensaladilla rusa, los torreznos o los ceviches y los tacos. Todo cabe en la mesa de Madrid, el tapeo es la mejor forma de descubrirlo y hoy te desvelamos dónde acertar con la elección.

Terrazas en altura

El cielo de Madrid como telón de fondo sirve a algunas de las terrazas más icónicas de la ciudad. Podemos estar hablando de ejemplos de gran hotelería o de centros comerciales en los que la gastronomía ocupa un papel fundamental. E incluso referirnos a algunos de los parques más famosos de Madrid. Sea como sea, con una buena vista, cualquier plato sabe mejor.

Picalagartos Sky Bar

Sky Bar Picalagartos

En apenas un par de años, la octava y novena planta del hotel NH Collection Gran Vía se ha convertido en uno de los referentes 'celestiales' de Madrid. Allí se puede disfrutar por igual de una copa -o de un cóctel- que de una carta de picoteo en la que las referencias culinarias castizas son las protagonistas, aunque con un toque de reinvención. No esperes ortodoxia en las formas pero sí en los sabores, que el chef Manuel Berganza se ha encargado de equilibrar para que Picalagartos sepa a Madrid.

Fundamental es su tortilla de patatas guisada con boletus, la sardina ahumada en tosta y la ensaladilla rusa con mahonesa de ventresca de atún. Todo ello en pleno epicentro de Gran Vía, enfrente del Edificio Telefónica, y con buena parte de Madrid a tus pies.

Calle Gran Vía, 21. Dentro del hotel NH Collection Gran Vía

Doña Luz

Terraza de Doña Luz, en Madrid

Céntrica, con vistas a la Puerta del Sol, y con un horario muy amplio, Doña Luz ofrece una cocina viajera en la que los guiños latinoamericanos son los protagonistas. Ejemplo de ello son el guacamole con jalapeños, el falso ceviche de pulpo y langostino o los tacos de bogavante. Sabores más europeos comparten mesa, como pueden ser las croquetas de cecina o la tabla de quesos, en la que coexisten productos franceses, italianos y españoles.

Además, a la hora de maridar, toques refrescantes encajan en una coctelería a base de clásicos como la caipirinha, el daiquiri o el bloody mary. Junto a ellos, una carta de vinos bien representada y saliéndose de los esquemas más puristas pone sabor a las copas de los que buscan buenos caldos.

Calle de Montera, 10-12. Dentro de B&B Hotel Puerta del Sol.

Ático 11

En el último piso del hotel Iberostar Las Letras Gran Vía se encuentra esta coqueta terraza, abierta desde las seis de la tarde hasta las dos de la madrugada, en la que coexisten los cócteles, la música y un ambiente chill out en buena armonía con una propuesta de picoteo desenfadado.

Así conviven bajo la influencia del dj una propuesta de corte internacional, fresca y bastante ligera, que tiene por grandes exponentes los tartares (de buey y de atún) pero también algunas recetas más madrileñas como la ensaladilla rusa -que se adereza con huevas de trucha- o el curioso asadillo de berenjenas con piñones.

Calle de Gran Vía, 11. Dentro del hotel Iberostar Las Letras Gran Vía

Picos Pardos Sky Lounge

La azotea del Bless Hotel Madrid, uno de los últimos referentes del lujo en abrir sus puertas en la ciudad, estrena su primer verano con ganas de dar guerra gastronómica. El motivo está en el 'firmante' de todas las propuestas gastronómicas del complejo, el estelar Martín Berasategui.

En ella no faltan los guiños internacionales, que van desde pokés y ceviches a toques más patrios como la croqueta o el salmorejo (que tienen un toque moderno al que se le añade un tataki de barriga de atún). Para bolsillos pudientes se recomienda la carta de caviares y como propuesta curiosa, la carbonara de atún rojo o la ensaladilla rusa de bogavante con regañás. Nota especial merecen los anticuchos de ave de corral con mojo y papa y la amplia variedad de ensaladas y hortalizas en crudo que la carta oferta. Muy práctica si lo que se busca es mantener la silueta sin renunciar al sabor.

Calle de Velázquez, 62. Dentro de Bless Hotel Madrid

Salón Cascabel

Todo lo que toca gastronómicamente el chef mexicano Roberto Ruiz, responsable del estrella Michelin Punto MX, se convierte en oro. Este es el caso de esta terraza, ubicada dentro de la zona Gourmet Experience de El Corte Inglés de Serrano, desde la que irradiar un mensaje iberomex al mundo en forma de antojería.

Considerado el restaurante de 'picoteo' del chef, Salón Cascabel tiene como bandera los sabores fusión de ambas orillas del Atlántico. Imprescindible es su guacamole, así como el aguachile verde de langostinos. Peculiar y distinto es el Fish’n taco, a base de bacalao, o la coca mexicana, que también merece el atrevimiento de pedirla. Para maridar todo, tragos venidos del otro lado del 'charco' como mezcales y tequilas, perfectos para completar la experiencia.

Calle de Serrano, 52. En la séptima planta de El Corte Inglés

Terrazas a pie de calle

Siempre dispuestas a alegrar el día, accesibles y cercanas, las terrazas que se erigen en parques, calles o patios interiores tienen ese alma especial, que nos permiten acompañar cada bocado del caminar de los transeúntes, compartiendo un trozo de Madrid entre conversaciones y tragos.

Arzábal Museo Reina Sofía

Bien asentada en las puertas del Museo Reina Sofía, Álvaro Castellanos e Iván Morales, ‘cabecillas’ de Arzábal, llevan unos cuantos años reivindicando este espacio, en el que el champán, las copas y la buena mesa se dan cita. En su carta encontramos picoteos ligeros que van desde las conservas de Espinaler y Ramón Franco, como los berberechos o los mejillones, a embutidos nacionales e internacionales, como la secallona, la cecina o el guanciale.

De cocina pero también idóneos para compartir son las gambas al ajillo, la cazuelita de callos o las croquetas, marca de la casa, con jamón ibérico y leche de oveja latxa.

Calle de Santa Isabel, 35. Acceso desde la Plaza del Emperador Carlos V.

Ramses.Life

De epicentro hedonista de champán y música a referencia gourmet. Así ha cambiado Ramses dentro del panorama madrileño, en el que lleva más de una década como bastión para bon vivants. Ahora su oferta gastronómica se ha dinamizado a cargo de Arzak Instructions, que ha dado un lavado de cara a la propuesta en todos los espacios, incluyendo la terraza. En ella abundan los guiños al picoteo de alto nivel, como pueden ser el jamón ibérico Joselito o las ostras.

En la fase caliente no conviene pasar por alto las croquetas de carabineros, el pulpo a la brasa o las mollejas fritas. Si sois varios, quizás para compartir alma carnívora sea conveniente dejarse seducir por el lomo alto de rubia gallega. Todo ello sin perder la esencia dinámica y festiva de Ramses, cuya terraza acondicionada permite disfrutar por igual en verano y en invierno.

Plaza de la Independencia, 1.

Martinete

Terraza del restaurante Martinete

Nos bajamos de los áticos y descubrimos placeres a pie de calle, en este caso en el barrio de Salamanca. Abierta durante todo el año pero acondicionada en invierno, la terraza de Martinete es una tentación durante las comidas y las cenas para los que buscan un punto culinario internacional en el que el producto no se deja de lado.

Las alcachofas con romesco y sus langostinos en tempura son perfectos para compartir, igual que los chipirones salteados o las berenjenas fritas. Además, en los principales hay también sugerencias que se prestan bien a ser divididos dentro de la mesa, como pueden ser el tataki de lomo alto de vaca o la presa ibérica ahumada.

Plaza del Marqués de Salamanca, 9.

La Terraza de Florida Retiro

En el recinto que Florida Retiro ocupa siempre hay tiempo para disfrutar del aire libre. Es el caso de la Terraza (no confundir con La Galería o el Pabellón). Rodeada de vegetación por los árboles del parque, esta terraza, abierta de miércoles a domingo, presenta una carta internacional nonstop en la que el sushi es gran protagonista.

Sin embargo, no deja de lado una selección de ostras Amélie con dos aderezos distintos. Mención especial merece también el saam de atún con camarón o las tajadas de merluza con cilantro y mojo verde.

Paseo de la República de Panamá, 1. Dentro del Parque del Retiro.

Rib Casa de la Carnicería

El restaurante del hotel Pestana Plaza Mayor, una de las últimas incorporaciones al panorama hotelero de Madrid, presume de carnes y de una magnífica terraza interior, utilizable todo el año, en uno de los edificios más emblemáticos de la capital. De fuerte inspiración clásica, tanto por parte del solado de estilo portugués y por la estética de jardín urbano, ofrece al visitante un remanso de paz a espaldas de la Plaza Mayor.

Aunque su carta es breve y está más destinada al perfil del restaurante, son varios los platos que merecen el rango de 'compartibles' y con los que abrir boca en el corazón de la capital. De perfil clasicista son las croquetas de cecina y las empanadas criollas, que se rellenan de rabo de toro, aunando reminiscencias argentinas a un clásico de la cocina española. En el mismo sentido para presidir el centro de la mesa, opciones como el chuletón de tomate rosa o el tuétano y gambón, un suculento tartar en el que mar y montaña se juntan.

Calle Imperial, 8.

Mama Campo

Lo ecológico no está reñido con lo económico, a pesar de lo que muchas veces se sospecha. Este mercado/terraza/cantina es un ejemplo de ello en pleno Chamberí, donde además apostar por una cocina saludable con la que salir de la rutina. Buen ejemplo de ello son sus bravas, “amilhojadas” con salsa brava, o el picadillo de aguacate y ahumados.

Tampoco faltan otros guiños castizos, como los calamares “casi” a la andaluza, que mantienen el toque crujiente exterior con la jugosidad del animal. Buena pareja de ello son también los mejillones en salsa roja, la cual es un secreto guardado celosamente por los cocineros.

Calle de Trafalgar, 22.

Bosco de Lobos

Alojada en el COAM (Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid) se encuentra esta refrescante terraza, encabezada por una propuesta gastronómica de corte italiano pero que tiene en el picoteo otro de sus grandes alicientes, sobre todo si quieres encontrar un espacio al aire libre en ese exiguo límite que marcan Malasaña y Chueca. Originales son las croquetas de berenjena, parmesano y tomate seco, fundamentales las aceitunas sicilianas marinadas con cítricos y muy transalpina la mezcla de bresaola, apio y limón.

Aunque la carta se extiende también hacia los principales, la oferta pizzera merece una mención especial por ser muy fácil de compartir, donde destacan la de trufa negra y yema o la coca de salmón, queso y eneldo. Otra de sus virtudes es su amplitud de horarios, abriendo todos los días desde mediodía, por lo que cualquier momento es ideal para hacer un alto allí.

Calle de Hortaleza, 63

La Tita Rivera

Otra de las terrazas que pasan desapercibidas en el centro del Madrid, camuflada por su entrada, muy cerca de la calle Fuencarral. Es conveniente atreverse a dar un paso más allá de la puerta para descubrir una suerte de patio, muy concurrido durante el verano, en el que madrileños y turistas encuentran cobijo y un picoteo con ciertos aires gallegos pero vestidos con un traje bastante moderno.

Icónico de aquí son los casis, una reinaterpretación del bollo preñao, que se presenta en carta con varios rellenos. Especial éxito tienen el de pulpo a feira y el Roxa do Maruxa (lomo de cerdo con queso cabrales), aunque hay otras opciones como son el de callos o el de calamares. Como curiosidad para los que quieran salir del vino o la cerveza, en La Tita Rivera se trabajan otros tragos como sidras de sabores, para aquellos que prefieran variar.

Calle de Pérez Galdós, 4.

Viva Madrid

Quizás la terraza de Viva Madrid no sea la más espectacular ni sea la más grande, pero se come excepcionalmente bien en ella. El proyecto, encabezado como taberna inusual por el bartender Diego Cabrera, se ha consolidado gastronómicamente con el diseño de carta que ha realizado el chef Estanis Carenzo, conocido por su trabajo en Sudestada.

Aquí priman conceptos patrios, como la croqueta de carrillera o una melosa ensaladilla rusa con ventresca de atún. No deben dejarse atrás las gildas, que maridan a la perfección con los vermuts que Cabrera aquí atesora, ni los torreznos de lechón. Aunque el gran protagonismo del picoteo aquí lo ejerce el 'pepito de Dieguito', un sutil bocadillo que combina un meloso filete de vaca con la panceta ahumada del cerdo.

Calle de Manuel Fernández y González, 7.

Café Comercial

De nuevo nos 'sumergimos' en el asfalto para reivindicar los clásicos. En este caso le toca a un establecimiento centenario, que ha sido testigo de la historia a través de sus ventanales y de las mesas que, de manera sempiterna, se disponen en su puerta para ver a Madrid en marcha.

En ese perfil de 'madrileñismo' entran los mejillones tigre o la renovación de las bravas, que aquí se sirven con alioli de madroño. No conviene tampoco saltarse las albóndigas de vaca vieja, ni la berenjena asada, ni el fresco toque de la sardina ahumada y encurtida sobre tomate raff.

Glorieta de Bilbao, 7

Carbón Negro

Del tradicionalismo pasamos a la vanguardia pero con un mismo leitmotiv: comer bien. Erigido en poco tiempo como uno de los mejores restaurantes de brasa y parrilla de Madrid, este enorme local también ha dispuesto su terraza, en la que se puede disfrutar de una carta para degustar al aire libre.

Buena forma de comenzar son los buñuelos de queso idiazábal o las croquetas de txangurro, que pueden acompañarse en términos vegetales con las yemas de espárrago en vinagreta o las habitas con jamón. En lo cárnico, aciertos seguros son las apuestas por el jamón Joselito o la txistorra navarra de Arbizu, que se fragua entre la brasa, que se puede equilibrar en frescor con el salpicón de marisco o la ensaladilla rusa.

Calle de Juan Bravo, 37

Los Galayos

Amplia, extendida sobre la Plaza Mayor y sobre la calle Botoneras, y con el casticismo por bandera, la terraza de Los Galayos es el equilibrio perfecto entre comer muy bien y disfrutar del Madrid más histórico. Más de 100 años de historia se citan sobre sus puertas y dinteles, repletos de estilo clásico en su interior, trasladando al cliente al estilo más purista del asador castellano.

Sin embargo, su carta cuenta con guiños a la modernidad, en especial la de tapeo. Ejemplo de ello son los langostinos Villaroy con queso brie o los trigueros ligeramente empanados. Esto no implica que los sabores más patrios, que tienen al producto por bandera, no tengan protagonismo. La trinidad de croqueta, torrezno y buñuelo funciona a la perfección, aunque sus gambas, ya sean al ajillo o a la plancha, llevan al paladar del comensal a otro nivel.

Calle de Botoneras, 5.

Imágenes | Pixabay/Picalagartos/Doña Luz/ Martinete

Asturias o el Principado de los 40 quesos: así es la ruta del destino soñado para los muy queseros

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Asturias o el Principado de los 40 quesos: así es la ruta del destino soñado para los muy queseros

Tapizada por el verdor de los prados, salpicada de poderosos ríos, gobernada por las espléndidas alturas de los Picos de Europa y abrazada por el mar Cantábrico, Asturias se ha ganado por méritos propios el apelativo de "paraíso natural". Un paraíso que no sólo atrapa al viajero por su belleza y por la variedad de sus paisajes, sino que también lo conquista desde la mesa, donde la hospitalidad y el producto son los valores sobre los que se asienta una forma de entender la vida que se vertebra en torno a la cocina y a la generosidad.

De los guisos de montaña a los platos marineros, pasando por las recetas de la llanura, la gastronomía asturiana presume de tener en tan breve terreno una oferta culinaria de postín que todos identificamos en torno a la materia prima y cuyas banderas nos sabemos casi de carrerilla.

Reina la fabada, con su suculento compango ahumado, pero no se quedan atrás las fabes con almejas ni el arroz con pitu de caleya. Importantísimas son las cebollas rellenas, los tortos de maíz, los bollos preñaos, el pixín y los oricios, el pote asturiano, las carnes de ternera autóctona como la casina o sus ilustres postres, como las casadielles, el arroz con leche o los carbayones. Y, junto a todo ello, nuestros protagonistas de hoy: sus quesos, que presumen de variedad, calidad y fama, fuera y dentro de las fronteras asturianas, en las que hay más de cincuenta queserías artesanas.

Pastor Picos De Europa Un pastor con su rebaño en la majada de Belbín, en Picos de Europa. © Juanjo Arrojo

Aunque el gran protagonismo de la región está en los quesos de vaca, siendo la protagonista en el 65% de los quesos, aunque hay variedades que se producen con leches de oveja o cabra, e incluso con mezcla, por lo que la panoplia quesera está a la orden del día en la región. De todos ellos seguramente la gran fama corresponda a los azules, los que más identificados tenemos con el terruño, pero en nuestro viaje de hoy comprobarás que hay una Asturias quesera aún más amplia.

Quesos con 'sello'

Con el perfil de los Picos de Europa como testigo pero también como hogar para los ganados que aquí pacen, algunos de los más importantes quesos de la región se fraguan aquí, encontrando en la zona oriental de Asturias la mayor parte de referencias queseras del Principado, incluyendo las más relevantes a nivel de denominación de origen o indicaciones geográficas protegidas.

Cabrales

Elaboracion De Queso Cabrales Maduración en cueva de queso cabrales ©Turismo Asturias

Si existe un trono de los quesos azules patrios, el rey indiscutible de ellos es el cabrales, capaz de mirar de tú a tú a los grandes quesos azules del mundo, con poco o nada que envidiar al roquefort o al stilton. Cuenta con la segunda denominación de origen más antigua de España, conseguida en 1981, y de él consta un carácter centenario, encontrándose citado ya en el Catastro que el Marqués de la Ensenada realizó a principios del siglo XVIII, aunque existen menciones previas, tanto de monasterios como de concejos, del queso.

Sólo se puede elaborar en las parroquias del concejo homónimo, además de en tres de Peñamellera Alta, que linda con Cabrales. En la actualidad se puede fabricar con leche cruda de vaca, oveja y cabra, aunque se permite que sean sólo dos de estas leches las que se utilicen, ya que los rebaños de ganado menor, las 'reciellas' son cada vez más escasos. En el pasado, irónicamente, el cabrales estaba elaborado principalmente con leche de oveja y cabra, ya que la de vaca se destinaba a la producción de mantequilla, que era más rentable y exigía menos elaboración.

Lo que no ha variado es la forma de madurar el queso, que se sigue realizando en las mismas cuevas que antaño. Es el ejemplo de Jéssica López, de Quesería Maín, en Sotres de Cabrales, que distribuye su producción por tres cuevas distintas, a diferentes alturas, y que algunas son sólo accesibles a pie, por lo que el trabajo se endurece. Sin embargo, nos cuenta que el paso por cueva es fundamental. "El cabrales no se inyecta de penicillium [el hongo que le confiere su carácter distintivo], sino que está presente de forma natural en ellas", asegura.

Razón por la que la humedad de la cueva también gana importancia. "Si una cueva es más húmeda, el queso absorberá la humedad y será más cremoso", asegura. Además, una particularidad de este queso también estriba en la propiedad de las cuevas, ya que algunas son privadas y otras comunales, al encontrarse en monte común, por lo que es frecuente que los queseros las compartan.

En ese mismo sentido se explica Pepe Bada, otro de los iconos del cabrales, responsable de Quesería Pepe Bada -con más de 40 años de fabricación a sus espaldas- y cuyo queso Teyedu es uno de los más representativos de la zona. Parte de esta culpa es de la cueva, que se sitúa a 1.200 metros de altura, y con orientación norte, por lo que la temperatura es más baja y se controla mejor.

Pepe Bada Volteo Y Lavado Pepe Bada volteando y cepillando sus quesos en la cueva El Teyedu. © Lobo

El resultado es un queso que debe pasar más de dos meses madurando, aunque muchos queseros mantienen hasta cuatro meses las piezas. Incluso cinco de ellos elaboran un 'Cabrales Reserva', con añejamientos que van más allá de los 10 meses. Una vez abierto un queso cabrales debe tener un olor intenso, penetrante, ligeramente picante y salado pero nunca a sucio, rancio o a establo. Aromas que nunca debe tener un buen cabrales y que Pepe erradica con una buena limpieza del queso durante el volteo, cepillando cada queso con mimo.

Además, su textura debe ser cremosa, capaz de deshacerse en la boca y las vetas deben llegar hasta el centro del queso, señal de un correcto añejamiento. A su vez, debe conservar una buena humedad, por lo que su corteza -que no debe ser dura- no debe presentar signos de sequedad o rajado. Para mantenerlo en casa, la mejor opción es sacarlo de su envoltorio original y cubrirlo con un trapo húmedo dentro de la nevera en un tupper, garantizando así que el queso no se seque.

Como colofón, el cabrales tiene su gran certamen anual el último domingo de agosto, llenándose el pueblo de Arenas de Cabrales de aroma a queso, a tragos y a fiestas en torno a su ilustre hijo. Ah, y tiene el privilegio de haber sido el queso más caro del mundo, ya que en la subasta del certamente de 2018 se pagó por una pieza de dos kilos de cabrales de Valfríu nada menos que 14.300 euros. Un recórd histórico que habla a las claras de este ilustre queso.

Gamonéu

queso gamonéu del valle asturiano Corte de queso gamonéu del valle. © Noé Baranda.

También llamado gamonedo, este queso se caracteriza por tener dos versiones: la del puerto, que sólo se realiza entre junio y septiembre con leche de ganado itinerante, y la del valle, que se realiza todo el año, siendo más escaso y afamado el del puerto. Al contrario que el cabrales, el tono azulado del gamonéu no debe aparecer en todo el queso, sino solamente en la parte que esté cercana a la corteza -ya que también envejece en cuevas en las que está presente el penicillium- y que se forma por haber sido ligeramente ahumado, siempre con leña de árboles o arbustos autóctonos como el fresno, el brezo o el haya.

Producido sólo por una veintena de queseros, que sólo pueden fabricar queso en los concejos de Onís y Cangas de Onís, el gamonéu se elabora con las mismas tres leches que el cabrales, aunque deberá contener al menos un 10% de las leches de rebaño menor. Las piezas de gamonéu pueden llegar a pesar 7 kilos, necesitando como mínimo un par de meses de maduración en las cuevas. Eso no impide que algunos productores lo afinen más tiempo, con la finalidad de hacer más exquisito el producto final.

También su tipo de pasta difiere de la del cabrales, ya que su textura debe ser de una consistencia dura o semidura, fruto del prensado durante el desuerado, por lo que no será fundente pero se debe desmenuzar con facilidad (ser fríable). Su sabor debe ser equilibrado, aunque con predominio del carácter mantecoso y nunca los tonos ahumados o a queso azul deben ser los absolutos protagonistas en el paladar.

Además, el gamonéu tiene un certamen en su honor a finales del mes de octubre en Benía de Onís, que incluye compras y catas, pudiéndose encontrar ya los primeros ejemplares del gamonéu del puerto.

Casín

Elaboracion De Queso Casin Elaboración de queso Casín en Caso. © José Suárez

El más joven de los quesos con DO, aunque con antiquísimos orígenes, es el Casín, de tremenda intensidad aromática y gustativa, perfecto para los que buscan quesos potentes. Se elabora con leche cruda de vaca en los concejos de Caso, Piloña y Sobreescobia, que en el pasado estaba producida mayoritariamente por vacas de raza casina, aunque en la actualidad también se utiliza leche de frisona o de asturiana de los valles.

Su carácter diferenciador viene dado por el proceso de amasado, que es posterior al cuajado y desuerado (que deja el queso con muy poca materia líquida), y que se produce en torno a las máquinas de rabilar, cuyos dos cilindros dan forma aplanada a la cuajada y donde el quesero va obteniendo los llamados gorollos, unas formas piramidales que se moldean con las manos y que el producto puede decidir volver a pasar por las rabiladoras. De este modo el queso obtiene un grano más fino y homogéneo pero también gana intensidad, porque además se le añade la sal y al ser 'prensado'de nuevo sigue perdiendo el poco agua que pueda tener.

Estos gorollos se llevan posteriormente a la cámara de oreo, donde pueden estar hasta dos semanas, a una temperatura controlada que oscila entre los 15 y los 20 grados. De allí serían moldeados manualmente para ser llevados a la sala de maduración, donde la temperatura baja hasta los 8-10 grados, donde se completarán los dos meses de madurado mínimo del queso, que comienzan desde el día que se forma la cuajada, permitiendo que las unidades oscilen entre los 250 gramos y el kilo. Además, como colofón, se marca cada unidad con el sello del productor (sólo existen cuatro autorizados), que sirve como garantía de origen.

A nivel organoléptico, el queso casín presume de ser muy proteico y muy graso, debido a las numerosas fases de escurrido por las que ha pasado, y puede llevar a error al aficionado que lo considera a simple vista un queso suave. A pesar de estar elaborado con leche de vaca y de una maduración breve, el casín es un queso muy potente, gracias al tiempo que ha pasado en el oreo y el madurado, donde las grasas se han convertido en sustancias volátiles, responsables del gusto. Por eso, en boca es un queso muy intenso, de largo retrogusto y matices picantes, en ocasiones acres, que son más intensos cuanto más trabajado esté el queso, y que le hacen algo bravo para paladares inexpertos. Para el docto, un manjar.

Afuega'l Pitu

Elaboracion De Queso Afuega L Pitu Añadido del pimentón para hacer queso afuega'l pitu. © José Suárez

La leyenda cuenta que los queseros pellizcaban un trozo de queso para dárselo a sus gallinas. Si la gallina se ahogaba, significaba que el queso estaba en su punto. De ahí el nombre, que en bable significa "ahoga al gallo". Esto se debe, mito aparte, a la textura granulosa y pastosa de este graso queso, elaborado con leche de vaca cruda (aunque también hay opciones pasteurizadas) y que tiene en sus formas (pirámide truncada y 'trapu') y en su versión roxu (rojo, debido al pimentón) varios de sus particulares encantos.

Elaborado bajo el perfil de la Denominación de Origen en sólo ocho queserías del Centro de Asturias, que se establecen en parte del territorio natural que se comprende entre los cauces del Nalón y del Narcea, guarnecidos por la sierra del Aramo, y donde se lleva produciendo el afuega desde hace siglos, aunque sean pocas las empresas, casi todas familiares, que hoy lo trabajan, en muchos casos de manera totalmente artesanal.

Allí se gesta este queso, que debe su consistencia al largo período de cuajado, de hasta 20 horas, desde el que se traslada después a los moldes en los que se desuera por gravedad durante un día entero. El desuerado continúa tras un volteo, en el cual ya se le da la forma deseada -no habiendo diferencias de sabor entre el pirámidal y de forma globosa- y donde se añade pimentón a los roxus. Este añadido, que algunos malpensados consideran un invento para enmascarar un mal queso, es realmente una deformación de haber compartido en el pasado el espacio con chacinas como el chorizo o diferentes carnes adobadas, cuyo pimentón flotaba en el ambiente y acabó por posarse en el queso.

Lógicamente el afuega roxu es más intenso en aroma que el 'normal', aunque el pimentón matiza las notas picantes del queso, que se producen por la acidez inicial de la cuajada, permitiendo al paladar regodearse con un queso de vaca que bien pudiera ser de cabra. Muy recomendable para untar sobre tostas o como inicio de una tabla de quesos, el afuega no tiene un corte limpio, debido a esa consistencia, sobre todo en los quesos poco madurados, con notables sabores lácticos y a mantequilla. Una vez madurado, evoluciona hacia notas más boscosas, como las de los hongos, y ofrece una textura más granulosa y desmenuzable, que invita al maridaje con vinos tintos, sobre todo si se apuesta por los roxus, que ganarán en picante cuanto más madurados estén.

Queso Los Beyos

Queseria La Collada Beyos Lote de queso de Los Beyos de la quesería La Collada, en Amieva. © José Ramón Navarro Tudela

Compartido entre un par de concejos asturianos, los de Amieva y Ponga, y otro de león, el de Oseja de Sajambre, el queso de Los Beyos no tiene aún el distintivo de la DOP, pero sí el de indicación geográfica protegida. Al contrario que los otros quesos con nombre y apellidos de Asturias, el queso de Los Beyos es suave al paladar, sobre todo si se compara con los otros estandartes queseros.

En su elaboración pueden intervenir las tres leches mayoritarias, además pueden ser pasteurizadas -lo que no limita la calidad del queso- y podríamos considerarlo como pequeño, ya que su peso oscila entre los 250 gramos y el medio kilo. Como todo queso, gana sabor a medida que madura, siendo el período mínimo de curado de 60 días cuando se produce con leches crudas. De estas, las que más aroma y sabores ácidos y picantes brindan son los de cabra.

No tiene un matiz salado fuerte, por lo que es un queso apropiado para casi todas las edades y marida especialmente bien con vinos blancos jóvenes del país, por lo que es una buena introducción para los que no conozcan demasiado los quesos asturianos.

Los quesos de Occidente

El abrigo que los Picos de Europa brindan a las majadas asturianas hacen que sea la gran zona quesera de la región pero los pueblos del oeste no se quedan cortos. Quizá no pugnen en fama pero cada vez más se abren un hueco a través de su calidad, no sólo en Asturias, sino llegando también a otras plazas españolas.

Aquí no encontraremos denominaciones de origen y los quesos azules, que en el este se tiñen gracias a las cuevas, escasean en esta zona asturiana, en la que el prado de altura es el tapiz con el que el horizonte se cubre hasta prácticamente el Cantábrico. Uno de estos ejemplos lo encontramos en Taramundi, acariciando la linde gallega, donde una cooperativa láctea local dispone de tres versiones con las que poner en valor la industria quesera del oeste asturiano.

Bajo el nombre de Sociedad Cooperativa de Productos Lácteos de Taramundi se comercializan varios quesos, siendo de los más peculiares el que incluye frutos secos como avellanas y nueces, que guardan un perfil suave, fundente y que combina bien con el crujiente de su interior. Aún más peculiar, principalmente por su leche, es el de cabra, ya que se elabora en su totalidad con leche proveniente de este animal, lo cual ya es una rareza en Asturias.

Suave también y muy cremoso es un queso de un único productor en Coaña, que elabora el queso Abredo -que lleva el nombre de la quesería-, fundente y versátil, con buen aprovechamiento en cocina, ya sea en planchas o en ensaladas, y que rompe el tópico de los quesos intensos de Asturias.

Con larga trayectoria pero en peligro de extinción está el queso de Xenestoso, producido de manera artesana por una sola quesería, la de San Ignacio, en Cangas de Narcea, y de la que se hace cargo Paloma López, última representante de una estirpe ligada al mundo lácteo.

De medio tamaño, corazón fundente y pasta prensada, el queso de Xenestoso remonta sus orígenes a las trashumancias pretéritas, cuando las mesnadas castellanas pacían en verano por tierras leonesas y asturianas. De color blanco amarillento en su interior, este queso de peso inferior al kilo es hoy una reliquia gastronómica que las autoridades del Principado buscan cómo conservar.

Quesos del Centro de Asturias

Queseria Ca Sanchu Elaboración de afuega en la quesería Ca Sanchu, cerca de Grado. © José Ramón Navarro Tudela

La línea vertical que marcan Avilés, Gijón y Oviedo delimita en gran medida la barrera geográfica de lo que se considera este y oeste en Asturias. En torno a esta división encontramos algunos ejemplos queseros, como en Proaza, donde se elabora el queso de fuente, que debe su nombre a los antiguos recipientes de estaño en los que fabrica.

Es de textura untuosa aunque potentísimo sabor, que procede de la adición de orujo de miel que se hace a la cuajada, una vez desuerada y seca, tras tres meses de curado. Podría asemejarse al tupí catalán, ya que comparte con él un sabor realmente fuerte y se suele servir sobre pan tostado, aunque es difícil de encontrar fuera del denominado Valle del Oso, en concejos como el de Proaza, Teverga o Lena.

Cerca de Proaza, en Urbiés, otra peculiaridad quesera se sigue produciendo hoy en día, dentro del concejo de Mieres. Este queso sin forma definida se elabora con leche de vaca, coagulando por acidificación y sin añadir ningún tipo de cuajo. Una vez cuajado, se mete en pequeños sacos de tela donde debe envejecer más de seis meses, generando una ligera capa de moho superior, que se debe remover con el resto del queso cuando dé lugar.

Una vez 'curado', presenta una textura granulosa pero fácil de extender que se suele vender en las denominadas tarreñes, muy cotizadas en la zona central del Principado, aunque su sabor es muy potente para el paladar no acostumbrado.

No lejos de allí, en el concejo de Siero, otra de las rarezas asturianas modernas se cita en Varé, donde la quesería que regenta Anita González elabora un peculiar queso de leche cruda de cabra, sometido a seis meses de curación, que conserva la frescura pero también los matices ligeramente ácidos y picantes del ganado caprino. Curioso por tratarse de un cabra 100% en un terreno en el que las cabras hace tiempo que dejaron de predominar, el varé es un buen ejemplo de nuevas prácticas dentro de una industria que gana fuerza dentro de Asturias.

Aunque haya una considerable distancia a los Picos de Europa, en el centro del Principado también encontramos ejemplos de quesos azules, más modernos y con menos trayectoria que los iconos, pero que se van abriendo un hueco en torno a sabores más sutiles. Un ejemplo lo encontramos con los quesos de La Peral, que ofrece una gama amplia con las tres leches y que tiene por estandarte al La Peral Estrella, elaborado con leche de vaca y con mohos seleccionados.

Algo más extravagante es el Peñoceo, que se elabora sólo con leche de cabra y que se convierte en una rareza, porque es muy complicado encontrar azules de cabra en España y el Peralzola, a base de leche de oveja, que emula la cremosidad del gorgonzola italiano pero con un moho más amable y una textura menos fundente.

Queso La Peral Varios quesos de quesería La Peral, en Illas, cerca de Avilés. © Comarca Avilés

También azul, aunque de momento sólo con la leche cruda de vaca como materia prima, funciona la quesería Alcares, en la parroquia de Vega de Poja, dentro del concejo de Siero. Aquí se han propuesto hacer un azul distinto, cremoso a pesar de no tener cueva, intenso en sabor pero manteniendo frutalidad y frescura en el bocado, que son síntomas de una maduración lenta y cuidada.

Su veteado es irregular, no presentando casi la implacabilidad del azul que existe en un cabrales, que aquí nos refleja a un queso untuoso, con ligera mordida y que seguramente dé mucho que hablar en los próximos años.

Queso Azul Alcares Alcares Es El queso azul de quesería Alcares, de leche cruda de oveja. © Quesería Alcares.

Parecido morfológicamente al afuega pero ligeramente enmohecido y con únicamente leche de vaca se elaboran los quesos Rey Silo, que representan la misma pirámide troncónica del emblema asturiano. Muy populares en gastronomía y mesas gourmet, sobre todo fuera del Principado, estos quesos de Pravia pertenecen a una nueva estirpe de queseros independientes, capaces de innovar en un terreno tan peliagudo como el de la industria láctea pero obteniendo grandes resultados.

Rey Silo Queso De Asturias Rey Silo, queso de Asturias. ©reysilo.es

En una dinámica parecida, relacionada con salirse de los esquemas queseros tradicionales, se encuentra la quesería Lazana, en Las Regueras. Aquí el producto estrella es el Geo de Lazana, un queso de leche cruda de vaca, de intensidad media y corteza natural anaranjada, ligeramente enmohecida, que podría hacerse pasar por un reblochon de Saboya.

Queso Geo De Quesos Lazana 0 Quesoslazana Com El Geo de Lazana, similar a algunas pastas blandas francesas. © Quesería Lazana.

Con este ilustre queso francés comparte además matices organolépticos, como el de mantequilla fresca o avellanas, a medida que el queso se va añejando. Además, cuentan con otro queso el Afinado, de corteza lavada y 300 gramos de peso, con el que comparte un ligero olor a hongo y monte en el exterior, suavizándose en el interior hacia gustos más lácticos y herbáceos.

Retorno al este

Majada De Belbin Majada de Belbín, cerca de Onís. © Juanjo Arrojo

El epicentro que marcan los Picos de Europa generan un seísmo quesero que tiene réplicas a cincuenta kilómetros a la redonda, donde encontramos el grueso de la explotación quesera del Principado. Más allá de la vida que cabrales y gamonéu generan, otros quesos, a veces con parentescos o a veces rupturistas, engrandecen la riqueza de la región en torno a los derivados lácteos. Se comercializan al año casi 35.000 toneladas, aunque la cifra, evidentemente, también trasciende a quesos que podríamos encontrar en cualquier supermercado.

Los que hoy nos conciernen, que podríamos considerar la élite de los quesos, encuentran un fortín en la zona oriental de la región, extendiéndose desde Llanes hasta Peñamellera Baja, en el límite con Cantabria. Precisamente es en Llanes donde se encuentran dos referencias de quesos muy populares, como son el Vidiago y el Bedón.

El de Vidiago se lleva realizando desde 1940 por la Quesería Collera, habiendo tres variedades distintas, en función de la leche, además de un par de formas, la circular y la rectangular. El de vaca es especialmente cremoso, debido a la leche utilizada, por lo que es sutil y fundente en el paladar. En el caso del Bedón se encuentran también quesos de cabra, además de los de vaca, de forma circular y no superiores al medio kilo de peso, con una curación en torno a los tres meses y que mantienen un grano fundente aunque ofrecen resistencia a la mordida.

En el concejo vecino, en Peñamellera Baja, última referencia asturiana antes de llegar a Cantabria, se da otra curiosa casualidad con los quesos de La Chivita, cuya leche y elaboración corren por cuenta de Manuel Gutiérrez. Este emprendedor, segunda generación al frente de la quesería, abierta por Jesús, su padre, en 1982, decidió aventurarse en la loca idea de criar ganado caprino de producción lechera, una quimera si vemos la evolución de este mercado en Asturias.

Quesos La Chivita El queso de 100% cabra de La Chivita. © Quesos La Chivita.

La apuesta salió bien y ahora vende 5.000 kilos al año de un leche cruda de cabra, ligeramente curado, que trasgrede las reglas no escritas de la industria quesera asturiana. Además, también elabora otro curado, esta vez con leche de oveja, que guarda cierta similitud con un queso manchego, aunque es más graso y algo más blando.

También de ese reformismo se nutre la quesería Jaime, en Amieva, donde se han salido de la rutina de Los Beyos para elaborar otro queso transgresor: el Cueva de Pregondón. Sólo leche cruda de cabra, envejecido en cueva y de fina corteza, podría ofrecer tintes parecidos a un gamonéu pero la maduración en la cueva lo mantiene en un medio camino entre lo fundente y lo terroso, siendo muy amable al paladar y fácilmente fríable.

Queso Cueva De Pregondon El queso Cueva de Pregondón, de Quesería Jaime, en Amieva. © Quesería Jaime

Azules con notable presencia, sobre todo en su versión de tres leches, son los Quesos de Pría, a orillas del Cantábrico. Larga es la panoplia de quesos que trabajan siendo el ahumado de Pría uno de sus grandes éxitos, pero el que más se cotiza en los mercados de España es el azul de tres leches, que guarda cierta similitud con el cabrales pero es más suave y el veteado verde y azul está más disperso, atravesando el queso como flechas.

En esa misma batalla pero volviendo al concejo primigenio encontramos los quesos de El Cabriteru, que han abanderado una revolución de los azules, ganando notable protagonismo en certámenes internacionales como los World Cheese Awards. El mérito está en dos referencias, el 100% leche de cabra y el 100% leche de oveja, que constituyen dos desafíos en un sector en el que este ganado se encuentra en decadencia. Ejemplos como el de El Cabriteru redignifican las reciellas y demuestran que se puede ser rentable sin defenestrar los precios.

Queseria El Cabriteru Una de las variedades de azules de El Cabriteru. © Quesería El Cabriteru.

Con un mercado creciente y con la vista puesta en la exportación y tomando ideas de otros mercados, queserías como la Cooperativa de Alles, en Peñamellera Alta, elaboran el queso Cueva de Llonín. Similar a un camembert en forma, este queso de leche cruda de vaca presenta una corteza blanda ligeramente enmoheciada. De hecho, uno de los cachopos de más renombre de Asturias, el Cacholetus de Casa Eutimio, utiliza este queso en su relleno.

De cierto parecido a ese rey del queso francés es el Franxón, que elabora la quesería Ca Llechi, una de las que también producen el casín, y que también apuesta por adaptar a la materia primera asturiana algunas referencias galas. Más allá de la imitación, el trabajo de esta joven quesería está en demostrar la versatilidad del producto del Principado, elaborando quesos que se salgan de la tónica general.

Queso Franxon Ca Llechi Tres afinados distintos, de menor a mayor intensidad (de izq. a dcha.) del franxón. © Quesería Ca Llechi.

Algo parecido sucede con el queso de Caxigón, un verso libres dentro del concejo de Cabrales, ya que es el único queso elaborado allí que no es azul. En este caso encontramos tres variedades de quesos 'blancos', ya sean de cabra, vaca u oveja, de textura fundente y suave corteza. Sutil pero elegante, estos fragantes quesos son la demostración de que hay otra vida posible en Cabrales sin pasar por la cueva.

Como última curiosidad, no se debe dejar de mencionar el rebollín con sidra, elaborado en Salas, cuya cuajada mezcla la leche con la sidra. El resultado es un queso fragante, curioso, que emparenta a dos de los emblemas más icónicos de Asturias en un bocado, haciendo que las estrofas del Asturias, patria querida salgan de la boca casi sin pretenderlo.

Imágenes | Noé Baranda/Lobo/Pelayo Lacazette/José Suárez/Comarca Avilés/Juanjo Arrojo/José Ramón García/José Ramón Navarro Tudela/Turismo Asturias/El Cabreritu/Quesería Alcares/Rey Silo/Quesería La Peral/Quesería Ca Llechi/Quesería Alcares/Quesos La Chivita/Quesería Jaime

Gastroguía de Valencia: qué comer en "la ciudad de las flores, la luz y el amor" (y qué restaurantes no debes perderte)

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Gastroguía de Valencia: qué comer en

La Comunidad Valenciana lleva cerca de una década gestando una auténtica revolución gastronómica que tiene dos puntos de referencia fundamentales: la capital del Turia y la comarca alicantina de la Marina Alta. Este territorio, que antaño se conocía casi exclusivamente por la paella y el turismo de playa, posee en realidad una riquísima y muy variada tradición culinaria.

Concretamente, la ciudad de Valencia es un hervidero de nuevos talentos; un destino idílico para los amantes de la buena mesa, que encontrarán restaurantes y tabernas de primer nivel, pero con precios más contenidos que los que podemos encontrar en Madrid o Barcelona.

Los cinco platos más típicos de la gastronomía valenciana (aparte de la paella)

La tradición huertana de Valencia, su cultura marinera y la proximidad de las aguas fluviales de la Albufera -donde además se cultiva arroz de variedades muy apreciadas como Bomba, Senia y Albufera- explican el origen de la mayoría de los platos típicos de la región.

La cocina de subsistencia que se practicaba en estas tierras en el pasado ha dado lugar a recetas como el all i pebre, el arròs amb fessols i naps o la espardenyà, reivindicadas hoy en día por su enorme valor gastronómico. Estas son algunas de ellas:

Titaina

Plat De Titaina

Parece un pisto cualquiera, pero no lo es. Este plato típico del barrio del Cabanyal-Cañamelar es primo hermano de otro clásico valenciano: el esgarraet. En este caso, al sofrito de tomate, pimiento rojo asado, ajo y aceite de oliva virgen se le añaden piñones y ventresca de atún salada (también conocida como tonyina de sorra). Es una combinación perfecta de la huerta con el mar. Además, es fácil de elaborar y muy versátil: se puede consumir tanto caliente como frío, y es común acompañarla de una hogaza de pan, o como relleno de bocadillos y empanadillas.

All i pebre

All I Pebre Meliana

La traducción al castellano del all i pebre es “ajo y pimentón”, aunque en realidad su ingrediente principal es la anguila. Este plato tradicional es pura interpretación del paisaje; concretamente, el de la Albufera de Valencia. Esta laguna, protegida como Parque Natural, ha sido siempre un lugar de cría de esta especie. Ya en sus novelas de principios de siglo XX, Blasco Ibáñez hablaba de cómo la gente humilde de la zona empleaba este pez de cuerpo alargado como proteína para una gran variedad de platos, puesto que en aquel entonces era un producto muy abundante y asequible.

El all i pebre funciona como salsa de acompañamiento o como tapa “para mojar”, caracterizada por la untuosidad y las notas dulces e intensas que aporta este pescado de río de piel gelatinosa. La anguila y las patatas se cocinan troceadas para aumentar la densidad al caldo; también lleva ajos, pimentón y un toque de guindilla. Hay quien le añade además un poco de canela o piñones tostados.

Clótxinas

Clotxinas

El bivalvo rey de las costas valencianas. Es más pequeña, más sedosa y de textura más fina que el mejillón gallego o el del Delta del Ebro. Según el dicho popular, la temporada de la clótxina abarca todos los meses sin “r”; es decir, desde mayo hasta agosto. Por eso, si visita Valencia en primavera y verano encontrará este producto en todo tipo de restaurantes y bares. Por lo general se consume en su versión más sencilla: al vapor, con limón y alguna que otra guindilla.

Arròs amb fessols i naps

Arros Amb Fesols I Naps

Un plato poco conocido fuera de esta comunidad autónoma, pero sagrado para los “valencianos de pura cepa”. El arròs amb fessols i naps es un meloso de alubias y nabo que suele consumirse durante los meses de invierno. Es un plato de cuchara muy contundente y sabroso, puesto que sus ingredientes principales proceden del cerdo (oreja, morro, tocino, manitas). Su origen se remonta a siglos atrás, cuando en las fiestas de los pueblos se cocinaba esta variedad de arroz en grandes ollas en plena calle para distribuir las raciones entre las personas con menos recursos.

Sang amb ceba

Un guiso de esos que necesitas una buena barra de pan porque la salsa está casi mejor que la sangre. Antes era frecuente cocinarla, hoy en dia es mas difícil conseguirla porque no se comercializa en supermercados pero he aprovechado que he ido a Teulada a #carniceriadomingo y no me he podido resistir Ingredientes Sangre de cerdo, yo he puesto como medio kilo, una cebolla, unos 200 grs de tomate triturado, medio vaso de agua, pimienta, laurel, orégano, ajos, perejil, aceite y sal. Opcionalmente se puede poner una guindilla pero yo no se la pongo porque no nos gusta picante. Sofreimos la cebolla, luego el tomate, añadimos especias, la sangre troceada, el agua, y una picada de ajo y perejil. Dejamos cocinar a fuego lento una media hora, removiendo de vez en cuando. #sangreconcebolla #sangambceba #cocinamediterranea #recetatradicional #cocinacasera #cocinaybordaconmaria

No es un plato apto para todos los paladares, pero sin duda debe incluirse en cualquier selección de recetas tradicionales de la costa mediterránea (Baleares, Cataluña y Comunidad Valenciana). La sang amb ceba se cocina con sangre de ave hervida (habitualmente de pollo, pero también puede proceder de cordero o cerdo), que se encebolla y adereza con condimentos como el pimentón o las hierbas aromáticas.

Bares y raciones de tapas

Tasca Ángel

Tasca Angel

Un local estrecho presidido por una de las barras más demandadas del barrio del Carmen de Valencia. La carta de tapas de Tasca Ángel es una fiesta: ajoarriero casero, sepia "bruta" de playa (es decir, en su tinta); all i pebre; callos; riñoncitos; caracoles; lleterola (mollejas de cordero de grasa muy fina), etc. Pero hay un plato que uno no puede dejar escapar: los lomitos de sardinas a la plancha. Fresquísimos, limpios de espinas y regados con una salsa de aceite, ajo y perejil como toque de gracia.

Calle de la Purísima, 1

Rausell

Este bar-restaurante no está situado en una calle lustrosa ni llamativa. El foráneo no caerá aquí por casualidad. Sin embargo, este negocio familiar es un templo del producto fresco y uno de los baluartes de esa cultura de barra que aquí escasea (y que tanto envidiamos a ciudades como Madrid o Granada).

No hay gastrónomo valenciano que no venere este lugar, en el que nada falla: desde la ensaladilla rusa hasta la gamba roja; desde las ortiguillas a los sepionets.

Ángel Guimerá, 61

Bar Ricardo

Vitrinas con espléndidos bodegones de productos de lonja, una buena técnica con la plancha y… precios algo subiditos de tono. Con todo, sigue siendo uno de los bares de tapas favoritos de los valencianos de buen comer. A pesar de la amplitud del local -dos grandes salones y una terraza-, y de su ubicación algo periférica, en el bar Ricardo es complicado encontrar mesa a la primera. Por algo será.

Dr Zamenhof, 16

Casa Montaña

Fundada en 1836 en una de las calles principales del barrio marinero de El Cabanyal, Casa Montaña es una de las tabernas de más solera de Valencia. Todo en su interior -los grandes toneles, la barra de mármol, las mesas altas, los azulejos- nos remiten al compromiso de su propietario, Emilio, con la tradición. La carta, por su parte, nos trasmite su obsesión con la calidad del producto. Casa Montaña es una parada necesaria para los amantes del buen vino -su bodega es el séptimo cielo para los enólogos más sofisticados-.

Para comer, recomendamos las anchoas de campaña del Cantábrico; las patatas bravas de secano de los Montes Universales (que son una versión muy diferente de la madrileña, pero exquisitas igualmente); los michirones estofados, el ajoarriero y el atún rojo del Mediterráneo marinado a las siete especias. Eso sí, la calidad, inevitablemente, se refleja en el ticket.

Josep Benlliure, 69

La Pilareta

Pilareta

Situado en el corazón del casco antiguo de la ciudad, esta taberna revestida de madera e iluminada con lámparas colgantes modernistas está sometido a un peregrinaje turístico que no cesa ningún día de la semana. Una vez consigues “hacerte fuerte” en la barra o en una de sus graciosas mesitas liliputienses, lo suyo es empezar con una ración de clótxina valenciana. Siguiendo el protocolo, las conchas se desechan en la hilera de cubetas colocadas a los pies de la barra.

Calle del Moro Zeid, 13

Restaurantes donde comer bien por menos de 35 euros

La Tasqueta del Mercat

Un restaurante luminoso, acogedor e informal, donde se come de maravilla por menos de 25 euros. Es además uno de los más concurridos de Ruzafa, un barrio "bohemio" atestado de bares y terrazas. Aquí uno encuentra muchos clásicos mediterráneos, a los que siempre se da un toque personal. Recomendamos la ensaladilla rusa Guitxan; los buñuelos de bacalao; la coca de cerveza con pesto, tomate y anchoa del Cantábrico; la carrillera con jugo de manitas al toque de curry y cualquiera de los arroces que proponen en el menú de mediodía.

Carrer Mestre Aguilar, 2.

Pelayo Gastro Trinquet

Uno de los restaurantes más peculiares de la ciudad. Comparte espacio con el "Trinquet de Pelayo", una de las pocas canchas donde todavía se practica la "pilota valenciana". Donde antes había una barra sencilla para picar algo entre partidos, ahora vemos un original restaurante temático en el que todo hace referencia a este deporte tradicional.

La carta está consagrada a la cocina mediterránea y el producto fresco y autóctono. Muy recomendable la titaina, la sang amb ceba, la corvina en suquet de gamba roja, el pulpo a la brasa o las gyozas de blanco y negro (que es como se llama en tierras levantinas a la combinación de longaniza y morcilla). Si llegas antes de las 12 del mediodía, también hay servicio de esmorzarets.

Calle Pelayo, 6

Anyora

Anyora es una bodega muy especial, cuyo objetivo fundacional es la recuperación de platos tradicionales valencianos, muchos de ellos en vías de extinción. Aquí se rinde culto a la sencillez y la calidad de las materias primas. Muy recomendable el menú de mediodía, que cuesta 13,50 euros e incluye platos como el figatell o "hamburguesa valenciana", que se elabora con tocino magro e hígado y se envuelve con la telilla que en castellano se conoce como redaño, y "mantellina" en las comarcas de la Safor y la Marina Alta.

Otras referencias interesantes para adentrarse en las profundidades del recetario autóctono: lleteroles con ajetes, limón a la sal y jugo de pollo al horno o los riñones de conejo encebollados con Jeréz y caparrones.

Vicente Gallart, 15

Restaurantes de precio alto

Ricard Camarena

La trayectoria de Ricard Camarena dio un enorme salto de pértiga el año pasado con el traslado de su sede al espacio cultural Bombas Gens, convertido ya en un oasis de disfrute para el arte y la gastronomía. Su discurso gastronómico sigue muy arraigado a la huerta -sus creaciones son un festín de colores, texturas y sabores de la tierra, siempre reconocibles- y a la lonja. Este restaurante, reconocido con dos estrellas Michelin y tres Soles Repsol, es un ejemplo de creatividad sin petulancias.

Avenida de Burjassot, 54

Apicius

Apicius

Como ya contaba Miguel Ayuso en Directo al Paladar hace unos meses, Apicius es uno de los restaurantes más interesantes de la ciudad. Su cocinero, el maño Enrique Medina, practica aquí una cocina siempre basada en el producto de temporada, con grandes dosis de ingenio y una técnica depurada. Son expertos en menús monográficos, que son un invento maravilloso para indagar a fondo en las posibilidades de una sola materia prima: en otoño-invierno, el de trufa negra; en primavera, el espárrago blanco de Tudela; en verano, el del atún rojo de Bluefin...

Calle Eolo, 7

El Poblet

La brillantez y la experiencia de Quique Dacosta, combinada con la desbordante creatividad y el saber hacer del jefe de cocina Luis Valls. El Poblet es un punto de referencia indispensable para los que quieren abandonarse sin freno al festín gastronómico. Este es un restaurante divertido y emocionante en el que nada, ni los arroces, serán como los esperabas.

Calle Correos, 8

Vertical

Restaurante Vertical Valencia La Sucursal 01

Para muchos, el restaurante con mejores vistas de la ciudad. Metafórica y literalmente, aquí se desarrolla una cocina de altura bajo la dirección del reputado cocinero Jorge de Andrés. Cocina de mercado sabrosa, elegante y refinada, que incluye bocados exquisitos como el crujiente de acelga y jamón ibérico, la ostra beurre blanc y botarga o los salmonetes de roca con escabeche de perdiz.

Ático Hotel Ilunion, Carrer de Luis García-Berlanga Martí, 19

Desayunos y esmorzarets

La capital del Turia tiene muy buenas opciones para empezar el día con energía y el estómago satisfecho. Uno de los más célebres es Dulce de Leche (Pintor Gisbert, 2). Este local del barrio de Ruzafa es imprescindible para los aficionados a la bollería delicatessen, con el aliciente de que aquí la repostería es una interesante mezcla de Argentina, España y Alemania. Los alfajores, las berlinas rellenas de dulce de leche y el “strudel de manzana” son sus principales especialidades. Para quienes quieren empezar la jornada mirando al mar, no hay mejor opción que La más bonita (Paseo de la Patacona, 11). Aunque abre de forma ininterrumpida durante todo el día, su mejor baza son los desayunos, los brunchs y las meriendas. La carta incluye un gran surtido de licuados y batidos naturales, de té y café, así como de tartas caseras y bollería.

Ahora bien, si uno quiere meterse de lleno en la cultura valenciana, tiene que hacer un hueco para el típico esmorzaret (o almuerzo). En cualquier rincón de la ciudad se pueden encontrar bares donde todos los días, desde que amanece hasta las 12 del mediodía aproximadamente, se rinde culto a esta tradición popular. La cosa empieza con una ración de olivas y otra de cacaus del collaret (en algunos lugares también se incluyen encurtidos o altramuces) y continúa acto seguido con un contundente bocadillo acompañado de una cerveza. La función se cierra con un carajillo estilo cremaet. Si hay que destacar algunos bares conocidos por sus esmorzarets, podemos citar La Pascuala (Dr Lluch, 299); Marvi (Justo y Pastor, 14); La Peseta (Cristo del Grao, 16), La Pérgola (Paseo de la Alameda, 1) o Alhambra (Calixto III, 8), donde por cierto se preparan las mejores tortillas de patata de la ciudad.

Foto de portada | iStock

Gastroguía de Bilbao: qué comer en la ciudad del Guggenheim (y qué restaurantes no debes perderte)

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Gastroguía de Bilbao: qué comer en la ciudad del Guggenheim (y qué restaurantes no debes perderte)

Cruzada por la ría de Nervión, casi acariciada por el mar Cantábrico y protegida por montes que le valen el apodo de El Botxo (el agujero en euskera), Bilbao es una referencia gastronómica de primer orden dentro de España, en la que coexisten propuestas de pintxos, de asadores y restaurantes repletos de clasicisimo y una creciente oferta Michelin, perfecto para que cualquier escapada a la capital vizcaína tenga un sabor inmejorable.

Javier Alamo Bilbao

Turistas y bilbaínos coexisten así de manera armónica entre barras y mesas, sabiendo mantener los valores tradicionales de la cocina vasca pero donde también importan las nuevas corrientes. El resultado es un Bilbao para chuparse los dedos, en el que lo purista convive puerta con puerta con la vanguardia, siempre con el hilo del conector del producto y del sabor.

Los 5 platos más típicos de la gastronomía bilbaína

La proximidad al Cantábrico y la vocación marinera de Vizcaya sirven como alegato culinario, utilizando el mar como principal despensa de la cocina bilbaína, que podría extenderse al resto de la provincia, y que tiene en los pescados a sus grandes protagonistas. Reina el bacalao, aunque venga de lejanas latitudes, pero también lo hace la merluza y el bonito, que forman la trinidad marina por excelencia de la mesa vizcaína, en constante reivindicación frente a la vecina Guipúzcoa, que ha atesorado más fama gourmet pero cuya distancia culinaria tiende a reducirse.

Bacalao Club Ranero

La historia de Bilbao con el bacalao viene de largo, porque ya existe constancia histórica de que en el siglo XVI los pescadores vascos llegaban a las costas de Terranova para capturar a este gádido, incluso hay escritos que mencionan la llegada de los barcos vascos a esos caladeros en el siglo XIV. Más reciente es la historia de esta icónica receta, que se atribute al chef francés Alexandre Caveriviere, que oficiaba en las cocinas de la Sociedad Bilbaína a mediados del siglo XIX.

Allí, según la leyenda, tuvo que hacer frente a una comanda mayor, por lo que necesitó alargar un bacalao al pilpil y recurrió para ello a una fritada de verduras, que bien pudiera ser una piperrada o un pisto a la bilbaína. El éxito en el Club fue rotundo, lo que vale el apellido del plato hoy en día, y que hace que sea uno de los platos más icónicos de la ciudad, que hace que el bacalao tenga tantas preparaciones como salsas haya, como una vizcaína, la bilbaína -que no deben confundirse- o su propio pilpil.

Marmitako

marmitako de bonito directo al paladar

La importancia de la cuchara en la cocina marinera es el fundamento del marmitako, un plato que surgió como alimento a bordo de los pesqueros. En este caso el gran ingrediente es el bonito, que encuentra su mejor momento de captura entre junio y septiembre.

Las patatas deben ir debidamente cascadas, para soltar el almidón, no debe faltar el pimiento choricero, icónico aderezo de la cocina bilbaína y se recomienda añadir el bonito fresco sólo cuando el plato esté casi listo, para que no se seque en exceso. Plato de arrantzales (pescadores) y de amas y amonas (madres y abuelas), el marmitako es cada vez más frecuente en las cartas de Bilbao, resultando irresistible para los que buscan guisos clásicos.

Porrusalda

Porrusalda con Bacalao Liliana Fuchs Directo al Paladar

Denostada en el pasado por sus humildes orígenes, la porrusalda (a veces también purrusalda) es una sopa de verduras en las que el puerro y la patata son protagonistas.

Plato típico de caserío, la porrusalda tiene un largo recorrido en la cocina vasca, habiéndose dignificado a lo largo del siglo XX y siendo una receta típicamente hogareña. Aunque permite veleidades, como pudiera ser añadir bacalao, además de otras hortalizas o incluso carne de cerdo, la receta más purista es el caldo sólo con el puerro y la patata.

Callos a la vizcaína

Callos A La Vizcaina uno de dos directo al paladar

El gran guiso carnívoro en Vizcaya, con el permiso del sukalki, son los callos a la vizcaína. La base de esta preparación es esta salsa, a base de pimiento choricero, que vehícula buena parte de los fondos de la mesa bilbaína y que emparenta igual de bien con pescados que con carnes.

En él sólo se añaden despieces de casquería de bovino, como son los propios callos, el morro o la pata -aunque no siempre- y su textura debe ser menos pegajosa que los callos a la madrileña, además de menos picante. Plato de hogar donde los haya, los callos a la vizcaína también son recurrentes como tapa en muchos bares, por lo que será fácil que los encuentres en tu aventura bilbotarra.

Carolina

Intentar hacer justicia en un solo postre a Bilbao es muy difícil. La elección entre la carolina, un sutil merengue, y otros iconos como el bollo de mantequilla, los jesuitas, el pastel de arroz o postres más de cocina como la pantxineta o la intxaursalsa es complicado. Sin embargo, este goloso dulce de confitería es posiblemente el rey de las sobremesas dominicales de la ciudad.

Con una base de hojaldre sobre el que se dispone un cono de merengue, bañado con chocolate y yema de huevo, la carolina debe su nombre, según la tradición, a la hija de un pastelero de la ciudad, que decidió bautizar así al postre. Fácil de encontrar por todo Bilbao, algunas referencias donde descubrir las mejores son las de las pastelerías Arrese, Urrestarazu, Martina de Zuricalday o La Suiza.

Bares de raciones y tapas

Casco Viejo Bilbao Senovia Nova

Dos son las religiones de Bilbao: el Athletic y los pintxos. Como buena ciudad vasca, los pintxos son el eje vertebrador de las barras bilbaínas, que aglutinan a foráneos y oriundos en torno a los txikitos. Raro es que un bar en Bilbao no ofrezca una curiosa colección de ellos pero lo mejor es apostar por algunas zonas en las que el triunfo está asegurado.

El epicentro se encuentra en el Casco Viejo, delimitado por las conocidas como Siete Calles (Somera, Artekale, Tendería, Belosticalle, Carnicería, Barrencalle y Barrencalle Barrena), que formaban el corazón del Bilbao medieval. No está sola para potear (salir de pintxos), ya que otras zonas como Indautxu, la calle Diputación o la calle Pozas se llenan de ambiente y bares en los que el pintxo y el picoteo están a la orden del día.

El Globo

Para los que quieran barras extensas, El Globo cumple a la perfección. Ubicado en la calle Diputación, este bar es una de las referencias fundamentales para comenzar el poteo bilbaíno. La barra es larga, aunque se abigarra, y los pintxos son muchos y muy variados, aunque el rey de la casa es el de pastel de txangurro gratinado.

Calle Diputación, 8.

La Viña del Ensanche

Lo más normal es que cuando te lo presenten lo llamen "La Viña" a secas y es que este emblema de la calle Diputación lleva más de 90 años alimentando a la ciudad. Su icono es el pintxo de jamón ibérico, pero no está solo.

Ejemplo de ello es la cazuelita de huevo, patata, hongos y foie o el otro icono entre panes, el bocadillito de bonito, por no hablar de las gildas, otro de los imanes del local. A su lado florecen también las conservas y las chacinas, para los que no quieren complicarse y se encomiendan al producto puro.

Calle Diputación, 10.

Café Iruña

Más de 100 años contemplan a otro de los estandartes del pintxo bilbaíno. Aquí es menester apostar por el pincho moruno de cordero, que se cocina al momento y con un precio bastante razonable para los tiempos que corren. El aderezo picante ya es al gusto del cliente pero no conviene pasarse de bravura.

Azulejos centenarios y un horario amplio hacen de él un refugio ideal para casi cualquier momento del día y donde recuperar fuerzas a base de pintxos y algunos vermuts de notable calidad.

Calle Colón de Larreátegui, 13.

Sorginzulo

El purismo hecho pintxo se cita en este local de la Plaza Nueva. Aquí podrás saciar tus ganas de bacalao al pilpil o en forma de croqueta en tamaños de a bocado. Así como el bonito del Cantábrico o las tostas de jamón ibérico.

Una vez saciado el hambre clásico, las opciones de cocina se disparan a otras tentaciones como la carrillera o el escalope de foie, que lindan con la alta cocina desde un entorno único.

Plaza Nueva, 12.

El Eme

Posiblemente los sándwiches más famosos de la ciudad corran a cargo de este histórico, que abrió sus puertas en 1950. Su gran reclamo son los triángulos y las torres, dos sándwiches con una untuosa salsa secreta, orgullo de la familia, que 'engancha' a bilbaínos y turistas por igual.

En la carta hay otras menciones, e incluso la posibilidad de pasar al comedor, pero pasar por Bilbao sin probar un triángulo de El Eme es casi motivo de excomunión.

Calle General Concha, 5.

Santa María

Situado en la calle homónima, dentro del Casco Viejo, este bar presume de pintxos calientes que lindan con la alta cocina pero sin suponer un desfalco a la cartera. El gran referente es el de foie casero con manzana caramelizada pero son varias las opciones que también se despliegan.

Muy curiosos son el de anchoa rellena de parmesano e ibérico o la penca rellena de txangurro. Variando por temporada, en función del mercado, es recomendable dejarse aconsejar pero sin perder de vista nunca el foie.

Calle Santa María, 18.

Txiriboga

En la misma calle de Santa María se lucen las croquetas del Txiriboga, que cuentan con el honor de ser de las mejores de la ciudad, que tratándose de Bilbao son palabras mayores.

A diario se fraguan unas vegetarianas, que se rellenan de espinacas, y que cuentan con una bechamel cremosa y un rebozado crujiente. En ocasiones especiales también se hacen de jamón o de bacalao pero no son frecuentes. Además, no conviene dejar atrás sus rabas o sus anchoas rebozadas, que conquistan paladares de todos los rincones del mundo cuando llegan a Bilbao.

Calle Santa María, 13.

Irrintzi

El tercero en 'concordia' de la calle Santa María es Irrintzi. Aquí la creatividad se ha apoderado de la barra de pintxos, por lo que no esperes recetas repletas de clasicismo.

Lo que sí puedes esperar es un muy buen ambiente, bastante divertido y finger food de órdago. Muestra de ello es la crêpe de bacalao con brandada de pimientos o las croquetas de chipirón en su tinta, que reúne sabores de siempre bajo una pátina moderna de cocina.

Calle de Santa María, 8.

Gure Toki

De nuevo cuño pero hondas raíces, Gure Toki reproduce iconos de la gastronomía vasca en miniatura pero adaptándolos al siglo XXI. La carta de pintxo es breve pero preciosista y sorprendemente asequible para lo que se dispone en sus platos y el trabajo que dan.

Ejemplos como el cangrejo en tempura o la vieira con patatas y migas al curry son representativas de ese producto de calidad puesto al día. Además incluye algunas raciones que no debes perder de vista, como las rabas, la txistorra o las croquetas, con la Plaza Nueva como telón de fondo.

Plaza Nueva, 12.

Bar Gatz

De nuevo en Santa María, el Gatz espera al enamorado del bacalao. La gran estrella de los pinchos es el que se baña en un suave pilpil pero no se deben dejar atrás sus tortillas, en especial la de morcilla.

Además, en su breve carta, incluye otras tentaciones de picoteo como la brandada- también de bacalao- o el steak tartar, con los que poner en marcha el día a través del sabor.

Calle Santa María, 10.

Restaurantes donde comer bien y barato

La Ribera de la Ría de Nervión, Bilbao, Euskadi, España

Los últimos 20 años de Bilbao han sido una revolución que ha modificado el alma industrial de la ciudad hacia una gran ciudad residencial. Podríamos decir que su cocina ha evolucionado en el mismo sentido, haciendo que restaurantes de corte muy clásico convivan con propuestas innovadoras, apostando por un carácter cosmopolita.

Así la chuleta comparte calle con el ceviche, o donde reinaba la merluza frita ahora encontramos ejemplos de cocina al vacío. Variopinta y genial, Bilbao amplía sus horizontes gastronómicos pero también exige bolsillo al cliente, ya que no podríamos considerarla una ciudad barata.

Al Margen

Innovación, juventud, medias raciones y una oferta internacionalista son las bases de este joven restaurante, aunque ya asentado en la ciudad. La carta de Al Margen es altamente compartible y el espacio irradia frescura, por lo que es un buen punto de partida para bolsillos que vayan algo apurados.

La carta rota en función de la temporada y en ella confluyen producto autóctono con referencias de cocina clásica pero ejecutadas de manera moderna. Es el caso de las pochas con verduritas y costilla desmigada o unas suaves mollejas guisadas en una particular salsa vizcaína. Los postres merecen dejar hueco para ellos y están cuajados de guiños a la cocina latina.

Calle del Dos de Mayo, 18.

Batzoki Bilbo Zaharra

Repleto de clasicismo y encuadrado dentro de las Siete Calles, este batzoki sirve típica cocina vasca a precios muy competitivos, por lo que es idóneo para turistas que no quieren dejarse una fortuna de entrada.

Encontramos clásicos, como el bacalao, que se sirve en una ración de tres versiones (vizcaína, pilpil y ajoarriero), además de chuletas, además de alubias al estilo de Tolosa, zurrukutuna (una sopa de ajo típica de Euskadi) o una de las especialidades de la casa: las carrilleras de cerdo estofadas en salsa achocolatada.

Calle Tendería, 17.

El Arandia de Julen

Un icono de lo accesible dentro de Bilbao es el Arandia, que reivindica cocina de producto cercano y al recetario vasco más tradicional. La carta es corta pero sincera, demostrando que las especialidades de la casa se asientan en preparaciones clásicas bien ejecutadas.

Si tu apuesta huye de complicaciones y persigues un sota, caballo y rey de la gastronomía, aquí puedes encontrarlo a buen precio. Un comienzo formidable lo ponen las alubias con sus sacramentos, a las que pueden secundar la chuleta a la brasa o el bacalao al horno, que son dos de las claves del éxito de Julen al frente de este céntrico restaurante.

Plaza de la Encarnación, 10.

Gure Kabi

Ubicado en Indautxu, en la Margen Derecha de Bilbao, este restaurante navega con acierto entre la cocina típicamente vasca y los guiños a otras cocinas españolas, habiendo recetas que destilan aires gallegos, andaluces o valencianos.

Idóneo para los que no quieran complicarse la vida con menús breves, la carta de Gure Kabi es muy amplia (excesiva, según algunos) pero toca todos los palos. Txuletas, arroces, pilpiles en diferentes pescados y un buen surtido de postres son las armas con las que conquistar desde este joven local, de decoración moderna.

Calle Estrauntza, 4.

La Ribera

El Mercado de La Ribera, el gran referente de la ciudad, también ha vivido su particular transformación, teñida de un cierto aire gourmet, que ha revitalizado el público y la afluencia a éste. Con los puestos más tradicionales conviven ahora otras tendencias, en las que se incluye este restaurante.

Su principal baza está en la ubicación, sirviéndose de los puestos del mercado para sus menús. Es ideal para el que quiera catar pescado fresco o marisco del día, que fluctúa según mercado y temporada pero también para los que quieran compartir algunos platos. Muy influenciada por la cocina fusión, los baos, las ensaladas y recetas como el pulled pork son ya iconos de este joven restaurante. Además tienen un brunch bastante potente, por lo que no es una mala opción para 'comer' tarde los fines de semana.

Calle de la Ribera, 10.

Ágape

El barrio de San Francisco también está sumido en una continua renovación y buena parte de ella pasa por sus restaurantes, donde es frecuente ver rasgos de multiculturalidad y bares de toda la vida, cuyo testigo es recogido ahora por gente joven. Algo así ocurre en Ágape, que tiene una serie de menús bastante competitivos.

El del día está a menos de 14 euros y tiene tintes de creatividad, aunque se puede apostar por opciones más elaboradas como el Azkagorta, que lleva la comanda a los 37 euros por persona. Perfecto para los que no quieren irse de Bilbao sin comer bien y no dejarse el bolsillo en el intento, Ágape es dirección obligada para los paladares exigentes.

Calle Hernani, 10.

Nura

Comparte con Ágape la ubicación, en San Francisco, y también comparte criterio gastronómico, estructurado sólo en menús, que fluctúan desde el del día hacia opciones degustación, asequibles todas ellas, ya que el cotidiano no supera los 13 euros por persona.

Además, la ventaja de Nura estriba en que las propuestas diarias son numerosas, por lo que no hace falta renunciar a la variedad ni a elegir entre diferentes platos. La mayoría de referencias se vinculan a la cocina vasca, aunque hay guiños internacionales, pero nunca falta merluza, bacalao y algunos platos con vizcaína con los que reivindicar el terruño.

Calle del Dos de Mayo, 1.

El Perro Chico

Revedercido como barrio de moda, entre lo hípster y lo alternativo, San Francisco está copando los primeros puestos de la oferta gastronómicamente asequible en Bilbao. En el caso de El Perro Chico, un bar de toda la vida en el que ahora triunfa la fusión, con ciertos matices vascos, pero con una fuerte reivindicación de otras cocinas, como las orientales o las americanas.

Muy popular entre la gente joven, gracias a recetas como el curry naranja de verduras o el pad thai, la oferta de El Perro Chico es apta para todos los bolsillos y suficientemente sabrosa como para atraer a un público más veterano. Además tiene dos menús de grupo, el Añil y el Cian, que permiten probar varios platos a compartir de una manera asequible.

Calle Aretxaga, 2.

Premierk

De vuelta a Indautxu encontramos una referencia que ya eleva algo más el ticket medio, oscilando entre los 30 y los 35 euros, pero que también se adhiere con más fuerza a los clásicos de la mesa vasca. Un buen micuit y las anchoas sirven de ejemplo para reivindicar el concepto purista del local, que también incluye una extensa colección de ensaladas y unas pocas pastas y arroces bien seleccionados.

En las carnes vuelve a lucirse, presentando diferentes cortes, que van de las txuletas a las costillas marinadas. Aunque su gran baza está en los pescados, que irradian carácter bilbaíno, sobre todo con la merluza rellena de gambas o el medallón de rape con salsa bilbaína.

Avenida de Sabino Arana, 41.

Kokken

Basado en el kilómetro 0 y con una propuesta insultantemente asequible (tienen un menú degustación de nueve pasos por 29,5 euros), Kokken selecciona género de manera diaria en el mercado, apostando por preparaciones sencillas y utilizando técnicas como la baja temperatura, los crudos y los vacíos.

Ejemplo de ello es el aguachile de vieiras, la sepia con mollejas en tempura o la carrillera ahumada sobre crema de manzana, que se pueden encontrar en las tres ofertas de menú distintos (corto, de cinco pasos, a 18,5€; medio, de siete pasos, a 23,5€; y el largo, de nueve pasos, a 29,5€).

Calle de Quintana, 3.

Restaurantes de precio alto

Bilbao Tomas Llorente

En Bilbao coexiste una propuesta de calidad gastronómica que se enfoca en el producto pero difiere en la forma de ofrecerlo, apostando siempre por el sabor, pero habiendo diferentes matices. Por un lado están los grandes restaurantes, iconos de la ciudad, en los que la parrilla, la brasa y el mínimo contacto son los reyes.

Por el otro, los estrella Michelin (seis, con una estrella cada uno, como son (Atelier de Etxanobe, Eneko, Mina, Nerua, Zárate y Zortziko), que empiezan a mirar a la vecina Guipúzcoa con gesto de rebeldía, después de haber vivido años a la sombra de la alta cocina de San Sebastián.

Mina

Álvaro Garrido es el artífice de este restaurante, que debe su nombre a encontrarse sobre la antigua mina que había en el Muelle Marzana. Aquí, con el Mercado de la Ribera como vecino, Álvaro y su mujer Lara Martín llevan batallando desde 2006 por una cocina de mercado y sabor, vestida de originalidad y donde la proximidad y el buen trato a la materia prima son fundamentales.

Prueba de ello es que en 2013 se les otorgara el sello Michelin, que muy posiblemente haya que actualizar este año o el siguiente, porque llaman, sin pretenderlo, con fuerza a las puertas de la guía francesa, en busca de esa segunda estrella. Ejemplo de ello son el pastrami de ventresca de atún rojo con curry verde o el Begihaundi (un calamar autóctono) a modo de risotto. La propuesta se dispone en dos opciones de menú degustación. Uno largo por 120 euros y 14 pases o uno corto por 90 euros y 10 pases.

Muelle de Marzana, s/n.

Atelier Etxanobe

Fernando Canales Etxanobe, histórico de la mesa bilbaína con el antiguo Etxanobe, irrumpió de nuevo en el panorama bilbotarra junto al chef Mikel Población para abrir dos conceptos nuevos. Uno en torno al producto y el clasicismo, que se bautizó como La Despensa del Etxanobe y otro, más enfocado a la alta cocina, que es Atelier Etxanobe y que luce la estrella Michelin desde 2018.

En ellos ponen en liza lo mejor del producto vasco, haciendo partícipe a la técnica en la elaboración, para crear experiencias gastronómicas que vayan más allá del sabor y sean perdurables en el recuerdo. Icono de ello es el ajoblanco de trufa, la kokotxa a la brasa con ajo y guindilla o el atún soasado con sumac y espinaca amostazada, que forman parte del menú degustación (120€ sin maridaje, que puede ir a los 200€ si se apuesta por maridaje con grandes vinos).

Calle de Juan Ajuriaguerra, 8.

Porrue

La tradición parrillera vasca se cita en la capital vizcaína en uno de sus hijos ilustres, Porrue, que reivindica un producto de primera en el que los pescados cobran gran importancia. Besugo, rape, rodaballo y san martín son ejes de la oferta, que se somete con mimo a la brasa, en la que también entran las chuletas o el pichón.

Teñido de clasicismo gastronómico pero en un entorno de vanguardia, los entrantes de Porrue igualmente apuestan por el producto con poco tratamiento. Ibéricos, angulas -en temporada-, ostras y anchoas presiden las primeras comandas. A ellos se suman también más toques de brasa, como el que se da a percebes o kokotxas, demostrando la sutileza del fuego en cada receta.

Alameda Recalde, 4.

Bascook

Aitor Elizegi es el cerebro y las manos que están detrás de este moderno local, que tiene como referencias lo verde, lo urbano y lo local. Ubicado en un antiguo muelle salinero, Bascook promueve un mestizaje culinario que no pierde de vista nunca el producto.

Ofrecido en varias propuestas, que incluyen carta, degustación y menú para grupos, la propuesta de Elizegi fluctúa entre lo americano y lo vasco, tiñéndose ocasionalmente de oriental. Es el caso del beef tartar con papadums picantes, de las gyoza de pulpo, tabulé de la Vera y blacklioli o el canelón de pato pibil y huancaína. Un resumen viajero y fusionado que lleva casi una década haciéndose hueco entre los ilustres de Bilbao.

Calle Barroeta Aldamar, 8.

Goizeko Izarra

Casi 50 años lleva al pie del cañón esta leyenda de los asados vascos, que cuenta con un público fiel, adepto a su cocina tradicional. Con mucha mística y algunas recetas clave como el chuletón o los pimientos verdes fritos, Pepi y José Mari acercaron un trozo de Lemoa al Botxo.

Pura historia culinaria de Bilbao, que ha visto como los tiempos cambian, y a los que el Goizeko ha sabido adaptarse con fidelidad, sin salirse de la línea y con un paso lento pero firme que hace que varias generaciones de bilbaínos lo tengan como restaurante de cabecera. Por algo será.

Alameda Gregorio de la Revilla, 9.

Asador Amaren

Saciar el hambre carnívora en Bilbao es relativamente sencillo pero hacerlo además con materia prima de nivel es más complicado. Amaren cumple con ambas propuestas, ofreciendo una carta extensa en brasas, donde reina el buey pero donde se puede encontrar vaca de trabajo, novillo o apostar por una hamburguesa.

Aunque antes de llegar a ello conviene dejar hueco a los entrantes como las mollejitas con hongos o la morcilla de arroz artesana. Como colofón, alguna de sus tablas de quesos o la torrija caramelizada, que entroncan a la perfección con el aire clásico, similar a la sillería de un castillo, de los salones interiores.

Calle Diputación, 1.

Yandiola

Ejemplo de alta cocina vasca, con leves influencias de afrancesamiento, Yandiola es uno de los referentes en los que la tradición culinaria bilbaína se emparentó con la sofisticación e importancia de la sala que llegó de Francia. Su carta no es extensa pero sí equilibrada, con un buen balance entre carnes y pescados, añadiendo además matices que vayan más allá de la brasa o la parrilla.

Ejemplo de ello es el solomillo a la broche o la merluza a la koskera, una de las recetas favoritas de Bilbao, que dirigen la mesa en los principales. Como entrantes de nuevo encontramos productos de mucha calidad como el foie, las ortiguillas fritas o un arroz meloso con fondo de crustáceos y zamburiñas que reivindica el arroz vasco. Si buscas una propuesta muy, muy bilbaína, hacen un sukalki de órdago.Ah, y no conviene perderse el postre estrella, la intxaursalsa.

Plaza Arrikiba, 4.

Aizián

Ubicado en los bajos del hotel cinco estrellas Meliá Bilbao, Aizián cumple con el paradigma de sala impecable y ortodoxia culinaria. Hay notables referencias a clásicos bilbaínos, como a los callos o al bacalao pero no conviene dejar de lado la legión de entrantes que abren el apetito, que es donde realmente se ve la potencia del chef José Miguel Olabazalaga.

Así encontramos los tallarines de begihandi sobre velo de su tinta, las láminas de bacalao con sabayón de setas al jerez o las ostras a la plancha con velo de euskaltxerri (cerdo con sello de calidad Euskolabel), que bien merecen ser compartidos en medias raciones para poder comprobar toda la finura de la carta.

Calle del Lehendakari Leizaola, 29.

Zortziko

Daniel García lleva casi cuarenta años paseando la marca Zortziko por Bilbao, tiempo que le ha servido para asentar su propuesta de alta cocina, de inspiración vasca, pero con un fuerte componente internacional, fruto de las experiencias en el exterior del chef.

La oferta se abre entre menús degustación y algunos platos a la carta, en función de la apetencia del comensal, que le han valido a Daniel el reconocimiento mundial con una estrella Michelin y dos soles Repsol. Icónico de su forma de entender la cocina es el pichón en cinco cocciones o el chipirón a la brasa con roca negra, rellena de toffee de cebolla pero lo recomendable es dejarse tentar por alguna oferta de menú a mesa completa.

Calle Alameda Mazarredo, 17.

Zarate

El alma de Zarate es su chef, Sergio Ortiz de Zarate, que ostenta la estrella Michelin desde 2015 y cuya devoción culinaria pasa necesariamente por entender el mar. Fraguó sus comienzos en Lekeitio, en torno a parrillas donde promulgar las bondades del pescado salvaje, y con esos mimbres inició la aventura en la capital.

Ahora, con más poso y más técnica, ampliando los horizontes pero no dejando de buscar las mejores piezas que el mar ofrece, Sergio brinda una experiencia gastronómica de primer orden. Faman tienen sus kikirikotxas (cocochas de merluza con crestas de gallo confitadas) o el bacalao al pil-pil con morcilla de sus callos, que cimenta con fuerza su cocina en la tradición vasca pero sin renunciar a la modernidad.

Calle del Licenciado Pozas, 45.

Desayuno y brunch en Bilbao

Foto Mercado De La Ribera Bilbao

Nuevos aires se cruzan por el Botxo, mezclando el olor de las pantxinetas con las tendencias 'aguacateras' que no dejan ciudad sin conquistar. Subida en esa nueva ola de modernidad pero con el retrovisor pendiente de las viejas costumbres, Bilbao es una mezcolanza ecléctica de lo moderno y lo antiguo y sus desayunos y meriendas no podían ser menos.

Fama internacional y fácil de encontrar en cualquier pastelería es el bollo de mantequilla, que junto al café con leche forma parte indispensable del comienzo del día del bilbaíno, pero no están solos en esta batalla.

Don Manuel

Chocolate recién hecho y bollo de mantequilla son dos señas de identidad que han fraguado la idiosincrasia de Don Manuel desde hace décadas. Con aires de cafetería de tiempos pasados, aún hoy es un templo de peregrinación al que los golosos reverencian, sin importar la edad y que posiblemente haya servido como merienda a cualquier niño bilbaíno durante su infancia.

Aunque la tradición impera en los bollos, el resto de repostería merece también echarle un vistazo y un bocado, como podrían ser los cruasanes, así que no te cortes a la hora de decidir, que lo difícil en Don Manuel es fallar.

Calle Alameda de Urquijo, 39.

Brass

A medio camino entre lo vanguardista y lo ancestral, Brass crea una propuesta en un lugar de inspiración nórdica en el que lo más importante es disfrutar del desayuno y de sus copiosos brunches. En una atmósfera de gastrobar, el local hace confluir pintxos con propuestas eclécticas, como zumos détox, tostadas con aguacate y tartas de zanahoria.

Si no es tu estilo, el bar ofrece igualmente pinchos de tortilla y ofertas internacionales como la burrata con pesto y tatakis, que comparten espacio con la barra de pintxos, igualmente potente aunque con una propuesta que puede abrumar al cliente por su variedad.

Calle del Licenciado Poza, 27.

Martina de Zuricalday

. b o l l o d e m a n t e q u i l l a . Sabor a hogar . Únicos. Redonditos, suaves y sabrosos. Inolvidables bocados de infancia. Como caídos del cielo . Nada mejor que nuestros deliciosos y genuinos #bollosdemantequilla artesanales, elaborados a fuego lento desde 1830 . Hechos uno a uno en nuestro obrador, siguiendo nuestra receta secreta desde hace casi 200 años, forman parte de los recuerdos de seis generaciones . www.martinazuricalday.com . @martaetxebarria . #Martinazuricalday desde 1830 100 % artesanal #love #food #foodlover #Zuricalday #pasteleria #euskadi #basque #cake #dessert #bakery #bollosdemantequilla #patisserie #MartinadeZuricalday #ZuricaldayBilbao #bollodemantequilla #butterbuns #Bilbo #wedding #bizkaia #suizo #desayuno #weddings #merienda #breakfast #mesadedulce #MartinaFascina #Bilbaomola #gurinopila #gurinopilak

Al principio del artículo te hablamos de esta pastelería/confitería y debemos volver a la carga. Aunque oficialmente no tenga barra, puedes deleitarte con sus dulces y disfrutarlos en cualquier parte, ya que no hacerlo, después de ver que casi 190 años de historia contemplan a la familia, parecería una ofensa.

Fama dentro de Euskadi tiene su untuosa crema pastelera, que forma el jugoso interior de muchos de sus bollos, aunque la trinidad bilbaína del dulce formada por carolinas, pasteles de arroz y bollos de mantequilla también son de altísimo nivel.

Calle de Ercilla, 43. Plaza San José, 3. Rodríguez Arias, 48. Doctor Areilza, 38.

Charamel Gozotegia

Chocolate a la taza y un sinfín de pasteles y dulces, que incluyen referencias vascas pero también guiños internacionales como las financieras, los macarons o las baklavas, incluyendo enormes tartas que pueden ser pedidas por encargo.

Además el local, muy coqueto y luminoso, ofrece varias mesas en las que dejarse seducir por estos placeres dulces, ya sea haciendo una parada a mediodía o apostando por una tranquila merienda en el centro de Bilbao.

Calle Jardines, 2.

Imágenes | Pixabay/Javier Álamo/Tomás Llorente/Senovia Nova


Cómo identificar la verdadera gamba roja, la reina de los crustáceos españoles, y dónde comer las mejores

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Cómo identificar la verdadera gamba roja, la reina de los crustáceos españoles, y dónde comer las mejores

Con la llegada del verano son miles de turistas los que distribuyen sus vacaciones por buena parte del litoral español en busca de tranquilidad, playas y, generalmente, buena mesa. Entre esos productos del mar, uno reina a la hora de hablar de mariscos y crustáceos: la gamba roja.

Extendida desde el norte del Mediterráneo hasta los últimos confines del Atlántico Sur peninsular, la Aristeus Antennatus (Risso, 1810) presume de ser uno de los más sabrosos manjares de nuestras costas.

Desde las pesquerías catalanas hasta llegar a los caladeros onubenses, la gamba roja es uno de los mariscos más cotizados de nuestras lonjas, convirtiéndose en bandera de numerosos restaurantes.

Frecuente en cartas de todo el litoral, hay algunos nombres propios que tienen más relevancia en la memoria del consumidor, que rápido asocian a ciertas poblaciones el concepto "gamba roja".

Localidades o zonas como Palamós, Tarragona, Dénia, Garrucha o Huelva son las que más predominancia tienen en ese ideario colectivo pero la realidad es que la gamba roja se pesca en todo el Mediterráneo nacional, incluyendo las Islas Baleares, donde también tienen un fuerte arraigo, pero son fáciles de encontrar en casi cualquier puerto.

Gamba Roja De Cataria Alistaos de Isla Cristina, en el restaurante Cataria.

Nombres como Blanes, Arenys de Mar, Jávea, Calpe, Cartagena, Águilas, Mazarrón o las insulares de Sóller y Palma también cobran protagonismo en la ecuación: aunque tienen menos fama, la especie no cambia. Una vez que nos plantamos en la Costa Tropical y en la Costa del Sol, la gamba roja autóctona no es tan frecuente en los caladeros, aunque se da, y se le concede el nombre de "rayao".

No será de nuevo hasta que se cruce el Estrecho de Gibraltar cuando vuelva a aparecer con facilidad, ya en aguas de Huelva, donde tiene notable fama la gamba roja de Isla Cristina. Aunque lo común en esta zona es llamarlas "alistaos", siguen siendo Aristeus Antennatus, que no deben ser confundidos con los alistados del género Aristeus varidens, que también se pescan frente a las costas atlánticas de Marruecos, llegando algunos ejemplares a las redes gaditanas.

¿Cómo reconocerlas?

Fácilmente identificable por su color, la gamba roja se diferencia con claridad de otros decápodos rojos, principalmente del carabinero (Plesiopenaeus edwardsianus, Johnson, 1867), porque la intensidad del rojo es mucho mayor en estos últimos, extendiéndose por todo el animal

Por el contrario, en la gamba roja se encontrarán ciertas franjas blancas, además de un rojo menos intenso, más cercano al rosado, y sobre todo, ciertas pigmentaciones en tonos azulados. Del mismo modo, el tamaño es un identificador claro para segregar ambas especies, porque el carabinero puede llegar a los 30 centímetros de longitud, mientras que la gamba roja rara vez excede de los 20 o 22, siendo más normal una talla de entre 10 y 18 centímetros.

Por si fuera poco, el carabinero tiene un surco en el caparazón, rematado con puntas, que en el caso de la gamba roja nunca se da. En lo que si guardan similitud es en la cabeza, compartiendo un rostro con tres dientes pero siendo más lisa la superficie de ésta en las gambas rojas y más surcada la del carabinero.

El otro impostor en estas lides es el langostino moruno, también llamado chorizo en muchas partes -un nombre con el que también encontramos a veces al carabinero y a la gamba roja- del litoral español, desde Cataluña a Andalucía, y que tiene por nombre científico Aristaeomorpha Foliacea. Lo podemos identificar de nuevo por una gran intensidad del rojo, similar al bermellón, en la zona de la cabeza, además de tener más dientes en el rostro que la gamba roja y por presentar una cabeza más comprimida que ésta.

¿Cómo llamarla?

En el Levante, incluyendo Baleares, y hasta llegar a Garrucha, en Almería, lo más normal es encontrarla como gamba roja, aunque se puede encontrar como gamba rosada, sobre todo en la zona de Cataluña. La complicación comienza a partir de Almería, donde los rayaos se imponen en la nomenclatura en las costas granadinas y malacitanas, por lo que no es de extrañar que no sepan de qué les hablan si les mencionan gamba roja.

De forma más marcada ocurre en toda la zona de Huelva y Cádiz, donde rara vez oirás "gamba roja" para referirse a las Aristeus Antennatus, y sí oirás mucho el "alistao", que, como decíamos anteriormente, no debe confundirse con las Aristeus Varidens.

¿Cómo debe ser una gamba roja?

Bien, nos plantamos en la pescadería y las tienes ante ti y ya sabes identificarlas físicamente pero ahora te toca comprobar cómo descubrir si es una buena gamba roja y si ha sido bien conservada. De ello nos habla Alfonso Castellano, cocinero del restaurante madrileño El Señor Martín, especializado en pescados y mariscos.

En su afán didáctico, Alfonso ha propuesto una serie de ligas en las que presenta a los comensales distintos productos del mar en función de la especie o la procedencia, para que aprendamos más sobre ellos. Hace varias semanas le tocó el turno a la gamba roja, donde dispuso en cata a ciegas cinco ejemplares provenientes de Palamós, Tarragona, Dénia, Garrucha y Huelva, con las que poner a prueba el paladar del comensal (en la foto de apertura).

De la gamba roja nos ha hablado, para que no fallemos el tiro cuando la vayamos a comprar. "Debemos comprar hembras, que son más grandes y tienen el preciado coral, que sirve de alimento a las huevas, en su cabeza y que son responsables de ese intenso sabor a mar", asegura.

Si las tenemos en la mano, un truco profesional para determinar las hembras está en un pequeño punto blanco, situado al final de la cara interna de la cabeza, que es una especie de ombligo por el que desovan. Además debemos prestar atención al desequilibrio del peso, siendo la cabeza más pesada que el cuerpo, y siendo ligeramente más ancha que éste.

Experienciasesm Ligadegambas 2 Crudas Gambas rojas antes de ser cocidas. De dcha. a izq.: Denia, Huelva, Palamós, La Garrucha y Tarragona. © El Señor Martín.

"Sin embargo, la longitud de la cabeza y del cuerpo debe ser la misma", cuenta. En el perfil visual, la gamba debe ser brillante, presentar ciertas tonalidades moradas y violetas y al tacto debe ser suave, "como de metal pulido", indica y la unión entre la cabeza y el cuerpo debe ser firme.

El dilema final nos lleva al tamaño con el que la encontramos en la parada de la pescadería o en la lonja, variando el tamaño en función de la temporada, de la captura del día y de las aguas en las que se haya pescado. La gamba roja puede llegar a tener cinco calibres, aunque lo más común es que sean sólo tres, distribuidos en grande, mediana y pequeña.

De ellos nos habla el pescadero José Antonio Hernández, propietario de la Pescadería El Mero, en Garrucha, una de las que más solera tiene en el pueblo. "Una gamba pequeña suele estar en unos 20 gramos, mientras que la mediana se va a los 30 y la grande en torno a los 40 y 45 gramos". Más grandes suelen ser las que Alfonso Castellano sirve en El Señor Martín, apostando por ejemplares muy adultos que, a su juicio, "favorecen la perpetuación de la especie, ya que han cumplido con su ciclo biológico". Razón por la que encontrar gambas de 50 y 60 gramos en su restaurante es bastante frecuente.

Otra medida es la que se utiliza en Palamós, donde existe desde 2007 la Marca de Garantía Gamba de Palamós, que en su empeño por asegurar la trazabilidad del producto ha desarrollado unas directrices con las que la calidad nunca se vea mermada. En este caso, proponen unas entre 56 y 70 unidades por kilo de gamba en el caso de las medianas, entre 33 y 55 en el caso de las grandes y las extra, como categoría superior, con entre 19 y 32 gambas por kilo, que ya significaría unidades de casi 50 gramos.

¿A qué debe saber?

La gamba roja de calidad presume de equilibrio en su sabor, oscilando entre lo dulce y lo salado. "El cuerpo debe ser meloso y su textura debe ser elegante", nos asegura Alfonso, que reivindica además el gusto particular que debe tener la cabeza. "Debe ser yodado y ferroso pero sin que se pase de intensidad en ese gusto metálico", confirma. A los mismos sabores se remite el chef José Manuel Miguel, del estrella Michelin Beat, ubicado en Calpe. "Debe ser un sabor limpio, fino, a mar, con buenta textura y un punto dulce", añade.

Además, igual que Alfonso, José Manuel aconseja tocar la piel de la cabeza para comprobar la lisura de la gamba "Debe deslizarse, no ofreciendo resistencia y no debe presentar hendiduras o partes demasiado blandas", comenta este chef valenciano, que presenta la gamba roja dentro de un ravioli en su menú degustación, elaborando además un bisque con la cabeza de éstas.

El resumen de una buena gamba roja es que debe ser una explosión de mar en nuestras papilas gustativas, que permita la confluencia de toques salinos con la dulzura natural de su carne. Razón por la que las opciones más respetuosas con este manjar son cocidas o a la plancha. Alfonso Castellano opta por la primera, cociendo en agua de mar al animal durante tres minutos y retirándola después a agua de mar fría, para interrumpir la cocción, pudiendo ser ya consumida.

La otra opción es hacerla en una plancha bien caliente, sobre la que se añade sal gorda, y que apenas necesita un vuelta y vuelta. Es la receta que sugiere José Antonio, que además de pescadero es hijo de pescador y pescadero, del que heredó la pasión por este oficio, íntimamente ligado al más célebre decápodo de nuestras costas. "Lo mejor es poner pocas gambas sobre la plancha, alrededor de una docena, y cuando pones la última ya das la vuelta a la primera", considera.

Hablemos de profundidades

Deseada en casi cualquier puerto de nuestro país, la gamba roja cuando llega a lonja cumple con el precepto de "caballo grande, ande o no ande", siendo más cotizadas y mejor pagadas los ejemplares de mayor tamaño. Esta especie se encuentra en el mercado todo el año, aunque es en verano cuando abundan las de mayor tamaño y cuando también se pescan más, siempre con pesca de arrastre, propiciadas por la alta demanda del estío, que aumenta con la afluencia de turistas a estas zonas de costa.

Lo que tienen en común los caladeros de gamba roja es que siempre son de pesca de bajura, en embarcaciones de tamañao pequeño y mediano, por lo que la pesca es siempre del día. Diferencias se encuentran en las profundidades en las que se encuentra la gamba, según nos cuenta Alfonso Castellano. "En Palamós suele estar a unos 600 metros de profundidad, mientras que en Garrucha se pesca en torno a los 400 y en Dénia a los 800", asegura.

Aunque estos datos también contrastan con las profundidades máximas en las que la gamba puede vivir, que llegan a los 1.500 metros, siendo inalcanzable para los pesqueros y en cuyas fosas se produce el paro biológico de la especie, necesaria para su sostenibilidad.

De la profundidad también nos hablan desde la Lonja de Isla Cristina, donde nos cuentan que durante el verano la profundidad de pesca del alistao suele estar "alrededor de las 250 brazas", o lo que es lo mismo, unos 450 metros. En esos suelos arenosos, que sirven de hábitat para toda la gamba roja -aunque en la zona de Palamós hay cierta coexistencia con rocas- es donde viven, alimentándose de pequeños crustáceos, otros mariscos y krill.

Hablemos de la temporada

El verano es la época en la que más gamba roja se dispone y más se pesca, propiciada también por el hecho de la afluencia de viajeros a los numerosos destinos de costa de nuestro país. Eso no implica que la gamba roja sólo se pueda encontrar en verano, ya que está en lonjas y mercados durante todo el año, aunque es menos abundante en el invierno.

Ello no quiere decir que la calidad varíe entre una gamba roja de invierno y una de verano, sólo que en los meses más fríos es posible que la gamba sea más barata -favorecida por una menor demanda- pero que no tiene nada que envidiar gastronómicamente a la de los meses cálidos.

Entonces, ¿es mejor una gamba que otra?

Pues lamentablemente no se puede afirmar la superioridad de ninguna gamba, independientemente de su procedencia. La razón, explica Alfonso Castellano, está en la gran variabilidad de circunstancias que rodean a este animal. Variaciones en su alimentación, en la profundidad, en los desplazamientos submarinos, en la época del año e incluso en la forma de pescarlas hacen que no podamos establecer parámetros con los que identificar o remarcar la superioridad de una gamba frente a la otra.

Razón, entre otras, que explican la imposibilidad que ha habido hasta la fecha por crear alguna IGP para algunas de estas gambas y es que la volatilidad del medio marino impide crear unas características que se mantengan en el tiempo. Lo que sí está en nuestras manos, o al menos en las del pescador, es respetar el producto y hacer que llegue de la mejor manera posible.

A ello se refiere Alfonso Castellano con el trato a bordo. "La gamba roja muere automáticamente cuando llega al barco, al contrario de lo que le pasa al langostino, y ya ahí empieza a perder propiedades", comenta. Motivo por el que según se levante la red debe ser guardada en cajas con agua de mar y hielo, permitiendo alargar la frescura del animal. "Se debe poner a la sombra, ya que si dejamos esas cajas al sol, al final estamos afectando al estado final de la gamba", insiste.

Esta es la clave por la que encontrar grandes diferencias e intentar reivindicar una gamba como la mejor, independientemente de que sea de Palamós, de Blanes, de Sóller, de Dénia, de Calpe o de Isla Cristina sea una quimera, así que lo conveniente es dejarse seducir por ella y no preocuparse de procedencia y sí de disfrutar de todo su sabor.

Dónde comerla

Resulta imposible no saliar al ver un escaparate repleto de estas rojas joyas y resistirse a la tentación de no caer en ellas durante el verano. Por eso te traemos 13 referencias costeras con las que acertar este verano si lo que quieres es darte un festín a base de gamba roja -y otros mariscos-.

Mas del Arcs

Antoni Izquierdo es la cabeza visible de este restaurante de Palamós, que enarbola la gamba roja local como protagonista de sus platos. Desde los años 60, época en la que Pepita, su madre, regía el restaurante, hasta la actualidad, Mas del Arcs se ha convertido en una sacrosanta institución donde viajeros y locales se dan sabrosos homenajes.

Entre mayo y julio suele tener un menú dedicado a la gamba roja pero en la carta nunca falla. Ejemplos como las croquetas, el arroz seco o el carpaccio son sólo un ejemplo de ello, aunque el gran atractivo siempre está en las cocidas, marca de la casa.

Carretera C-31, salida 328, Palamós, Girona.

Can Bosch

En Cambrils, uno de los puntos gourmet por excelencia de la Costa Dorada, espera este restaurante con dos soles Repsol, que lleva regentado por la familia Bosch desde finales de los años 60, cuando comenzó como bar de pescadores. En los 80 daría un cambio, vistiéndose de restaurante, que es el que sigue manteniéndose fiel al producto como seña de identidad.

Ahora al mando de las operaciones está Arnau Bosch, tercera generación, que sigue mirando al mar cada mañana para brindar de él lo mejor a sus comensales. Aquí protagonizan parte de la comanda las gambas (de Tarragona) a la plancha pero otros maricos como las cañaillas o las cigalas de Cambrils no pueden quedarse fuera de juego.

Rambla Jaume I, 19 Cambrils, Tarragona.

Es Canyis

Más de 60 años lleva al pie del cañón la familia Perrotte en Sóller con este local, con espléndidas vistas sobre la playa, donde la cocina de inspiración francesa y el producto local coexisten de forma armónica. Ahora es la cuarta generación la que se hace cargo del negocio, en el que nunca falta la gamba roja.

Protagonista en los entrantes, con el carpaccio, o en los principales, servida a la plancha, es imposible no pedirla al sentarse en su mesa. Aunque conviene dejarse tentar por otros pescados locales, siempre del día, con los que reivindicar el sabor a mar y a la tradición en cada bocado.

Calle Platja D'En Repic, 21. Sóller, Islas Baleares.

El Faralló

Haciendo honor a su nombre, el restaurante que Javier Alguacil y su mujer, Julia Lozano, capitanean en Dénia, ejerce como torreón gastronómico en el que se rinde pleitesía, casi como si de una reina se tratara, a la gamba roja local, que triunfa a la plancha y cocida.

Además de ella tienen justa fama los arroces y un ilustre de la cocina deniera, el pulpo seco, que combina de maravilla con otras lindezas de la mar como las tellinas y que son casi de obligada presencia en las mesas de este matrimonio tan bien avenido.

Carrer del Fénix, 10. Las Rotas, Dénia, Alicante.

Peix i Brases

El nombre del restaurante no puede ser más elocuente para encauzar la propuesta de Tomás Arribas, que ofrece a sus comensales las joyas del Mediterráneo para reivindicar producto de proximidad y frescura, como no podía ser de otra forma en un moderno local en el que el sabor a mar se huele y paladea.

Gobierna la gamba roja pero le deja hueco a las cigalas o a las langostas, incluso guisándola con maestría con unos garbanzos con espinacas. Así como las empanadillas de gamba y acelga, o los pescados locales, como el dentón, que tampoco debe faltar en la brasa en un restaurante así.

Plaza Benidorm, 16, Dénia, Alicante.

Terramaris

Altea, al sur de la Marina Baja, reivindica ese medio camino entre Dénia y Calpe donde cada día se come mejor, haciendo valer el lema de "la millor terreta del mon". A este Terramaris nos enganchan sin remisión sus pescados, mimados hasta el extremo, y la gamba roja, que llega de la lonja de Dénia, para teñir de rojo y blanco nuestros gastronómicos sueños.

Abierto sobre el mar, arroces y mariscos se citan en íntimas veladas al sutil fuego de la cocina con el chef Jordi Bernat a los mandos, este joven restaurante ya da muestras de que se pueden hacer grandes cosas sin tener un gran apellido. La prueba, sus sabrosas gambas rojas pero también el arroz marinero con centollo, las cigalas a la brasa o el steak tartar sobre tuétano.

Beat

Producto al servicio de la técnica pero sin olvidar el sabor es lo que propone José Manuel Miguel en Beat, una de las más prometedores estrellas Michelin de Alicante. Aquí las opciones se diversifican entre los menús degustación, propios de un restaurante gastronómico, y la oferta a la carta, en la que está nuestra amada gamba roja.

Servida en unos raviolis, que están rellenos del tartar de la gamba, y de un fondo marino, que se nutre de las cabezas de la gamba y tirabeques, José Manuel eleva el peldaño gastronómico de este crustáceo, multiplicando su sabor. Aunque otras tentaciones como el salmonete de roca en ballotina con hinojos, el tronco de cigala con su bisque o las gambas blancas de Cullera tampoco deberían faltar en la comanda.

Magoga

Arroz Magoga

Llamando con fuerza a las puertas de Michein está María Gómez, que desde este restaurante cartagenero propugna las bondades de la cocina murciana, en la que mar y tierra tienen muchísima presencia. Aquí, proveniente de pescadores locales, no falta la gamba roja, que se alía con el arroz de Calasparra y el calamar para hacer que el paladar se convierta en una fiesta.

Más allá de la gamba no conviene perderse sus menús degustación o su propuesta a la carta, repleta de guiños a la haute cuisine, como el Pichón de Mont Royal en dos cocciones, la albacoreta de almadraba en semisalazón o el impresionante carro de quesos que Adrián de Marcos dispone, presentando más de 40 referencias en ella.

Plaza Doctor Vicente García Marcos, 5. Cartagena, Murcia.

Rincón del Puerto

Emblema de Garrucha y con las vistas del puerto desde sus cristaleras, la eterna bienvenida que da la gamba roja desde sus escaparates es toda una declaración de intenciones. De precio moderado a pesar de la calidad del producto, la frescura de su género es indudable.

Reina, protegida por la sal, la gamba roja a la plancha, aunque también se puede pedir cocida. Otros mariscos como la gamba blanca y buenos salpicones rematan la oferta, perfecta para tapeos rápidos o para los que quieran sentarse con fruición a disfrutar de una comida larga.

Explanada Del Puerto, s/n, 04630 Garrucha, Almería.

Los Marinos José

Tres décadas de constancia han consagrado desde Fuengirola a los hermanos José y Pablo Sánchez, que han convertido su restaurante en un templo de culto al pescado, al marisco y al máximo respeto por la materia prima. Capaz de competir en buena lid con otros referentes patrios con más predicamento, los Sánchez han sabido utilizar lo mejor del mar, reivindicando producto, con la devoción del trabajo diario, que además tiene una infatigable labor de búsqueda de proveedores para asegurarse ser la mejor lonja de la Costa del Sol. Una frase que no es una exageración y que habla a las claras de este icono.

Aquí hoy paramos por la gamba roja, que suele venir de Garrucha, la lonja más cercana, presentando calibres que superan ampliamente los 60 gramos por pieza. A su lado no falta cualquier otro marisco que se dé en nuestras costas, desde la cigala al carabinero pasando por la gamba blanca o los camarones. Acertar aquí es sencillo, sólo hace falta dejarse guiar por ellos y disponerse a disfrutar de una experiencia 10.

Paseo Marítimo Rey de España, 161, Fuengirola, Málaga.

Cataria

Con los mimbres de Elkano, Aitor Arregui y Pablo Vicari decidieron lanzarse a la aventura de conquistar el sur de España a golpe de parrilla. Encontraron el acomodo en el Iberostar Selection Andalucía Playa, donde han instalado la clásica brasa vasca pero apostando por el producto local como reclamo. Para ello cuentan con un material de primera, teniendo a un 'nativo' como Emilio Marín recopilando palmo a palmo informaciones del mar, para saber dónde están los mejores ejemplares de meros, pardillejas, corvinas y bacoretas.

En la cocina, Carlos Hernández, que tras varios años en Elkano asume la responsabilidad de ser jefe de cocina en este precioso local, abierto en Novo Sancti Petri, donde las gambas rojas de Isla Cristina, los famosos alistaos, cobran gran protagonismo en una brasa única. A ellos se suman las ortiguillas, el atún rojo, los tajos de corvina y la apuesta de maridaje con jereces, para reivindicar los sabrosos laureles de Elkano pero a cientos de kilómetros de distancia.

Avenida Amilcar Barca, 14, 11139 Urb. Novo Santi Petri, Chiclana, Cádiz.

Doña Lola

De la tradición pasamos a la vanguardia para reivindicar el buen hacer de la juventud, que cuando se centra en el producto es capaz de hacer cartas maravillosas como la de Doña Lola, donde atunes, corvinas, lubinas y carabineros dan lustre culinario a una cocina repleta de guiños internacionales.

Entre la panoplia, como un vendaval, surgen los alistaos, que aquí se fraguan con un ajillo de pimentón, perfecto para los amantes de mojar pan, que encontrarén en este caldo, casi primigenio, un motivo para creer en la resurrección, aunque sea gastronómica.

Plaza de la Ribera, 7. Isla Cristina, Huelva.

El Señor Martín

Experienciasesm Ligadegambas 17 Crudas Vs Cocidas Diferencia entre gamba cruda (izq.) y cocida (dcha). © El Señor Martín.

Matar el gusanillo de mar es fácil si uno sigue en Madrid. Echar de menos la brisa marina y sus sabores ya no es una opción si lo que quieres es dejarte seducir por frescura, aromas y esencias, aunque estés a cientos de kilómetros de la costa más cercana. Alfonso Castellano, además de ofrecer gamba roja, ha 'repescado' y nunca mejor dicho, para la capital algunos peces como el san martín, el virrey, el borriquete o la urta, que no son frecuentes en las cartas de la capital, para nutrir sus brasas.

Tampoco faltan atunes de Barbate y de Tarifa, anchoas de L'Escala, quisquillas de Motril o impresionantes cocochas, amén de las ostras atlánticas francesas, que harán que los golpes de mar inunden tu paladar sin ni siquiera moverte de Madrid.

Calle del General Castaños, 10.

Imágenes | Pixabay/El Señor Martín

Viajamos hasta Japón para conocer a fondo las características de la cocina japonesa, el sushi y los secretos de sus chefs

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Viajamos hasta Japón para conocer a fondo las características de la cocina japonesa, el sushi y los secretos de sus chefs

Panasonic ha presentado su nueva línea de electrodomésticos y lo hace por todo lo alto. Para enseñarnos sus nuevos productos y sus instalaciones, organizó un viaje para nueve medios de comunicación europeos, llevándonos al país del sol naciente. Mientras conocíamos las novedades y funcionalidades de los nuevos electrodomésticos de la marca Panasonic, tuve ocasión de pasar unos días en Kyoto conociendo las particularidades de la cocina japonesa, descubrir sus productos y aprendiendo a utilizarlos.

En lugar de invitarnos a una demostración para probarlos o llevarnos a un restaurante japonés en España, tuvimos ocasión de poder cocinar con un chef estrella Michelin en Kyoto y descubrir lo más interesante de la cocina japonesa. Hoy viajamos hasta Japón para conocer a fondo las características de la cocina japonesa, el sushi y los secretos de sus chefs.

¿Por qué nos gusta tanto la cocina japonesa? Hemos aprendido con los mejores chefs japoneses cuáles son las características, técnicas y trucos para conseguir una cocina saludable, sabrosa y deliciosa.

Breve historia de la gastronomía japonesa

samurais Imagen de Takezaki Suenaga en Wikimedia Commons

La cocina japonesa es una evolución sobre la cocina china, de la que trae su origen. En el periodo Nara, del 710 al 794, comienzan a utilizar sus condimentos siendo el periodo siguiente, el Heian, el que establece el shogunato y dura hasta 1185 con las guerras Gempei. Durante este periodo y hasta 1333 permanece el Kamakura, siendo una época de comidas sencillas, basadas en las creencias budistas, con abundantes vegetales y menor presencia de platos elaborados.

En las siguientes etapas, se incorporan otros productos a su cocina, tales como las bayas de soja o edamame, el alga kombu, las setas shiitake o el tofu. En el período Muromachi, entre 1336 y 1573, -la época de los samurais-, se pasa a comer 4 platos, entendiendo por primera vez la cocina como un entretenimiento. Después, la llegada de los primeros viajeros desde Europa, incorpora a la gastronomía de Japón nuevas técnicas de cocina como la tempura y las frituras en el aceite, los bizcochos y los dulces. Estas técnicas se extienden en la época Azuchi-Momoyama, hasta comenzar el período Edo.

En este período Edo, surge la famosa ceremonia del te, y con ella llega el Kaiseki en el que se buscan recetas ligeras para acompañar el te matcha de color verde intenso. Esta clase de comida que en su origen era para acompañar el te, se ha transformado en los actuales entrantes, que mantienen el nombre de kaiseki.

Dentro de esta época, entre 1603 a 1867, surgen los nigiri sushi de tamaño bocado, similar a los actuales, ya que antes eran mucho más grandes. También comienza a cocinarse la tempura, los platos de anguila a la plancha y los primeros noodles o fideos. Por primera vez surge el concepto de menú. Después y hasta nuestros días, la cocina ha ido evolucionando en sus elaboraciones y presentaciones, incorporando otros platos como el sukiyaki, sus versiones de las croquetas, el curry y otros ingredientes y técnicas.

Características de la cocina japonesa

Debido a su geografía, las islas japonesas tienen muchas corrientes de mar, y muchos ríos por lo que los pescados siempre han formado parte de la dieta japonesa. Además, desde su origen, los cocineros japoneses han utilizado numerosos condimentos para aderezar los alimentos, tales como la sal, el miso, la soja, el sésamo, el sake o el vinagre.

1. Producto de temporada.

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La cocina japonesa es siempre una cocina de temporada, lo que se expresa incluso en los nombres de los platos. En primavera, se incorporan brotes tiernos y frescos; en verano, hojas de loto, noodels con tofu; en otoño se utilizan alimentos con los colores pardos de las hojas para la decoración de los platos y en invierno, aunque se buscan los colores blancos en honor a la nieve, se ofrecen platos muy calientes por contraste, servidos en vajillas de cristal que recuerda el hielo. Además se practica la organización y presentación de las comidas como cuadros o paisajes relacionados con la temporada.

2. Comer con los cinco sentidos

Sentidos

Los japoneses disfrutan de la comida con los cinco sentidos. El olfato se practica buscando los aromas al destapar los boles, acercando la nariz como una norma de etiqueta en la mesa. El oído se utiliza al servir el sake haciendo que golpee en el vaso o el té en la taza, al comer los noodles sorbiendo, etc. El gusto, obviamente es el sentido más importante en la cocina, la vista también es parte esencial por lo que hablábamos de las presentaciones y aspecto de los platos y finalmente el tacto es uno de los elementos que más se valoran, las texturas en la boca, la compresión de los granos de arroz formando la base de un nigiri etc.

3. Los colores en la mesa

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Además de los que se utilicen en la decoración de los cuencos y boles, etc, es importante la presencia de distintos colores en la mesa. El rojo y el amarillo se consideran colores templados y hacen que los alimentos tengan mejor apariencia y sean apetecibles. En todo plato, debe estar presente el rojo o naranja de alguna forma.

Por su parte el azul y el verde son los que expresan la calma y la limpieza. El blanco y el negro, el vigor. De ahí surge la necesidad de incluir todos los colores al organizar una presentación. El bento muestra ese uso de los colores en sus elaboraciones.

4. La comida japonesa es sana.

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Como sabemos, nuestra salud está muy relacionada con la alimentación. Igual que hablamos de las bondades de la dieta mediterránea, la comida japonesa es una de las más sanas del mundo, de donde se deriva una gran esperanza de vida, -media de 84.2 años siendo en las mujeres de 87.1- y con una gran forma física, solamente un 4.3% de obesos.

Hay varias razones para ello: a) los ingredientes utilizados, b) las técnicas o métodos de cocinar los alimentos, y c) las habilidades de los cocineros con los cuchillos cortando los productos. Por su calidad y ser tan saludable, la UNESCO considera la dieta japonesa como una Dieta sana.

El tema del corte es la base fundamental de la preparación de un cocinero japonés, requiriéndose muchos años de experiencia para dominar cada cuchillo y antes de poder utilizar otro tipo. Es muy importante porque reduce la pérdida de sabor de los alimentos, y tiene un efecto muy importante en el sabor y en la textura.

Los 5 métodos de cocina japoneses y los nuevos productos de Panasonic

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  1. Cocina en crudo
  2. Horneado y cocina al grill
  3. Frituras
  4. Cocciones
  5. Cocina al vapor

Para cada uno de estos métodos tradicionales de la cocina japonesa, los de Panasonic han desarrollado diferentes electrodomésticos que tratan de mantener la calidad de los productos, evitando la oxidación de los alimentos en lo posible, y reproduciendo en mayor o menor medida la forma de trabajar y las técnicas de los cocineros tradicionales japoneses.

1. Cocina en crudo

Cuchillos

La cocina en crudo está basada fundamentalmente en el corte, como por ejemplo en los pescados para los platos de sashimi o en los cortes de las verduras que se utilizan en el ramen y otras elaboraciones.

En cuanto a los electrodomésticos Panasonic aplican esta técnica de manera similar al uso profesional de los cuchillos, los exprimidores o Juicers para hacer zumos por extracción en frío, son una buena muestra a la hora de la obtención del zumo para evitar perdida de sabor, vitaminas y textura. Para ello utilizan un sistema de tornillo de presión que es mucho mejor que los sistemas de rallador que tienen las licuadoras y exprimidores tradicionales, porque así evitan la oxidación derivada de los muchos cortes que hace el rallado.

Además, al tener una boca grande para insertar las piezas de fruta y verdura, permite meter por ejemplo una manzana y cortarla de una vez evitando tener que dar cortes adicionales para porcionarla. Así se produce menor calor por fricción y se incorpora menos aire al zumo obtenido.

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En consecuencia, los zumos son más frescos y mantienen mucho tiempo su textura sin separarse. En la foto que tenéis sobre estas líneas podéis ver la diferencia de textura en un zumo de tomate, tras esperar 10 minutos comparando el exprimidor de Panasonic con otro de su competencia. Por si fuera poco, la limpieza de estos aparatos es muy sencilla ya que las piezas se desmontan con sencillez.

2. Hornos y Cocina al grill

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La Cocina al grill se basa en la utilización de parrillas para calentar los ingredientes. El Yakitori tradicional es un buen ejemplo. En los hornos, también se utiliza la misma técnica, siendo muy popular el horno japonés o kamado. En esta técnica lo esencial es el control de las temperaturas o sichirin para maximizar los sabores y texturas, evitando la pérdida de nutrientes.

Img 7465 Salmón y verduras horneadas en la parrilla del microondas de Panasonic

En nuestra visita a Panasonic pudimos ver cómo sus nuevas gamas de electrodomésticos aúnan el horno convencional con el horno microondas -e incluso con el horno a vapor- en un pequeño aparato capaz de cocinar con las tres técnicas y obtener un resultado estupendo en texturas y conservación de los sabores de los alimentos.

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Esto mismo es lo que se pretende con las modernas máquinas panificadoras de Panasonic, que como hacen otras marcas, realizan las taras de amasado, fermentación y leudado y finalmente el horneado. Lo llamativo de las panificadoras Croustini es que en ellas se consigue un pan crujiente, con corteza tradicional como si se hubiera hecho en un horno, -el de la derecha en la imagen-, a diferencia de las panificadoras tradicionales que hacen panes más similares a los panes de molde como el de la izquierda.

Para hacer los levados a 30ºC, toma el control de la temperatura de la habitación y mantiene la temperatura indicada. Después, al hornear, debido a una capa exterior de cerámica, consigue reflejar el calor entre la tapa y la base para conseguir un pan crujiente, sin utilizar un aumento de temperatura, porque haría que el interior del pan quedase o crudo o reseco.

3. Las frituras

Las frituras japonesas se realizan utilizando poco aceite y consiguiendo texturas crujientes y alimentos menos cocinados, como en la tempura. Utilizan aceites de soja, canola y Natane, aunque recientemente se está popularizando también el aceite de oliva.

Tonkatsu Soup 3923262 1280 Imagen de Pixabay.com

También es común cocinar los alimentos en agua o en caldo, en lugar de en aceite consiguiéndose así platos más ligeros. En cuanto a las frituras tradicionales, el panko aporta un crujiente especial a sus platos rebozados como el tonkatsu -cerdo empanado- el menchikatsu -su versión de la croqueta- y otros alimentos rebozados como los mariscos empanados.

4. Las cocciones

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Las cocciones de los ingredientes son muy comunes en la gastronomía japonesa. Se usa esta técnica para elaborar los caldos dashi, que sirven de base para muchos platos tradicionales, sopas de miso, noodles, ramen, sabu-sabu, etc.

Las arroceras o cocedoras de arroz son un electrodoméstico muy práctico ya que deja el arroz en su punto exacto. La evolución de este alimento es hacerlo con un diseño más moderno y atractivo para poder llevarlo a la mesa y que sirva a la vez para terminar de cocinar otros platos en él.

El arroz para hacer sushi queda perfecto en estos electrodomésticos ahorrándonos tiempo y ofreciéndonos una gran calidad en el resultado.

5. La cocina al vapor

Img 7467 Depósito de agua para el Steamer o horno de vapor incorporado en el microondas

La cocina al vapor es considerada la mejor técnica o método de cocina porque mantiene la temperatura de la cocción tradicional, pero en ella los nutrientes no se diluyen en el agua sino que quedan dentro de los alimentos.

Por ese motivo, siendo la cocción al vapor una técnica tan habitual en los cestillos de bambú en los restaurantes y puestos de comida callejera en este país, se ha incorporado a la cocina casera introduciendo el vapor en los microondas tradicionales de Panasonic, que incorporan también el horno o parrilla como os conté antes, en un solo electrodoméstico multifunción.

Las nuevas tendencias y el diseño

Tendencias

Aprovechando la visita a las instalaciones de Panasonic en Kyoto, pudimos visitar su centro de diseño y ver distintas piezas ganadoras de premios en Milán, y obtener un avance de las nuevas tendencias que llegarán al mercado en 2020, aunque obviamente, no pudimos tomar fotografías ni podemos contar mucho por temas de confidencialidad.

Es el proyecto Electronics meets craft en el que artesanos y técnicos se unen para explorar nuevas ideas de diseño que sean funcionales y respeten la tradición. No obstante, las notas generales apuntan hacia electrodomésticos compactos, con líneas elegantes y colores oscuros, y aparatos pensados para poder llevarse a la mesa donde terminarían de cocinarse los platos ante los comensales.

Arroceras que también son ollas de cocción lenta, panificadoras cada vez más perfectas en la calidad del pan obtenido, ahumadores caseros y otros electrodomésticos que veremos próximamente en el mercado y en nuestras casas. Tecnología y diseño unidos para hacer más cómodas las tareas de cocinar en casa, pero manteniendo la esencia de los artesanos, la tradición que es tan esencial en su cultura.

Hemos viajado a Kyoto por cortesía de Panasonic para conocer sus nuevos electrodomésticos y descubrir la esencia de la gastronomía japonesa, sin que medie compromiso de publicación. Aquí puedes ver nuestra política de relaciones con empresas

Probamos el buey de Kobe y os contamos la experiencia

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Probamos el buey de Kobe y os contamos la experiencia

Con motivo del viaje que hice a Japón para ver las novedades tecnológicas en electrodomésticos de Panasonic, pasé unos días en Kyoto y dada la cercanía, aproveché la visita para acercarme a Kobe a probar la famosa carne de buey Wagyu alimentado con cerveza. Hoy estamos recordando aquella sabrosa y tierna carne, cuando probamos el buey de Kobe y os contamos la experiencia.

Como ya os imaginaréis es una carne muy cara, debido al especial tratamiento que tienen los animales para crecer en las mejores condiciones y por el altísimo grado de infiltración de grasa que tiene la carne, formando unas vetas intramusculares que le dan el aspecto característico que recuerda al mármol.

Entre los restaurantes que ofrecen la carne certificada de buey de Kobe, podemos encontrar aquellos en los que te sirven la carne cocinada al punto de tu elección y aquellos en los que puedes cocinarla tú mismo en una parrilla eléctrica, de gas o de carbón -llamada yakiniku-, situada bajo la encimera o la barra, para que cada uno cocine la carne, dejándola a su gusto.

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Yo elegí esta segunda opción para cocinar la carne por mí mismo, como veréis a continuación, aunque lastimosamente no apunté el nombre del restaurante en el que me metí. No obstante, creo que era el Yakiniku Club Ichiban Higashinada, según he podido localizar siguiendo mis pasos con Google Maps. En todo caso, lo que quería contaros eran mis sensaciones al probar esta carne y hacer una valoración general de la experiencia, más allá de hacer una crítica del restaurante en cuestión.

Kobe Wagyu

La experiencia de comer carne de esta calidad es muy grata. Primero te traen las guarniciones, muy sencillas, un poco de Kimchi, un poco de col fresca, un cuenco con arroz blanco y varios tipos de salsa: de soja, una especie de miso con ajo y guindilla fresca y un poco de wasabi por si quieres darle un toque más picante.

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Por otra parte, una vez elegido el corte que se quiere degustar, el cocinero lo prepara sabiamente con sus cuchillos entregándote la carne en porciones con un poco de grasa para untar en la parrilla antes de poner la carne. Así la vas cocinando poco a poco y no toda la pieza de una vez, para que siempre comas recién hecha la porción que vayas a tomar.

Yo elegí un entrecot de unos 250g que prepararon delante de mí y me sirvieron para que yo lo cocinase a mi gusto. Elegí una carne con un grado 10 de marmolado y calidad A5, la mejor que pude permitirme valorando mi presupuesto que ya estaba algo mermado con las compras, souvenirs y regalos que fui haciendo durante el viaje.

Kobe Cocinar

Para comer esta carne, no hay que tener prisa, ya que el precio es relativamente alto y quieres que la experiencia te dure lo suficiente. Para disfrutar de un buen entrecot de carne wagyu de la denominación de origen Kobe, tendrás que estar dispuesto a pagar más o menos el equivalente a unos 200 a 250 euros el kilo, dependiendo de la calidad y grado de marmoleado elegido.

Ese precio es para carnes de buey de raza Wagyu de Kobe certificadas, pero la cantidad puede llegar a doblarse si proceden de algún linaje especial o son carnes de reses que ganaron premios, etc, cuyo precio puede doblar la cantidad indicada.

Cómo preparar el buey de Kobe en la parrilla japonesa

Para preparar la carne en estas parrillas, comenzamos untando con el trozo de grasa la superficie de la parrilla, cuya potencia podemos graduar como si fuera una hornilla de gas. Una vez caliente, vamos colocando la carne y la cocinamos al punto deseado.

Podemos ir cocinando un par de pedazos y cuando vemos que están tomando color y estamos listos para darlos la vuelta, ir añadiendo otros para que no se nos acumule carne cocinada en la mesa ni tengamos que esperar mucho entre bocado y bocado.

Cortes Cocinados De Wagyu Kobe

Para el disfrute de los trozos que vengan con más grasa superficial, podemos hacer unos cortes o enrejados como el de la imagen que tenéis sobre este párrafo, y así se cocinaran manteniendo el sabor, mientras se funde la grasa. Así quedarán al punto, dorados por fuera y poco hechos en su interior. Otros podemos tomarlos más pasados y crujientes, para ver cuál nos agrada más en función de nuestros gustos. Es toda una experiencia ir probando diferentes puntos de cocción.

Al hablar de la grasa, me refería a la grasa exterior, no a la grasa infiltrada, que es una auténtica maravilla y produce en boca una textura inolvidable. Como ya os contamos al hablar de la cocina japonesa en el viaje que hicimos para conocer los productos de Panasonic, los japoneses dan muchísima importancia a la textura de los alimentos a la hora de comeros, incluso más que al sabor de los propios alimentos.

Al igual que sucede con la grasa del cerdo ibérico, la grasa de los bueyes wagyu japoneses tiene un punto de fusión muy bajo, ya que se funde prácticamente al frotarla entre los dedos. En la boca, tras pasar por la parrilla, casi se deshace como pasa con el buen jamón ibérico. Además, esta grasa es rica en grasas no saturadas, y ácidos saludables como el ácido oleico y los ácidos Omega 3 y Omega 6.

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El sabor de la carne es intenso, de carne roja muy jugosa. La grasa no se nota en el retrogusto y la textura es sorprendente. Poco a poco, vas terminando con los cortes y te tienes que conformar con su recuerdo, pasando al postre antes de finalizar la comida. La sensación es muy buena, pero está tan rico que casi se hace corto.

Probablemente me podría haber comido otro entrecot más, pese a los 70 euros al cambio que costaban los 250 g de esta maravillosa carne, y eso que el precio resulta relativamente económico en Japón, en comparación con lo que nos cobran por esta carne en los restaurantes certificados en Europa. Mi decisión fue pasar al postre, un sencillo cuenco de crema inglesa caramelizado a soplete por encima, que recordaba a las natillas o a la crema catalana, aunque con una textura muy sedosa.

Postre

Lo peor fue que aunque en la calle está bastante restringido, en Japón sí se permite fumar en muchísimos restaurantes aunque yo no me había dado cuenta, y para mi sorpresa, los comensales de la mesa de al lado comenzaron a hacerlo lo que no me resultó muy agradable.

Kobe Fumando

Datos prácticos
Precio pagado: 11.200 yenes, al cambio unos 95 euros
Carne elegida: Entrecot de Wagyu certificado Kobe de 200 g
Además, cerveza japonesa, y postre.

Las mejores tablas de queso de España: desde estrellas Michelin a tabernas

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Las mejores tablas de queso de España: desde estrellas Michelin a tabernas

Azules, de pasta blanda, artesanales, de cortezas enmohecidas, prensados o de leche cruda son sólo una mínima parte de las formas de elaborar queso. Aunque este alimento lleva presente en nuestra dieta desde hace miles de años, la realidad es que gastronómicamente no se le ha sacado siempre todo el partido que merece por sí mismo.

Muchas veces condenado a las tapas o en recetas, que engrandecen el resultado pero disminuyen su sabor, el queso cada vez está más presente en las cartas de numerosos restaurantes, que lucen impresionantes mesas y carros con los que deleitar al comensal.

Con el ejemplo de Francia en la recámara, lugar en el que el queso es casi una religión, son cada vez más los restauradores que apuestan por incluir este lácteo manjar, capaz de tener el mismo éxito abriendo una comida que clausulándola, tradición también gala, que gana adeptos como prepostre o sustituyendo a estos.

Restaurantes

Por eso, adictos al queso, hoy nos ponemos en marcha para revelarte dónde están las mejores tablas de quesos del país con los que deleitarte antes o después de las comidas.

Santceloni

Con Abel Valverde podríamos decir que empezó todo, o casi todo. Hace casi 20 años no era frecuente dotar de un espacio y personalidad propia al queso pero Abel se atrevió, cuando aún estaba Santi Santamaría al mando del restaurante, y que ahora se ha convertido en seña de identidad de la casa.

Ahora, a punto de cumplir la veintena, Santceloni presenta una oferta de quesos que supera las 350 referencias a lo largo del año, aunque depende de la estacionalidad. Razón por la que 'sólo' suele haber entre 60 y 70, por lo que la excusa de venir a este dos estrellas Michelin atraído por sus quesos necesitaría de varios viajes para paladear todos, ya que por plato se suelen disponer entre 7 y 11 de ellos.

Paseo de la Castellana, 57. Madrid

Magoga

Sin tanta solera pero con mucho talento e ilusión, María Gómez y Adrián de Marcos, tras conocerse como stágiers en diversos restaurantes, decidieron apostar por abrir Magoga en Cartagena, donde la cocina creativa y el respeto al producto se ha ido abriendo paso.

Del apartado quesero se encarga Adrián, que también ejerce como jefe de sala, que dispone desde la mesa una cincuentena de variedades, con especial predilección por los azules. En la oferta van rotando también algunas referencias, siempre atento a novedades, que dispone tanto dentro del menú degustacióno como a la carta.

Plaza Doctor Vicente García Marcos, 5. Cartagena, Murcia.

Lakasa

Sólo entendiendo la calidad del producto y el talento del equipo que gestiona César Martín se puede comprender cómo Lakasa ofrece una cocina nonstop durante todo el día. Convertido en un básico de Madrid para algunas recetas como el solomillo wellington o sus peculiares buñuelitos de idiazábal, este local de Chamberí además presume de selección quesera.

Ella corre a cargo de Bernard Antony, un prestigioso afinador francés (que incluso envía quesos a Alberto de Mónaco), encargándose de mandar las cinco o seis referencias que él considera idóneas para el momento del año. El volumen de la mesa no es equiparable a los mencionadores anteriormente pero sí presume de la misma calidad. Además tenemos la ventaja de poder comprarlos al peso, por si queremos que repetir tentación en casa.

Plaza del Descubridor Diego de Ordás, 1. Madrid.

Montia

Desde San Lorenzo de El Escorial, Daní Ochoa y Luis Moreno, además de lucir estrella Michelin, se han atrevido con locuras como sólo disponer de una carta de vinos naturales o prescindir de carta, sólo siendo posible tomar uno de los menús degustación.

Aún con eso, que algunos podrían considerar una contrariedad, ambos cocineros han puesto Montia en el mapa y entre ellos a sus quesos, apostando por referencias de pequeños productores artesanos de proximidad, que se sirven como prepostre. Ejemplo de ello son referencias abulenses como los de Elvira García pero también el Peña Rubia, de Guadalix, o el ya icónico cabra La Bomba, de la quesería La Cabezuela, situada en Fresnedillas de la Oliva.

Calle Calvario, 4. San Lorenzo de El Escorial, Madrid.

Las Rías Bajas

Rompemos una lanza en favor de otros restaurantes, quizá con menos prestancia, para reivindicar que tener una buena tabla de quesos no exige lucir estrellas o un sol Repsol alumbrando en la puerta. Es el caso de esta sidrería asturiana que ha decidido dignificar el mundo del queso con una amplia variedad.

Rotando cada semana encontramos entre 10 y 15 referencias en las que coexisten quesos asturianos y propuestas de allende la tierrina. Así conviven el Cueva Llonín con goudas, montagnolos y guiños franceses como el Brillat-Savarin.

Calle Poeta Alfonso Camín, 10. Gijón, Asturias.

Pla de la Garsa

En este coqueto local del Born barcelonés se encuentra una agradable sorpresa quesera, capaz de sorprender hasta a los más expertos. Breve pero bien nutrida, con alrededor de una decena de referencias, la propuesta de Pla de la Garsa siempre exige al comensal que se reserve un hueco para quesos.

Aquí abundan referencias artesanales nacionales, como el Ermesenda y el Tou des Til.lers, ambos leridanos, o el Garrotxa gerundense. Además, fraguan una excepcional croqueta de Forme d'Ambert, un icónico queso francés, que no deberías saltarte en tu visita.

Carrer dels Assaonadors, 13. Barcelona.

Tablafina

Perder el miedo a los restaurantes de hotel es más fácil si la propuesta que nos tienta es asequible, entendible y sabrosa. Esto le pasa a los restaurantes Tablafina que encontramos dentro de algunos hoteles NH Collection. Con vocación de tapeo y picoteo, en sus cartas encontramos varias propuestas de quesos, incluyendo guiños locales, con los que es imposible fallar.

Ubicados en Madrid y Barcelona, dentro del NH Madrid Nacional y del NH Collection Calderon, las referencias de ambos son sugerencias de Abel Valverde (al que ya conocemos de unas líneas más arriba), que se han encargado de equilibrar sabores patrios, locales e internacionales para que todo el mundo esté debidamente representado en esta carta de cinco o seis quesos con los que siempre acertar.

Paseo del Prado, 48, Madrid / Rambla de Catalunya, 26, Barcelona.

Hisop

De vuelta a Barcelona es inevitable pasar por Hisop, donde se pone en valor la cocina catalana tradicional pero revisándola con un toque contemporáneo, capaz de revitalizar sabores de siempre en una propuesta asequible a pesar de lucir una estrella Michelin, que ostenta el chef Oriol Ivern.

Allí también brilla su carta de quesos, casi exclusivamente con referencias catalanas, que ponen en valor la versatilidad de los productos locales, capaces de fluctuar entre quesos azules, pastas blandas y cortezas lavadas con facilidad.

Passatge de Marimon, 9, Barcelona.

Angelita

Aunque muchos piensen que en Angelita lo único que lo importa son los tragos, ya sean de vinos o de cócteles, la realidad es que su oferta gastronómica no desmerece a la fase líquida. Aquí es donde cobran capital importancia los quesos, alrededor de una treintena, con procedencias artesanales, que esperan al comensal desde el carrito de la entrada.

Menciones patrias se alternan así con guiños internacionales, bajo la atenta mirada de Rubén Moreiro, jefe de sala y encargado de trasladar estas joyas a la mesa. Entre los clásicos, algunos quesos de Elvira García y alguna mención asturiana como La Peral, aunque siempre encontrarás algo con lo que sorprenderte.

Calle de la Reina, 4, Madrid.

La despensa del Etxanobe

Desde Bilbao, Fernando Canales y Mikel Población despachan una curiosa tabla de quesos como postre desde La Despensa de Etxanobe, la apuesta más de producto de este par de chefs, que también lideran El Atelier de Etxanobe, con estrella Michelin. Suficiente en tamaño y de altísima calidad, ambos chefs proponen un juego de texturas y sabores entre las tres principales leches.

Cabra, oveja y vaca se mezclan así en una tabla de quesos que pellizca referencias españolas y traspasa nuestras fronteras, coqueteando, siempre según temporada, con productos ingleses como el stilton o ilustres franceses como el camembert o el maroilles.

Surtopía

José Calleja se ha esmerado para convertir Surtopía en un bullicioso rincón de Cádiz en el madrileño barrio de Salamanca. Además de su cocina de autor, José ha apostado por incluir una selecta colección de quesos gaditanos, en los que se reivindican razas caprinas como la florida, más desconocida que la payoya pero actualmente en boga.

Sutiles azules, salpicados de pimentón o con curaciones algo más largas son sólo una parte de la propuesta quesera con la que alternar en Surtopía, siempre bien pertrechado de los jereces 11540, que una bodega de Sanlúcar envasa exclusivamente para el restaurante.

Calle de Núñez de Balboa, 106, Madrid.

Casa Solla

Con el sello Michelin marcado desde hace casi dos décadas en su puerta, Casa Solla se ha convertido en uno de los estandartes de la cocina gallega, yendo más allá del producto aunque sin enmascarar nunca los sabores de éste. Responsable de esto es Pepe Solla, que heredó el restaurante familiar pero que ha decidido caminar por la senda de la innovación para reivindicar una Galicia gastronómicamente distinta.

Prueba de ello se puede catar en la colección de quesos con la que culmina las comidas, poniendo en valor a los nuevos productores de la región, donde los quesos azules como el Savel de Airas-Moniz o los fundentes quesos de Cortes de Muar aparecen para terminar de alegrar la sesión al comensal.

Av. Sineiro, 7, 36005 Poio, Pontevedra.

Matritum

Al calor del vino se gestó Matritum, donde su propietario, Xavier Saludes, ha convertido el restaurante en un referente dentro de una zona tan complicada como La Latina. Responsable también de Enoteca Tierra y del restaurante Taberneros, Xavier y su equipo han apostado por darle cabida en la carta a diferentes quesos artesanos nacionales, afinados por José Luis Martín, de Qava.

Rotando según la temporada pero con representación de las tres leches, los quesos de Matritum pueden oscilar entre los azules, como el jienense Olavidia; el Mazuelo toledano, a base de leche de vaca y madurado un par de meses; o el Sant Ignasi, un queso pirenaico de leche cruda de vaca con el que chuparse los dedos.

Calle de la Cava Alta, 17, Madrid.

Taberna Verdejo

Literamente es imposible perderse en la tabla de quesos que desde Verdejo asientan, ya que cada queso llega a la mesa con su respectivo nombre, perfecto para ejercer una tarea didáctica con la que conocer mejor este mundillo.

Quesos españoles conviven así de forma armónica con algunas sabrosas pìezas de otros países, a menudo cambiantes, que descubren para el gran público algunas joyas que ahora están en boca -también literalmente- de todos. Quesos como el Savel, anteriormente mencionado, o el Galmesano (un parmesano a la gallega) no suelen faltar en sus tablas, aunque lo mejor es dejarse sorprender siempre.

Calle de Espartinas, 6, Madrid.

Cheese Bars

Corren muy buenos tiempos para el queso, tanto en restauración como en producción, abriéndose el abanico culinario a un mundo siempre presente en la cocina española pero al que no siempre hemos prestado excesiva atención. Al contrario que otros vecinos, como franceses, o casi vecinos, como italianos, el queso español no ha gozado de especial predicamento, incluso dentro de nuestras fronteras, pero esta situación está cambiado.

Culpa de ello también tienen los cheese bar, un nombre quizá demasiado rimbombante para denominar a un bar de quesos, pero que sirve para ilustrar esas tiendas donde además de comprar, puedes probar in situ algunos de ellos, llevándote a casa los que más te convenzan.

Poncelet Cheese Bar

Paso obligado para los queseros capitalinos, Poncelet lleva casi dos décadas reivindicando el mundo del queso, comenzando con su andadura desde la calle de Argensola. Años más tarde dio el paso a la restauración, ampliando esta panoplia láctica a la calle José Abascal, donde la cocina también se nutre de sus quesos.

Ejemplos como el risotto, los bombones de manchego o la selección de croquetas (con cuatro tipos diferentes de quesos) son la muestra de su devoción quesera. Sin embargo, la traca final viene son sus tablas de quesos, que puedes elegir al gusto, y con las que darte un festín a mesa completa.

Calle de José Abascal, 61, Madrid.

La Majada

No todo el tráfico quesero pasa por Madrid. En ciudades como Valencia encontramos reclamos de cheese bar en los que el refugio láctico está más que asegurado. Nueve tablas de quesos sirven como recibimiento para este coqueto local en el que también puedes llevarte los quesos a casa.

Además, su carta incluye algunas curiosas tentaciones como un sándwich de queso comté, una tartiflette, a base de reblochon saboyano o unas croquetas de cabrales con piñones de las que es imposible comerse sólo una. Todo aciertos para los amantes del queso si hacen una parada en La Majada.

Carrer de Félix Pizcueta, 15, Valencia.

La Quesera Barcelona

Con el queso catalán por bandera, desde los Pirineos hasta Tarragona, pero también con referencias del resto de España y participantes franceses hace La Quesera su zurrón quesero. Perfectos para comprar en tienda pero también para degustarlos en su cheese bar, son unas cuantas las referencias por las que merece la pena pasar en este local barcelonés.

En la fase de cocina también emblemas como la raclette francesa o la fondue suiza esperan al comensal, aunque no se quedan atrás otras recetas menos ortodoxas. Ejemplo de ello es el milhojas de manzana y gorgonzola o un increíble flamenkuchen (un plato alemán, similar a una pizza) de queso maroilles, además de cinco tablas de quesos que varían dependiendo de la estación.

Plaça del Camp, 7, Barcelona.

Foto | iStock

21 restaurantes de hotel donde comerse Madrid: gastronomía con nombre propio no solo para huéspedes

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21 restaurantes de hotel donde comerse Madrid: gastronomía con nombre propio no solo para huéspedes

Lejos quedan los tiempos en que atravesar la puerta de un hotel para no dormir en él era una quimera. Poco a poco se ha ido perdiendo el miedo a esta barrera psicológica, que se difumina en nuestras mentes, para tentarnos desde las cocinas a redescubrir los paraísos gastronómicos que la hotelería guarda.

De ejemplos con estrella Michelin a cocina temática, pasando por más que competitivos restaurantes en los que no hay tanta alharaca, los hoteles de Madrid reivindican su presencia culinaria en el mapa de la capital. Capaces por igual de conquistar al huésped y al madrileño, sin dejar de lado su innegable presencia internacional, los fogones de los hoteles citan a los comensales que ya han vencido al prejuicio, descubriendo la sabrosa versión de estos referentes.

Restaurantes con estrella Michelin

En las grandes ciudades del mundo, los hoteles sirven de acomodo a restaurantes que aparecen en prestigiosas guías culinarias. Madrid no es una excepción y algunos de sus más ilustres locales encuentran el espacio ideal en los hoteles.

Las razones son diversas pero sobre todo les permiten tener un respaldo financiero detrás, aseguran un tráfico de clientes alto y se crean sinergias entre ambos que repercuten en ambos lados de la balanza.

Dos Cielos Madrid by Hermanos Torres

Restaurante Dos Cielos Hermanos Torres

Después de convertir en estelar a su restaurante barcelonés, los hermanos Sergio y Javier Torres aterrizaron en el hotel Gran Meliá Palacio de los Duques, en pleno centro de Madrid. Aquí, con mimbres similares a lo que hacen en Barcelona, han logrado otro par de bordones Michelin.

Basado en lo que ellos llaman "cocina de recuerdos", ambos han apostado por reivindicar la relación entre el productor, el mercado y el chef, añadiendo toques familiares a muchas de sus recetas, que llevan el guiño a la abuela Catalina. Ejemplo de ello son los canelones, aunque no se dejan de lado platos más castizos, como los callos -de bacalao- o preparaciones de corte mediterráneo como el arroz meloso de pescados, salicornia, pulpo seco y coliflor.

Cuesta Santo Domingo, 5.

Cebo

Ubicado en la planta baja del hotel Urban, muy cerca del Congreso de los Diputados, se encuentra Cebo, un adictivo estrella Michelin que regenta Aurelio Morales, que es además el responsable del resto de propuestas del grupo Derby Hotels y que ha convertido este restaurante en un referente de la alta cocina en tan sólo tres años.

Apenas 20 comensales por servicio dan testimonio de la minuciosidad de esta cocina, sólo disponible en una opción, el menú degustación, que puede servirse con tres opciones distintas de maridajes. La experiencia consta de más de 20 pasos (incluyendo snacks), en los que Morales ha perfeccionado su técnica para que la cocina funcione de forma orquestada y que le hacen sonar con fuerza para la segunda estrella.

Carrera de San Jerónimo, 34.

Kabuki Wellington

El hermano 'pequeño' de Kabuki Presidente Carmona es la joya de la corona de los restaurantes de Ricardo Sanz, seguramente el cocinero que más ha hecho por trasladar lo mejor de Japón a España, gastronómicamente hablando. Abierto en 2007, no tardó mucho en alcanzar también el sello Michelin en un entorno de auténtico lujo.

Hoy, Kabuki Wellington no falta nunca en el top 3 de mejores restaurantes japoneses de Madrid, aunque el chef de oriental sólo tenga sus viajes. Las banderas del local son el sushi, el sashimi y el usuzukuri (un sashimi aún más fino, casi transparente) y otras delicatessen de cocina, como el erizo cuando está en temporada, uno de los productos preferidos del propio Ricardo.

Calle de Velázquez, 6.

Ramón Freixa Único

Una década cumple el barcelonés Ramón Freixa con su Único, su aventura de alta cocina en Madrid, que se abre desde el jardín del Hotel Único, en el selecto barrio de Salamanca. Una homonimia lógica, tanto para hotel como para chef, que ha traído en su maleta numerosas herencias familiares del mítico El Racó d’en Freixa, luego llamado Freixa Tradició, donde se educó gastronómicamente, y que cerró sus puertas en 2018.

En Madrid, Freixa apuesta por la misma cocina de orígenes que le nutrió en casa, más conceptualizada pero sin perder de vista el sabor. Ejemplos de 2019 son el ADN del Tomate, tras años de investigación, o el ya clásico canelón de asado de tres carnes con setas y microverduras, que se encuentran en la carta. También hay dos opciones de menú degustación (La experiencia, de 20 pasos, por 150 y El Homenaje: Gran RFXM, de 25, por 180). Incluye a su vez una opción sólo para los mediodías de entre semana, llamada El Petit Menú, con dos platos más postre, que sirven para hacerse una idea del Universo Freixa.

Calle de Claudio Coello, 67.

DiverXo

Para conocer la plenitud de la cocina de Dabiz Muñoz hay que atravesar las internacionales puertas del NH Collection Eurobuilding, un hotel que poco tiene que envidiar gastronómicamente a cualquier gran hotel del mundo, y al que veremos al menos otra vez en esta lista.

Con las tres estrellas -el único de Madrid que las tiene- en el zurrón desde 2013, DiverXo se mudó en 2014 al hotel, aunque Muñoz reconoce que esta propuesta tiene fecha de caducidad y que en 2024 llegará a su fin. Mientras tanto, aparcando los prejuicios, conviene intentar darse el capricho de disfrutar del menú de La cocina de los cerdos voladores (250 euros, más maridaje opcional de 150 más).

Tres horas de propuesta en un vuelo sin escalas que sale de Madrid para conocer Japón, Tailandia, Sudámerica, Europa o África, poniendo en boca del comensal una experiencia gastro de primerísimo nivel. Ejemplo de ello es el caviar asado en un horno tandoori con curry vindaloo y yogur griego o el erizo fresco y caviar cítrico con velo de regaliz, ajo negro y perfume de bergamota.

Calle de Padre Damián, 23.

Santceloni

Óscar Velasco en la cocina, Abel Valverde como jefe de sala y David Robledo como sumiller son tres de las bazas sobre las que se sustenta el éxito del biestrellado Santceloni. Abierto en 2001, el restaurante es un ejemplo de clasicismo bien entendido, tanto en el servicio como en la cocina, sentando cátedra desde la planta baja del hotel Hesperia Madrid.

La propuesta se puede disfrutar tanto a la carta, donde destacan platos como la lubina con gajos de tomate confitados o el jarrete de ternera, cocinado a baja temperatura, y único plato que permanece en la carta desde 2001. La otra opción es apostar por el menú degustación (185 euros y 14 pasos, más otros 125 euros si se quiere apostar por el maridaje). En este sentido, viendo el ticket medio de la carta, superior a los 120 euros, hacen del degustación una apuesta a caballo ganador. Eso sí, no conviene irse del restaurante sin darse el gustazo de su tabla de quesos o de darse un capricho con alguna de las más de 1.000 referencias de vinos.

Paseo de la Castellana, 57.

Restaurantes de precio alto

Cocina de autor y cocina creativa son dos de las bazas por las que suele apostar un hotel para posicionarse como una oferta completa dentro de una ciudad. Entender un hotel de lujo sin una propuesta de restauración que esté a la altura es prácticamente imposible, y menos aún en un mundo tan gastronomizado como el de hoy en día.

Por eso es frecuente que, como en el caso de los restaurantes con estrella Michelin, numerosos cocineros diseñen las cartas o actúen como chefs ejecutivos de algunos grandes hoteles, conscientes de la relevancia que para ambos ofrece este escaparate.

Etxeko

Bless Hotel Madrid Etxeko Madrid

Aunque aún la estrella no haya caído en el 'jardín' de Martín Berasategui, pero viendo la presencia de este Midas de la gastronomía, lo más lógico es que no tarde demasiado en hacerlo. Más allá de cábalas sobre guías francesas, Etxeko es el regreso del donostiarra a Madrid y una buena forma de acercarse a la cocina del más galardonado de los chefs españoles.

Alojado en Bless Hotel Madrid, el chef donostiarra ha creado una carta en la que hay abundan platos creados ad hoc para Etxeko y, curiosamente, aún no hay menú degustación. En la propuesta se alternan así sabores clásicos, como pueden ser los de la txuleta de vaca vieja o los callos, con otras creaciones de índole más internacional como los tagliatelles melosos de calamar con camarones. Como guiños a Lasarte hay notas en los postres, como la torrija tibia de brioche.

Además, el chef firma el resto de propuestas gastronómicas de este hotel, punta de lanza del Grupo Palladium en la capital, por lo que las cartas de Versus (en el lounge) o Fetén (un bar clandestino) también están disponibles bajo el sello Berasategui.

Calle de Velázquez, 62.

Haroma

Restaurante Haroma Heritage Madrid

Mario Sandoval se ha encargado de dotar de personalidad propia a Haroma, el flamante restaurante de alta cocina del hotel Heritage, ofreciendo una carta en torno al producto, que sabe conquistar por igual al paladar internacional que acude al hotel (tiene el sello Relais & Châteaux) o al comensal español que cruza sus puertas.

Hay toques orientales, en forma de nigiri, que están presentes en la fase de los entrantes, en la que abunda el producto apenas tratado. Es el caso del caviar Osetra, del jamón ibérico o de algunas recetas que irradian madrileñismo, como la ensaladilla rusa (con ventresca de bonito).

Más allá de eso el mar también cobra fuerza, con varias menciones al atún rojo, o el curioso esturión en escabeche. El toque cárnico también se completa con clasicismo, gestado en fondos repletos de sabor, como en la suprema de pichón con su estofado o un clásico de Mario, como el cochinillo, que en Haroma se confita sobre una terrina de vegetales.

Calle de Diego de León, 43.

Goizeko Wellington

Posiblemente Goizeko Wellington sea la mejor forma de comprender toda la magnitud de la cocina vasca en un mismo local. Compartiendo plaza con Kabuki, este clásico madrileño es un referente de lo que tradicionalmente se ha conocido como "mesa del poder", albergando entre sus salones a políticos, empresarios y representantes de la alta sociedad.

Su imán para todos ellos, más allá de la calma, una impresionante cocina en la que el producto reina sobre todas las cosas. De ahí que su bacalao tenga justa fama (en especial el Club Ranero), así como la merluza frita o los txipirones.

También presumen de tener buena trufa cuando es temporada -ahora toca la blanca de Alba- y de ofrecer junto a la carta (con un ticket medio de entre 45 y 50 euros) dos propuestas de menú degustación en torno a los 70 euros, que son una buena forma de comprender lo que Goizeko significa. Un clásico atemporal regentado por Jesús Santos y el chef Abel Martellotti que nunca falla.

Calle de Villanueva, 34.

El Jardín de Orfila

Restaurante El jardin de Orfila

De nuevo, Mario Sandoval aparece en la lista, esta vez con un coqueto restaurante en un hotel boutique, el Orfila -también con sello Relais & Châteaux- a espaldas de la acera izquierda del Paseo de la Castellana. La carta guarda cierto parecido con la de Haroma, representando fielmente los valores gastronómicos sobre los que se construye la cocina de Sandoval, haciendo de la materia prima de alta calidad, suavemente tratada, su valor de ser.

Más allá del menú degustación (muy competitivo, por 72 euros y siete pasos), está la carta y un menú ejecutivo, sólo disponible durante los mediodías, de cuatro platos y que está en una franja bastante asequible de 40 euros, un lujo con acento Michelin en un ambiente exclusivo y por un precio que podría parecer irrisorio viendo la propuesta.

Calle de Orfila, 6.

Rib Casa de la Carnicería

El debut gastronómico del grupo Pestana en Madrid viene cargado de carne. El restaurante Rib Casa de la Carnicería, alojado en el hotel Pestana Plaza Mayor, es el primer envite con el que la cadena portuguesa llega a la capital.

Su carta está cuajada de carnes, que van de cortes clásicos como el solomillo o el entrecot hasta tentaciones más salvajes como el tomahawk (en la imagen), superior al kilo. Aunque la brasa es la protagonista, también hay opciones más pausadas como el chupa-chups de costilla (costilla de vaca vieja asada a baja temperatura) o la carrillera estofada.

Para los que no apuesten por la carne, el restaurante siempre tiene un par de ofertas de pescados del día y algunas opciones vegetales como el chuletón rosa o la lasaña de verduras. Todo ello enmarcado en una terraza idílica, en el corazón de Madrid pero sin escuchar sus palpitantes latidos.

Aduana Gran Mélia Fénix

Restaurante Gran Melia Fenix Aduana

Desde uno de los edificios más emblemáticos de la Plaza de Colón se abre la terraza del restaurante Aduana, en la séptima planta del Gran Meliá Fénix. Fiel a su nombre, Aduana reivindica una cocina viajera en la que el lujo del producto es capaz de encontrarse de muy diferentes formas.

Así coexisten las ostras y el caviar con hamburguesas -como la de kobe y queso gruyere- o la pularda rellena de gambas, acompañada de arroz salvaje, en la que las reminiscencias asiáticas están más que presentes. Aunque si un plato se ha convertido en icono del restaurantes es el txangurro a la donostiarra, que llega a la mesa en su caparazón, emulsionado con soja y fruta de la pasión.

La propuesta viajera no acaba con los postres, como es el cheesecake o un retorno a lo castizo, a base de torrija caramelizada. Todo ello en un ticket medio que ronda los 50 euros, lo cual es bastante razonable si apostamos por la terraza de este cinco estrellas repleto de tradición.

Calle Imperial, 8.

Glass Mar

El desembarco de Ángel León en Madrid se produjo en 2017, cuando acudió a la llamada del Hotel Urban (del que te hemos hablado más arriba) para trasladar parte de su cocina marina y marinera a la capital. Aunque las costas no sean precisamente la gran virtud de Madrid, León adaptó parte de sus creaciones para darles un toque más divertido y urbanita, apostando por una mezcla entre barra y bar, alejado de las pretensiones de un restaurante al uso.

El resultado es una combinación en la que el mar sigue siendo protagonista -incluido el plancton-, que en este Glass Mar se puede descubrir en platos como el arroz meloso, la tortilla vaga con gambas (en la foto) o cortes del ronqueo del atún como la ventresca o los callos.

A su vez, otro icono de Aponiente y Alevante, como los embutidos marinos, traslada al comensal aunque sea por unos minutos a las costas de Cádiz, lejos también de los tickets medios de sus restaurantes con estrella, ya que en Glass Mar la comanda por persona no suele irse por encima de los 40 euros.

Carrera de San Jerónimo, 34.

Restaurantes de ticket medio asequible

Lejos de los focos que proyectan las estrellas Michelin y de los tickets abultados por los menús degustación hay muchos otros restaurantes de hotel que conviven dentro de la ciudad.

Propuestas vegetarianas, grandes vistas, cocinas eclécticas con gran variedad de influencias o la siempre segura apuesta del picoteo y las tapas son también buenos reclamos con los que poner el broche gastronómico a un día por Madrid.

Lobo 8

Restaurante Lobo 8 Gran Hotel Inglés

En el Gran Hotel Inglés, en pleno barrio de las Letras, se descubre un aullido culinario que lleva dando mucha guerra gastronómica en la capital desde su apertura. Abierto en su planta baja, en la que también está la coctelería (LobbyTo), la propuesta internacionalista de la carta se ha renovado recientemente de cara al frío.

En ella se destacan los guisos y asados a baja temperatura, que en muchos casos coquetean con aromas de otras latitudes, como es el caso del jarrete de cordero con curry y papaya o la aleta de raya, guisada al carbón. De corte muy global pero centrándose en el producto, Lobo 8 pretende ser una alternativa en el centro de Madrid en el que el huésped y el transeúnte coexistan en torno al sabor.

Calle de Echegaray, 8.

Calle de Hermosilla, 2.

Tablafina

El NH Nacional, en la Milla de Oro del arte madrileño, se descubre Tablafina, la ecléctica oferta para turistas y nativos que NH pone en valor para alcanzar públicos muy diversos en torno a un lenguaje común: la buena mesa.

Así conviven productos de la tierra, sobre todo quesos, conservas de nivel y embutidos (incluyendo jamones ibéricos de las cuatro denominaciones de origen) y que son el primer paso de una aventura en la que reina la llamada fingerfood.

Ya con el tenedor en la mano, platos muy madrileños como las patatas bravas o los callos entroncan con la tortilla de patata y una apuesta de bocadillos de corte internacional, desde el pulled pork hasta la focaccia, donde es imposible sentirse extranjero. Todo ello por un ticket medio ajustado, alrededor de los 30 euros.

Paseo del Prado, 48

Trotamundos

Restaurante Trotamundos Only You Hotel Atocha

La planta baja del Only You Hotel Atocha es de todo menos aburrida. Fieles a su espíritu innovador, Only You ha apostado por hacer de los lobbies de hotel espacios llenos de vida y el de Atocha es un buen ejemplo de ello.

Además del córner de pastelería de Mama Framboise y de una barbería de Malditos Bastardos, parte de esta planta se abre con el restaurante Trotamundos, que ofrece una carta ecléctica, en la que hay opciones para el que no tiene tiempo y para el que dispone de toda la tarde, ideal para compartir pero también para darse grandes homenajes.

Hay guiños internacionales, como la hamburguesa texmex de pollo con mayonesa de jalapeños o el sándwich de langosta, perfectos para los que busquen sabores distintos, pero también referencias patrias, sobre todo enfocadas al público cosmopolita del hotel. Es el caso de las croquetas, de las bombas rellenas de rabo de toro o de las peculiares gyozas de ropa vieja, que reúnen lo mejor de ambos mundos.

Paseo Infanta Isabel, 13.

Hielo y Carbón

Una de las grandes ventajas que aseguran los restaurantes de hotel es un horario de apertura bastante amplio. Esa razón se manifiesta también en Hielo y Carbón, la principal baza culinaria del hotel Hyatt Centric Gran Vía, que abre sus ventanales sobre una de las arterias principales de la ciudad, haciendo de los peatones y los coches una suerte de figurantes que se descubren ante la vista del comensal.,

Fiel a su nombre, en la carta del restaurante se encuentran numerosos ejemplos de brasa, como el pulpo, el asado de tira o el entrecot. Salpicada también de opciones internacionales pero consciente de su ubicación, el chef Pablo Bernal también apuesta por crear una especie de embajada culinaria, por lo que no faltan platos muy españoles como la fideuá, los huevos rotos o el bacalao al pilpil.

Si uno busca algo que trascienda nuestras fronteras, una buena opción es la ensalada de quinoa, el ceviche de Rosa Merino o el arroz meloso con lomo salteado. Además, el ticket medio oscila en los 35 euros, por lo que es un acierto seguro antiestacazos para los que estén por el centro.

Calle de Gran Vía, 31.

Gran Clavel

La esquina que marca Gran Vía con la calle Clavel le sirve a Iberostar Las Letras para bautizar la propuesta castiza de este esquinazo en el que la historia de Madrid se cita. A través de amplias cristaleras, de esas que convierten la ciudad en una panorámica, se convierte el momento del aperitivo o la comida en una cinemascope viviente, mientras Madrid se arrebola en sus aceras repletas y en sus bulliciosos asfaltos.

A todo ello le pone paz este local, que se divide entre vermutería -para los que tengan poco tiempo o ganas de aperitivo- y la casa de comidas, que postula al menú del día como protagonista en cuatro primeros y cuatro segundos, donde no suelen faltar los callos, las judías o las patatas guisadas.

Además, si la nostalgia del cocido te invade y no estás por la labor de pasar el domingo en la cocina, los fines de semana siempre se oferta aquí el más madrileño de los platos, en tres vuelcos, como manda la tradición, con lo que resolver una buena comida en un buen ambiente.

Calle de Gran Vía, 11.

Somos Garra

También domina Gran Vía, aunque desde el otro extremo, donde confluyen Plaza España y Princesa, como si de un francotirador se tratara, este Somos, que abre desde su altura en el segundo piso las vistas sobre este epicentro siempre populoso de la capital.

Fiel al estilo que Barceló persigue, repleto de esencias españolas y algún gesto hacia la galería, la carta de Somos obedece a esos mismos valores que harán la boca agua de un estadounidense, un oriental o un conquense. Hay tataki y hay satay pero la comanda la presiden los sabores españoles que conquistan el mundo, como es el costillar de cordero con salsa de tomillo, entrantes canónicos como croquetas y buñuelos -muy elegantes estos últimos- o arroces y pescados, siendo más que recomendable el rape en salsa de suquet. Y todo ello mientras Madrid desfila ante tus ojos.

Torre de Madrid, Hotel Barceló, Plaza de España, 18.

Flora Fina

Restaurante Flora Fina ICON Embassy

Israel Peralta es el ejecutor de la propuesta saludable de Flora Fina, el restaurante del hotel ICON Embassy, que desde su ubicación en el barrio de Salamanca ofrece una cocina healthy en la que mandan las verduras y que es apto para veganos y también para omnívoros o vegetarianos.

En el primer apartado destacan los nuggets con salsa romescu, muy sorprendentes y que demostrarán a más de uno que lo vegano está cargado de sabor. Apta para dippear, la carta también tiene referencias como patés vegetales -en los que se incluye un muy buen hummus-, que no debe perderse de vista.

En lo animal también hay opciones, además ecológicas, como los dados de pollo con curry o el crujiente de lubina con verduritas. Perfecto para los que quieran cuidarse y busquen un hotel donde todas las opciones gastro estén contempladas.

Calle de Serrano, 46.

The Captain

No todas las propuestas gastronómicas de Jorge Juan tienen por qué significar hacer cola o pagar la zona. The Captain, dentro del hotel ICON Wipton, es un ejemplo de comer bien, apostar por una cocina de aires internacionales y no dejarse la cartera en el intento.

La carta se compone de alrededor de una veintena de platos, que juega con el equilibrio de entrantes y principales, manteniendo un sutil juego de poder entre lo vegetal y lo animal, alternando preparaciones a priori sencillas pero muy sabrosas. Ejemplo de ello son los espárragos trigueros y calabacín a la brasa o el tartar de salmón curado.

Sin embargo, la gran baza es mancharse las manos con uno de sus tres recetones a la americana como el perrito caliente -de los mejores de Madrid-, el sándwich club o la hamburguesa, que eleva ésta a un peldaño superior.

Calle de Jorge Juan, 17.

Ni brunch, ni lunch, ¡esmorzaret! Así es el mítico almuerzo valenciano solo a prueba de valientes

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Ni brunch, ni lunch, ¡esmorzaret! Así es el mítico almuerzo valenciano solo a prueba de valientes

Almorzar, se almuerza en todas partes, pensarán algunos. Pero, amigos, en ninguna parte como en la Comunidad Valenciana se rinde semejante pleitesía a la vieja costumbre de quebrar la mañana con un opíparo festín, de esos que siempre se alargan un poco más de lo debido. El esmorzaret, más que una comida, es una cultura, puesto que en ella se concentra la quintaesencia del carácter valenciano.

Es una celebración del exceso barroco, el gusto por la tertulia y el hedonismo sin excusas. Un ritual sagrado que se repite cada día en todos los rincones de las tres provincias del territorio. Entre las 10 y las 12 de la mañana, a la mayoría de los valencianos "se les cae el boli de la mano" y se lanzan a los bares haciendo "convoy" con los amigos. Se come, se habla, y después se paga a escote y cada uno vuelve a sus menesteres.

Raíces rurales

La cultura del esmorzaret vive en estos momentos un momento dulce de reivindicación identitaria, aunque lo cierto es que es su origen histórico no está en las ciudades, sino en el campo. El almuerzo era el momento del merecido descanso para los agricultores de la huerta que trabajaban de sol a sol y necesitaban reponer energías antes de volver a coger la azada. Acudían al bar del pueblo más cercano con su bocadillo, y lo único que pagaban al mesero era la bebida y la picaeta, compuesta generalmente por aceitunas, salazones, cacaus del collaret o altramuces (tramussos).

La clase obrera trabajadora de las ciudades heredó esta costumbre, lo que explica que los principales templos del esmorzaret sean por lo general bares comunes y corrientes, muchos de ellos situados junto a carreteras o en polígonos industriales. En este tema que nos ocupa no existen las tostadas con aguacate ni los huevos benedictinos. Esto va de bocadillos descomunales, manos llenas de churretes y precios populares. El coste medio de un esmorzaret oscila entre los 5 y los 6 euros.

Al fanático del esmorzaret probablemente le den alergia los muebles de diseño y los camareros que parecen sacados de una revista de tendencias. Le interesa más aquel local donde se pueda aparcar sin problemas y el servicio sea eficiente y rápido (este punto es esencial durante los días laborables, como es lógico). Durante los fines de semana, nuestro fanático está más que dispuesto a recorrer una buena tanda de kilómetros en coche, bici o moto con el objetivo de regalarse una Grande Bouffe en un bar perdido a saber dónde, pero con buena reputación "almorceril".

Los elementos básicos

La Todo preparado para la picaeta de La Paca, en El Cabanyal

Concretemos. ¿En qué consiste realmente un esmorzaret? Digamos que es una especie de cajón de sastre en el que caben todas las combinaciones imaginables de ingredientes, aunque su versión más común es aquella protagonizada por un buen bocadillo atiborrado de chicha, acompañado de un rosario de guarniciones.

Entre ellas no deben faltar las aceitunas (a ser posible partidas), un surtido de salazones (herencia de los romanos), altramuces (tramussos) y cacaus del collaret, que son una variedad autóctona de cacahuetes que llevan dos granos por vaina y resultan mucho más sabrosos que los que solemos encontrar en el mercado debido a que contienen una mayor concentración de grasa. En los locales con más solera, la picaeta te espera en la mesa antes de que termines de coger asiento.

Cacau Del Collaret Reduc

El catálogo de bocadillos de esmorzaret es inabarcable, pero los más populares son: el Almussafes (sobrasada, cebolla pochada y queso); Pepito (el nombre se debe al tipo de pan. Puede venir relleno de pisto y pasado por huevo en la freidora -como lo preparan en Casa Mundo-, o relleno de entrecotte con el pan a la plancha con mantequilla -al estilo Aquerium-); el de carne de caballo; el de calamares con mahonesa; el de esgarraet (deliciosa mezcla de pimientos asados, bacalao desmigado y ajo); el Blanco y Negro (longaniza y morcilla) o el Chivito (bacón, lomo de cerdo, huevo, lechuga, mahonesa).

¿Y de beber? La reina suele ser la cerveza, el vino de la casa con gaseosa o llimonà y el vermú. Simple y sencillo.

El banquete se corona con un café creamet cuya función es la de ponerle a uno en órbita de nuevo, ya sea para volver al trabajo o para seguir la sobremesa con los amigos dándole a la mistela o a la cazalla.

El cremaet, artefacto inventado en tierras castellonenses, no debe nunca confundirse con el carajillo clásico. Es distinguible a simple vista por su estratificación en tres niveles, y es que la tradición dicta que se sirva en vasos de cristal para lucir el brebaje. Primero se vierte ron (o brandy) -color transparente- y se le prende fuego. Después se añade el café -capa marrón oscura- y por último la crema -capa color beige-. Este tipo de café se adereza con canela, limón, un par de granos de café y una enorme cantidad de azúcar que despertaría la ira de cualquier dietista.

¿Habíamos comentado que el esmorzaret no es una comida apta para espíritus melindrosos?

En busca de los mejores almuerzos

Liderado por el crítico gastronómico Paco Alonso, buque insignia de la cultura del esmorzaret, un grupo de expertos en el tema ideó el año pasado un curioso buscador virtual de aquellos restaurantes y bares donde mejor justicia se hace a la comida preferida de los valencianos.

Asador Foto: Barhunter & Foodlover Esmorzaret

En este mapa se puede filtrar el rastreo por categorías tan curiosas como "bar de currito" o "bar de señorito". También se puede escoger entre bar tradicional, "almuerzódromo", "Dos ruedas" (para indicar aquellos que son parada habitual de ciclistas, motoristas y transportistas) o "Sección Cacau D'Or", que son aquellos locales han sido galardonados en el concurso que organiza Amstel cada año, que son como las estrellas Michelin del esmorzaret. En cualquier casi, si tuviéramos que destacar algunos de los bares más populares en este campo, tendríamos que citar los siguientes:

La Pascuala
C/ Doctor Lluch, 297-299. Malvarrosa (Valencia)

Un clásico imprescindible del esmorzaret valenciano. Bodega situada en el barrio del Cabanyal donde no se andan con bromas. Aquí los bocadillos son barras de cuarto enteras. El más demandado, la brascada de carne de caballo, jamón a la plancha y cebolla, o el Republicano, con dos unidades de longaniza, dos morcillas, y dos chorizos, en compañía de patatas y all i oli.

Rausell
C/ Ángel Guimerá, 61 (Valencia)

Podría encuadrarse dentro de los "bares de señorito", para los que buscan un almuerzo de altos vuelos, con producto de primerísima calidad. Aquí no se cumple el axioma de los 5-6 euros de precio medio, pero la experiencia vale la pena. Es una de las mejores barras de la ciudad.

Bar Alhambra
C/ Calixto III, 8 (Valencia)

Para los amantes de la tortilla de patata. Desde hace tres décadas, Benito Bazán y Placen Benáges preparan las mejores de la ciudad (no muy cuajadas, por supuesto). Además son un espectáculo para la vista (cada una de ellas lleva nada menos que 32 huevos y pesa dos kilos y medio).

Marvi
Calle Santos Justo y Pastor, 14 (Valencia)

Un esmorzaret mestizo, con guiños a la gastronomía gallega. Los propietarios de este local, originarios de Ourense, se distinguen de los demás por incluir el pulpo a feira y el lacón cocido en sus almuerzos.

El Pastoret de Náquera Foto: El Pastoret de Náquera

El Pastoret de Náquera
Carrer Pi del Salt, 10. Náquera (Valencia)

Uno de los preferidos de los aficionados al ciclismo, al ubicarse en una zona montañosa con preciosas rutas de senderismo. Son famosos por el tamaño y la "sobrecarga" de ingredientes de sus entrepans.

Les Tendes
Avenida del Mar, 59. Almàssera (Valencia)

Otro imprescindible, ubicado en una antigua alquería.

Ca Pere
C/ Uno – Pol. Ind. La Mina. Nules (Castellón)

Emplazado en un polígono industrial, entre fabricas de azulejos y naranjos. El secreto de su éxito está en la brasa y la variedad de producto que ofrece a su fiel clientela. Puesto que estamos en Castellón, aquí encontramos el creamet en su mejor versión.

Ka Tere
Camí de la muntanya, 1. L’Alcudia (Valencia)

Según los entendidos, los almuerzos de Ka Tere son imbatibles. Generosos y variados.

Hostal Llácer
Avenida del Mar, 37 La Xara (Alicante)

Local amplio y muy popular que lleva gestando su prestigio desde los años setenta. Su especialidad son las cocas recién hechas, que se desaparecen de la vitrina a los cinco minutos de salir del horno. Las hay de todo tipo: de aceite y sal, de pisto, de longaniza y morcilla, de habitas, cebolla y guisantes...

Fotos | Barhunter & Foodlover Esmorzaret- El Pastoret de Nàquera - Instagram

¿Se puede innovar en la receta del cachopo asturiano? Probamos sus versiones más extravagantes

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¿Se puede innovar en la receta del cachopo asturiano? Probamos sus versiones más extravagantes

Sin duda, la receta del cachopo asturiano de ternera es uno de los platos más populares del Principado, y es normal que en cada casa y en cada restaurante se haga una versión o adaptación del mismo, al igual que sucede con otras recetas, pero... ¿se puede innovar en la receta del cachopo asturiano? ¿Qué variaciones serían naturales?

Podemos pensar en cambiar la variedad de queso del relleno, se puede servir con la clásica guarnición de pimientos o usar otras verduras. Incluso meter estas como relleno entre los filetes. Se podría incluso jugar con la carne, haciendo el cachopo con carne de ternera como es la tradición, o utilizando otras carnes como el cerdo, o el potro.

Podemos cambiar el empanado y sustituir el pan rallado por panko, pero ¿existe algún límite? ¿Seguirían siendo cachopos? La respuesta es muy sencilla: todo vale en cuanto a la creatividad en la cocina, aunque los gustos y aprobación de los clientes (o de la familia), son los que nos dirán si debemos mantener ese cachopo moderno o volvemos a las elaboraciones más tradicionales.

Cachopo Marimorena

En un viaje por el principado, tuve la oportunidad de acercarme a la taberna asturiana La Marimorena, un clásico en materia de cachopos que ha ganado en varias ocasiones el Concurso Regional de Cachopos, y que además, cada año lanza un cachopo innovador.

Allí pude probar además de su cachopo clásico, -elaborado con carne IGP de ternera asturiana, jamón de bodega y queso Vidiago-, algunas variaciones sobre el mismo que han ganado premios en los concursos regionales de los años anteriores y que analizamos a continuación.

Cachopo Primitivo Cachopo primitivo de La Marimorena

El llamado Cachopo primitivo fue el ganador de la IV edición del Concurso Regional de Cachopos en 2017. Este cachopo está elaborado con carne IGP de ternera asturiana de la Montaña ecológica, queso de la Peral, jamón de bodega de gochu astur-celta y un rebozado en harina de trigo y pan rallado. De guarnición patatas y lechuga viva. Esta interpretación del cachopo ha jugado con los ingredientes, imaginando cómo se haría este plato hace cien años, y consiguiendo un resultado que funciona muy bien.

Cachopo 2 Abierto Cachopo Asturias de Oriente a Occidente abierto para ver su relleno con puerro y mezcla de quesos

El Cachopo Asturias de Oriente a Occidente fue el ganador del V Concurso regional, en 2018. Este introdujo numerosas variaciones, al utilizar distintos quesos en el interior del cachopo -Gamoneu, Afuega el pitu y Taramundi- y además, en su relleno, utilizaba una mezcla de puerros confitados, nueces y jamón, que lo hacían muy jugoso. Además el rebozado lleva mezcla de harinas de maíz y de escanda.

Aunque para un purista pueda ser una variación atrevida con el puerro y los distintos quesos, mantiene el aspecto de un cachopo tradicional y la receta funciona bien, según comprobé en mis propias carnes y preguntando al personal que comía en La Marimorena.

Cachopo 1 Cachopo Los pastos de Piloña, subcampeón nacional 2019

Visualmente es un cachopo espectacular con ese gran prado verde y las originales guarniciones que asemejan balas de paja detrás de las vallas o talanqueras elaboradas con patata. El rebozado verde se hace con espinacas, estragón y pan rallado, cuyo sabor se nota, más allá del aspecto.

En el interior, se utiliza una mezcla de quesos Casín, Fraxon y Ca Lechi, avellanas, setas y tocino, y las balas de paja se hacen con huevo, patatas y pasta Kataifi, consiguiendo un aspecto muy realista. Sin embargo, en mi opinión este cachopo no funciona.

Racion Verde Porción del cachopo Los pastos de Piloña de la taberna asturiana La Marimorena

Quizás sea porque esperamos algo diferente, o como en aquel viejo anuncio de la tónica, quizás sea porque lo hemos probado poco, pero aunque es el más espectacular visualmente, en boca es el que menos nos gusta. Incluso los camareros nos dicen que el clásico y el primitivo son los que más salen, los que más pide la gente y los que más les gustan a ellos mismos.

Conclusiones

Cachopo 2

Por supuesto que la creatividad de los cocineros consigue resultados y presentaciones espectaculares y muchas de las innovaciones que realizan, se incorporan a las recetas tradicionales, cuando así lo merecen. Sin embargo, aunque cada año estoy deseando ver las nuevas versiones del cachopo, -que sin duda seguirán llegando-, creo que es difícil superar una elaboración tradicional, más allá de darle un toque personal jugando con los ingredientes.

Innovar con el relleno me parece la mejor opción, introduciendo verduras, probando distintos quesos asturianos, jugando con el tamaño y haciendo formatos para pincho o ración, etc, aunque los cambios radicales, por más que sean muy Instagrameables, no ayudan a la evolución de esta receta, que si gusta es por su sencillez.


Qué es la ruta del mosto, un clásico de la gastronomía de Jerez y Aljarafe, y qué se come y se bebe en sus ventas

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Qué es la ruta del mosto, un clásico de la gastronomía de Jerez y Aljarafe, y qué se come y se bebe en sus ventas

Pasada la vendimia, y bien entrado el otoño, comienzan a ondear banderas rojas en las ventas que rodean a Jerez de la Frontera. Es el indicativo de que se puede degustar el primer mosto de la temporada, una bebida que no significa aquí lo que en el resto de España.

Este mosto, que encontramos tanto en Jerez como en la comarca sevillana de Aljarafe, no es un zumo de uva: es el primer vino elaborado tras la vendimia, que se ha encubado durante unos cuarenta días, hasta alcanzar unos 12 grados de alcohol, y que constituye la base de todos los vinos del Marco. Un vino algo ácido, muy fresco y refrescante, con resquicios florales.

La historia de los mostos andaluces es la misma que la de los furanchos gallegos o los guachinches canarios: son casas en las que se producía vino y, de cara a colocar los excedentes entre los vecinos, se ofrecía también comida.

Con el tiempo, algunos mostos se han ido profesionalizando, pero la mayoría solo abre entre cinco y seis meses al año y tiene una oferta gastronómica muy concreta, que gira siempre en torno al vino, protagonizada por platos bastante desconocidos en el resto de España y buena parte de Andalucía.

Mosto Domi2 Ajo campero y mosto, los elementos básicos de la ruta.

Ajo campero, berza y menudo

El ajo campero es el plato estrella de la ruta del mosto, una suerte de salmorejo caliente, que se elabora con pan duro, tomates, pimiento, ajo y aceite de oliva. Se suele hacer en grande cantidades, en un lebrillo: una gran vasija de barro vidriado, donde se machaca el pan y las verduras. En los mostos es tradicional servirlo junto a un rabanito.

Estamos en invierno, y los platos calientes mandan. No suele faltar la berza jerezana, un cocido de origen gitano que suele mezclar garbanzos y alubias, con diversas verduras (como cardillo, acelgas o apio) y bien de cerdo (lomo, tocino, chorizo y morcilla). Tampoco el menudo, como se conoce en la provincia de Cádiz a los callos, que se caracterizan por llevar bastantes garbanzos y estar bien picantes.

Estos guisos tradicionales se suelen completar con todo tipo de chacinas, carne de caza, conejo de campo o cola de toro.

Mosto Anina El mosto de Añina.

Temporada de mostos

Los mostos abren sus puertas a mediados de noviembre en Aljarafe y a primeros de diciembre en Jerez. El puente de la constitución suele ser el elegido por muchos jerezanos para visitar los mostos, que permanecen abiertos hasta primavera.

Hay muchos mostos dispersos alrededor de la ciudad de Jerez, en carreteras como la que va de la capital a Trebujena, pero no todos conservan la autenticidad de antaño. Como cuentan en el Diario de Jerez, para visitar los buenos de verdad, hay que quedarse con nombres como el Cerro del Arte, Puskas o Confitera, y preguntar cómo se llega. Allí se encuentra la verdadera esencia de la cultura jerezana, plagada de vino y flamenco.

Ahora solo falta saber si este año San Andrés (que se celebra el 30 de noviembre) viene frío. La tradición manda que solo así se pone a punto el buen mosto.

¿Pagar por vendimiar? “Muy poca gente ha pisado la uva y alucina con nuestros talleres”

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¿Pagar por vendimiar? “Muy poca gente ha pisado la uva y alucina con nuestros talleres”

Vendimiar no es una actividad placentera. Es uno de las pocos trabajos agrícolas que sigue siendo en su mayoría manual: tranchete en mano (así se llama la navaja curva que se utiliza para cortar los racimos de uva) decenas de miles de temporeros han recogido en las últimas semanas toneladas y toneladas de uva, dejándose los riñones.

Para estos trabajadores, y para cualquiera que haya vendimiado alguna vez en su vida, el hecho de pagar por una actividad semejante puede resultar incomprensible. Pero es algo cada vez más habitual en muchas bodegas españolas, que han visto en este tipo de enoturismo un filón con el que redondear la cuenta de resultados (y, de paso, promocionar sus vinos).

Cepa 21, una de las bodegas del grupo Emilio Moro, fue una de las pioneras en ofrecer lo que ellos llaman Taller de Vendimia, una iniciativa que ha cumplido siete años en esta campaña, que finalizará el próximo fin de semana.

Vendimia1 La parcela de Cepa 21 reservada para el taller de vendimia.

Así es el taller de vendimia

Como nos explica Alicia Herrero, responsable de enoturismo de la bodega, la idea de poner a vendimiar a los turistas no partió de las bodegas que, suponemos, tampoco podían imaginar que la gente estaba deseando pagar por vivir esta actividad. Fue una iniciativa del Ayuntamiento de Valladolid que, en 2012, pidió a algunas bodegas de la Ribera del Duero (entre ellas Cepa 21) que enseñaran cómo se hacía la vendimia a una misión comercial china.

Vendimia6

“Los chinos no podían creérselo”, explica Herrero a Directo al Paladar. “Disfrutaron muchísimo, sobre todo pisando la uva, pero luego no querían beberse el mosto”.

El éxito de la visita inspiró a Cepa 21 para ofrecer una actividad muy similar a todo el que quisiera experimentarla. Y cada, año, aseguran, atrae a más gente. Obviamente, los turistas no hacen el trabajo de los temporeros, pero se dan un paseo por los viñedos, aprenden cómo se selecciona y recoge la uva y practican el tradicional pisado, del que extraen su propio mosto, que pueden probar. Si a esto le sumamos una visita a las bodegas (que están en plena efervescencia) y un picnic acompañado de vino y jamón ibérico, empezamos a entender por qué el taller es un éxito.

Para los chinos -que como explica Herrero fueron a vendimiar con paraguas, para protegerse del sol-, la producción de vino es algo completamente ajeno a su cultura, pero en España cada vez hay más urbanita ajeno por completo a las labores del campo. “Muy poca gente ha pisado la uva y alucina con nuestros talleres, pues es algo que no han visto en otras bodegas”, explica Herrero.

En solo un mes han pasado 400 personas por el taller, un 20 % de los cuáles eran extranjeros. Y podemos encontrar todo tipo de perfiles, tanto familias, como parejas sin hijos, e, incluso, grupos de empresa que realizan actividades de team building.

No es una actividad cara: cuesta 15 euros por persona, 25 euros con picnic, una opción que se ha introducido este año y ha sido todo un éxito. Los menores de 18 años, además, no pagan.

Vendimia7 Alicia Herrero sujeta el mosto que acabamos de extraer pisando la uva.

La vendimia real no es tan relajada

Experimentamos el taller de Cepa 21 acompañados por el mejor anfitrión, el presidente de las bodegas, y alma mater de la compañía, José Moro (en la foto de apertura).

No tiene su mejor día. Tras un mes de vendimia arrastra un buen resfriado, pero su entusiasmo es poderoso y, tras dos copas de vino, parece que está en plena forma. Ahora bien, reconoce que está deseando que se recoja el último racimo. “Cuando echamos la llave de la vendimia ya te relajas”, explica, “pero es una tensión brutal”.

Moro ha sido el primer bodeguero de la historia en entrar en la lista Forbes España de los 100 empresarios líderes en innovación, gracias a un proyecto bautizado como Sensing4Farming que combina sensores en campo, big data y tecnología de imágenes de satélite para maximizar el rendimiento y minimizar el impacto ambiental de la producción de vino. Pero, pese a contar con una de las viticulturas más avanzadas de España, la producción de vino sigue estando a merced de las condiciones meteorológicas, cuya impredictibilidad ha llevado siempre a los bodegueros por el camino de la amargura.

Vendimia4 José Moro nos enseña los depósitos donde ya se fermenta la practica totalidad de la uva.

Esta vendimia, asegura, ha sido una de las mejores de los últimos años: “No he visto tanta cosa buena junta”. Pero, como siempre, la viticultura ha tenido que ir adaptándose a las condiciones concretas de la temporada. “Cada año hay un matiz diferente”, insiste, “no he visto año igual”.

El tiempo no puede controlarse, pero lo que ocurre en bodega sí, y es en este punto en el que contar con más y mejor información puede ser determinante. “Queremos tener los suficientes datos para soportar con estos las decisiones que hoy tomamos por intuición y experiencia”, explica Moro.

En año y medio, asegura, empezarán a contar con el suficiente volumen de datos como para tomar mejores decisiones, pero por mucha tecnología con la que cuenten es imposible impedir que una lluvia o helada a destiempo merme la producción.

Si nada cambia, Moro seguirá teniendo septiembres y octubres igual de intensos, pero no hay más que verle para comprobar que, resfriados aparte, los disfruta como un niño. Y aunque asistamos a una vendimia de teatrillo, entendemos por qué hay mucha gente dispuesta a pagar por ello: cuando tomas un vino importa más el relato que lo rodea que el propio vino, y si nunca has conocido cómo se obra la magia es muy difícil entenderlo.

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Airbnb estrena sus experiencias de turismo gastronómico: aprende a hacer pasta con una abuela romana o prepara cajas bento en Japón

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Airbnb estrena sus experiencias de turismo gastronómico: aprende a hacer pasta con una abuela romana o prepara cajas bento en Japón

Airbnb, la popular plataforma de alquiler de alojamientos, lleva un tiempo moviendo ficha en el lucrativo mercado de las experiencias turísticas. Y solo era cuestión de tiempo que estrenara una oferta especialmente diseñada para los amantes de la gastronomía, uno de los más importantes grupos de viajeros. Y es que seis de cada diez turistas eligen el destino de sus vacaciones por el atractivo de su cocina local.

La nueva categoría de actividades, bautizada como Experiencias entre fogones, reúne más de 3.000 experiencias en 75 países del mundo, en las que los viajeros podrán aprender a preparar todo tipo de recetas, de mano de anifitriones locales de todo tipo.

Como explica la compañía en un comunicado, al contrario que las clases de cocina estándar, que requieren mucho tiempo y pueden intimidar a los participantes más amateur, estas experiencias se basan en la conexión que se crea entre un grupo de personas reunidas para cocinar y disfrutar de una comida en común. Gracias a estas actividades, cuyos anfitriones incluyen familias, agricultores y reposteros, entre otros, los expertos de un lugar pueden dar a conocer el significado tras la comida de un lugar, enseñar recetas tradicionales y compartir historias en entornos íntimos de todo el mundo.

Entre las experiencias más curiosas encontramos una cooking party con un grupo de drag queens de Lisboa (85€ por persona), un taller para montar cajas de bento en Fujinomiya, Japón (48€ por persona) o una clase de pasta fresca con una auténtica nonna italiana (85€ por persona)

Airbnb1

Cocina con famosos locales

Con motivo del estreno del nuevo paquete de experiencias, Airbnb ha organizado una serie de actividades con famosos locales, que sirvan de promoción a la iniciativa.

En España, las escogidas han sido la presentadora y actriz Cayetana Guillén-Cuervo y su madre, la también actriz Gemma Cuervo. Durante la experiencia madre e hija compartirán y cocinarán sus recetas familiares para esta fiestas navideñas con los huéspedes que se apunten a la experiencia a través de la plataforma. Además, todos juntos degustarán el resultado en una comida informal, ¡una oportunidad única para conocer mejor a dos iconos del cine español! . La experiencia podrá reservarse en airbnb.es/cayetana a partir del 3 de diciembre a las 18:00h.

Airbnb Cayetana

Oferta de lanzamiento: viaja gratis a Italia

Con motivo del lanzamiento de Experiencias entre fogones, Airbnb invita a los apasionados por la cocina a postularse -o nominar a su cocinero favorito- para disfrutar de un viaje gastronómico único en Italia, donde aprender a refinar su receta familiar y darla a conocer en un libro de cocina de Airbnb, que será presentado en 2020.

Los 100 participantes seleccionados podrán estudiar en compañía de expertos culinarios como el chef David Chang y su madre, Sherri, durante uno de los cuatro cursos de cinco días de duración que se impartirán en la Universidad de la Ciencia Gastronómica de Slow Food (UNISG), que se encuentra en Pollenzo, al norte de Italia, en un emplazamiento reconocido como patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Para optar a ser uno de los 100 seleccionados que participen en el viaje a Italia, los usuarios de Airbnb que cumplan los requisitos deberán enviar una solicitud o nominar a sus aspirantes a chef favoritos a través de su página web, donde deberán enviar una redacción sobre cómo la pasión del aspirante y sus recetas familiares le hacen el candidato perfecto para esta oportunidad.

El proceso de solicitud estará abierto hasta el 24 de diciembre a las 5:59 de la mañana, hora española. Los 100 participantes serán seleccionados por un tribunal que incluirá representantes de Airbnb, de Slow Food y de la Universidad de la Ciencia Gastronómica. Cada uno de los cuatro cursos a los que optarán los ganadores contará con 25 plazas, cuyo inicio será los días 15, 22 y 29 de junio y 6 de julio de 2020.

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El Entroido gallego, la pantagruélica mezcla entre carnaval y fiesta gastronómica

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El Entroido gallego, la pantagruélica mezcla entre carnaval y fiesta gastronómica

No hay fiesta o celebración en Galicia que no pase por la comida o la cocina. No importa que hablemos de Coruña, Lugo, Ourense o Pontevedra; no importa que hablemos del interior o de la costa; no importa que hablemos de San Xoan o que lo hagamos de la Festa del Albariño; nada impide que en Galicia una fiesta no se celebre alrededor de la mesa y eso, inevitablemente, también nos llega al Entroido o Carnaval Gallego.

De fuerte arraigo en zonas rurales, el Entroido es un festival en el que disfraces y máscaras se suceden en las fechas próximas al Miércoles de Ceniza en más de 170 pueblos de toda la comunidad, si bien en algunas localidades las fiestas se extienden durante varias semanas.

Tal potencia y predicamento tienen entre la población, que mantuvo incluso estas costumbres durante la dictadura franquista, cuando los carnavales no gozaban del mismo beneplácito de las autoridades, que en la actualidad varios de ellos están declarados como Bien de Interés Turístico. Es el caso del llamado Triángulo Mágico de Ourense, donde disfrutan de especial fama los entroidos de Xinzo de Limia -de Interés Turístico Internacional, Verín -Interés Turístico Nacional-, Viana do Bolo, Laza, Manzaneda, Vilariño de Conso y Maceda, que junto a los coruñeses Xenerais do Ulla (en dicha comarca) y los pontevedreses de Cobres, ostentan ese categoría cultural y turística.

Música, artesanía y mucho color

Entroido de Cobres Carnaval de Cobres en Vilaboa, Pontevedra. (Imagen cedida por Turismo de Galicia)

Lo importante de los entroidos es disfrazarse, de lo que sea, aunque hay personas singulares en todos los pueblos, como el Boteiro de Viana, los peliqueiros de Laza, los cigarróns de Verín o las pantallas de Xinzo, que desfilan por las calles, llenando de colorido los días de Carnaval.

Documentado como fiesta en algunos pueblos desde el siglo XVIII, el entroido es un alegato festivo en el que además se invierten grandes cantidades de dinero y de tiempo para confeccionar algunos de los disfraces de esta fiesta que salpica la geografía gallega.

Carnaval

Algo que les ocurre a las madamas de Laza (algunos trajes llegan a pesar siete kilos y necesitan decenas de horas de trabajo) o los voluminosos cigarróns, donde se necesitan varios ayudantes para vestirse con el par de docenas de kilos que puede pesar toda la parafernalia.

Androlla y cachucha: tanto monta, monta tanto

El significado de carnaval deriva del italiano carnavale, que significa "dejar la carne". Este pequeño pecado, inviable para muchos gallegos, hace que resulte más necesario que nunca lanzarse con fruición a devorar y celebrar gastronómicamente hablando. Es el caso del Entroido de Viana do Bolo, que se hace coincidir con la Festa da Androlla, un voluminoso embutido (alrededor del kilo y medio) un manjar a base de carne de cerdo picada y aderezada con pimentón, ajo y sal, que se embute en una tripa gruesa con trozos de costilla, se ahuma y se deja secar durante un par de meses.

Entroido Androlla Androlla con patatas. (Imagen cedida por Turismo de Galicia)

Semejante homenaje, para el que sólo hace falta una ligera cocción, se acompaña -como no podía ser de otra forma en Galicia- de cachelos recién cocidos y de grelos, que viven su especial apogeo durante el invierno.

Junto a la androlla, otros ingredientes cobran fuerza en los entroidos orensanos, como es el caso de la cachucha -cara del cerdo- en las comarcas de Verín y Laza. Ligeramente ahumada, generalmente con leña de castaño y roble, estas jetas se condimentan con pimentón dulce y picante, sal, ajo y orégano al gusto, dejando todo su aroma y sustancia en platos tan contundentes como el cocido gallego -no confundir con el pote-, donde suele formar pareja de baile con el lacón y con los chorizos ahumados.

Androlla

Aunque si uno persigue el atracón de cachucha, sus pasos deben dirigirse a O Carballiño, Laza y Allariz, donde las cachuchadas durante el entroido están a la orden del día.

Todas estas verbenas, cocidas a fuego lento en las potas, siempre andan provistas de grelos, que ponen el contrapunto vegetal y ligeramente amargo, y los idolatrados aunque modernos cachelos. Sí, moderno porque hasta bien entrado el siglo XIX, en Galicia, como en el resto de España, la patata no era un ingrediente especialmente conocido.

Caso contrario le pasaba a la castaña, que hoy ha perdido fuelle, que ejercía un papel hegemónico en la cocina gallega, y que tan pronto hilvanaba una sopa como acompañaba a la preciada cachucha. Secada con mimo en los sequeiros familiares, la castaña cocida aporta su toque dulce a la jeta desalada y cocida, que en ocasiones se fríe, dando como resultado un aperitivo digno de las más sabrosas mesas.

Quizá por eso no le faltaba razón a Álvaro Cunqueiro, gran prócer de las letras gastronómicas de Galicia, que loaba en su libro La Cocina Gallega a la buena pareja que cerdo y castaña hacían: "el que no llevó a la boca una tajada de tocino enfrebado, con hebras con una castaña, tocino bien cocido que se deja aplastar con el tenedor, con la castaña, ése tal perdió uno de los sabores más cabales de la cocina nuestra antigua".

Lalín, el monumento al cocido

Quizá sólo en Galicia sean capaces de lograr algo tan heroico como convertir al cocido en Fiesta de Interés Internacional y eso sucede en Lalín, donde tan magno plato se ha puesto en el disparadero turístico con total merecimiento. Celebrado desde la última semana de enero, cuando da comienzo la fiesta con la Encomenda do Cocido, Lalín se impregna del poderoso aroma que emana de las potas y de las cazuelas, fraguando desde hace décadas un auténtico placer gastronómico.

Entroido Cocido Cocido gallego. (Imagen cedida por Turismo de Galicia)

Nada menos que la LII edición se ha celebrado durante este 2020, prueba de lo muy en serio que un gallego se toma las cosas del comer y donde podemos encontrar, como si de un puzzle se tratara, el despiece de un cerdo llenando de sabor cualquier caldo.

Consagrado a este animal, que bien podríamos llamar el mejor amigo del hombre, el cocido de Lalín se precia de ir bien surtido de chacinas y cortes. En la preparación oficial cabe el lacón curado, la cabeza de cerdo, el espinazo y el rabo, el tocino y la costilla, el despiece facial de morro y oreja, una pizca de uñas (manitas), chorizos -los de Lalín, que tienen menos grasa de lo habitual- y los chorizos ceboleiros -de tamaño generoso y el sutil sabor dulce de la cebolla- y algo de lengua de vaca, un poco de gallina y jarrete de ternera. ¡Y el unto, claro!

A su lado y reivindicando tierra están los garbanzos, los cachelos, los grelos y las habas, que conforman un plato potentísimo y sustancioso de los que piden sobremesa a gritos.

Hagan paso al lacón

Con la matanza y San Martín en la memoria y las alacenas cargadas de chorizos y cachuchas, el despiece del cerdo se convierte en una invitación a disfrutar del Carnaval sin remilgos y a grandes bocados. En localidades como Cuntis, el lacón con grelos presume de carácter festivo, celebrándose anualmente por estas fechas una feria en la que la sencillez y nobleza de estos dos ingredientes atraen a viajeros que llegan de todas partes de España. No existe demasiada ciencia en esta relación gastronómica, sólo el sentido común de aprovechar lo que campo y corral ofrecen, poniéndolo en la misma bandeja.

Lacon

Proveniente siempre de las paletillas del animal y nunca del jamón, el lacón es una rareza culinaria porque los cerdos que se usan para ello no son demasiado grandes -ya que complicaría el salado y el lavado, que deben ser relativamente breves- y porque el resultado es una carne rosácea, amablemente salada y muy untuosa.

De él hay dos versiones catalogadas dentro de la Denominación de Origen Protegida: el tradicional, que procede de cerdos que se han alimentado de cereal, bellota, castaña y tubérculo -un marrano con suerte, vaya- y el lacón gallego, que procede de cerdos alimentados con piensos controlados y autorizados por el Consejo Regulador.

El ritual de esta sencilla receta no tiene demasiada ciencia pero sí paciencia. Para ello hay que desalar el lacón, cambiándole el agua cada 12 horas durante dos días, aunque en el pasado, ante la escasez de refrigeración y cuando las matanzas se tenían que estirar más, los procesos de salado eran mucho más intensos.

Por esa razón es fácil encontrar en recetas antiguas procesos de desalado que implicasen varios días pero que hoy no son necesarios. Una vez desalado y cocido -proceso a olla tapada, de unas tres horas- nuestra estrella invitada está lista y sólo habrá que cocer las patatas y dar un ligero escaldado a los grelos y disfrutar del jueves lardero, que es como popularmente se conoce al jueves anterior al domingo de carnaval.

Dejen hueco para el dulce

Pensar en el reloj cuando uno se planta ante una mesa de entroido es una utopía para la que nunca hay que tener prisa. Si crees que lo has visto todo, aún estás a tiempo de frotarte los ojos y apelar al momento goloso con tres nombres propios: filloas, bica branca y orellas. Para deleitarse con las primeras y aprovechar el tirón carnavalero el destino está claro: Lestedo, un pequeño concello coruñés en Boqueixón que lleva celebrando una fiesta en su honor desde hace más de 35 años.

Entroido Filloas Filloas gallegas. (Imagen cedida por Turismo de Galicia)

Con los primeros de marzo marcados en rojo en el calendario, los habitantes de Lestedo se consagran a este sencillo postre, disponiendo sobre sus filloeiras, enormes sartenes de piedra, esta masa sabrosa y versátil, que tan pronto se emparenta con un queso como el San Simón, envuelve a un trozo de chorizo, se disfruta con miel o se degusta sola. Harina, huevo y leche -o caldo- son la base sobre la que deleitarse con este económico bocado que no tiene nada que envidiar a las crépes.

Tal es la magnitud de la fiesta que en Lestedo han inventado una enorme filloeira, capaz de producir 3.000 filloas a la hora. Los que las prueban dicen que se parecen pero que 'non é lo mismo'. Palabra de gallegos.

En el retorno a Ourense, otro postre brilla con luz propia durante el entroido. Se trata de la bica branca de Laza, un bizcocho que se elabora a base de clara de huevo -de ahí el nombre de branca-, harina, nata y azúcar. De textura menos esponjosa que un bizcocho clásico al no llevar levaduras artificiales, este postre es el gran protagonista del domingo de Entroido de Laza, cuando los peliqueiros, a la salida de misa, corren por las calles del pueblo haciendo tañer sus cencerros y desde un gran carro, vestido para la ocasión, se distribuye bica entre los convecinos.

Bica Blanca

Relativamente fina, al no haber tener ese levado artificial, la bica tiene una textura más algo más densa pero es jugosa al bocado gracias a la participación de la nata. Además, suele tener bastante aguante en tierno, por lo que puede durar varios días si uno se hace con una bica comprada en alguna de las panaderías de Laza como Gilpe o A Casa das Bicas.

La tercera en discordia de la fase dulce del entroido es la orella (oreja en castellano) que comparte ingredientes con la filloa pero difiere ligeramente en la elaboración porque se les añade mantequilla o manteca de cerdo. Además, en vez de ir sobre la piedra, se fríen en aceite de oliva.

El secreto para que queden perfectas y ligeras está en el amasado, que debe dejarlas realmente finas, permitiendo así que sean tan crujientes como sabrosas y no absorban demasiado aceite. Frecuentes en todos los pueblos que celebran el carnaval a la manera gallega, las orellas no faltan tras una de estas largas comilonas, así que resérvate un par de bocados.

El trago final

Hablar de Galicia es hablar de alambiques, de destilados caseros, del aroma del llar con la chispa del aguardiente sobre el café y de la tierra de los orujos. El entroido no iba a ser menos y cierra el festín -metafóricamente, porque Galicia es una banquete perpetuo donde hasta Pantagruel palidecería- a base de xastré y licor café. Abundante en la misma zona de Laza, donde la Festa abarca a Cachucha, Bica, Xastré y Licor Café (que se celebra el viernes previo a Carnaval), estos dos últimos son el contrapunto alcohólico con el que bajar el desfile de platos.

Licor

Más popular el licor café pero con un poso más de autenticidad el Xastré, que aún hoy se elabora en numerosas casas, cuya sencilla receta lleva aguardiente, azúcar y hierbas silvestres, que son las que le dan un color verde bastante llamativo. Generalmente tiene menor graduación que el licor café y es típico en toda la zona de Monterrei, de donde se aprovechan los pellejos de la uva que servirán de aguardiente base para estos licores.

Con esos mimbres se elabora el popular licor café, que también mantiene parte de fabricación hogareña pero que en los últimos años ha empezado a experimentar un crecimiento industrial curiosos. Una de estas destilerías es Xestal, tercera generación de destileros en Ribadavia, que basan su éxito en café brasileño, azúcar 100% natural y uvas de Ribeiro. Parecidos mimbres toma Ecos da Pedra, que utiliza café de la marca Siboney y un aguardiente de O Barco de Valdeorras, y que desde Parada de Sil vende licor café a cualquier punto de España.

Fotos | iStock y Turismo de Galicia
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José Carlos García, la 'estrella' que ha puesto a la ciudad de Málaga en el foco gastronómico

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José Carlos García, la 'estrella' que ha puesto a la ciudad de Málaga en el foco gastronómico

Málaga ha despertado. La capital de la Costa del Sol ya no es sólo un lugar de paso para poner rumbo a los destinos vacacionales habituales. El turista ya no sólo aterriza allí, o desembarca del AVE en la estación María Zambrano, para poner rumbo a Marbella, a Fuengirola, a Torremolinos, a Estepona o quedarse en la Feria sin conocer el resto de la ciudad. Los viajes a Málaga ya no son sólo una escala, sino un destino por sí mismo.

Lo son para viajeros españoles, a los que la alta velocidad ha reconectado con la ciudad, pero lo es también para los extranjeros que por tierra, mar y aire descubren los encantos de la ciudad. De sus museos (desde el Picasso al Thyssen, pasando por el Museo Ruso o el Pompidou) hasta su encanto arquitectónico, donde la Alcabaza, las ruinas romanas o la catedral dan fe reivindican una rica herencia que no se queda sólo en lo histórico.

El siglo XXI se abre paso entre sus calles y avenidas dando nuevas alas a la ciudad, que estrena ofertas hoteleras casi a cada paso y que se abre hacia el Mediterráneo con vigor, poniendo en valor su amable clima, sus buenas conexiones y una creciente oferta gastronómica que atrae a turistas nacionales y a viajeros internacionales.

En ese mapa, un nombre destaca por encima de todos: José Carlos García, único estrella Michelin de la ciudad desde su restaurante gastronómico JCG, además de regentar Café de París, el restaurante de su infancia, y responsable de la propuesta gastronómica del restaurante Balausta, situado en el moderno hotel Palacio Solecio.

Foto 01 Jose Carlos Y Lourdes Luque José Carlos García y Lourdes Luque, su esposa y mano derecha en JCG

Con él hablamos de futuro, de raíces, del lugar que Málaga tiene que reivindicar, de familia -no en vano su mujer Lourdes Luque es su mano derecha, jefa de sala en JCG- y de cómo ha cambiado la ciudad y sobre todo de cocina, de mucha cocina.

De casta le viene al galgo

Hijo de cocineros, las posibilidades de que José Carlos García hubiera ejercido otra profesión era remota. Con el gusanillo de la cocina inculcado desde pequeño por sus padres, José García Cortés y Encarna Ortiz, resultaba complicado que la vida de José Carlos no estuviera vinculada a los fogones. "Me habría gustado dedicarme al automovilismo. No ya como piloto, sino también como miembro de un equipo", confiesa. Volantes aparte, la historia de José Carlos se fragua en fogones y clasicismo, heredando de su padre parte de esos mimbres que convirtieron a la Churrería Garrido, de El Rincón de la Victoria, y al Café de París (abierto en 1979) lugares de culto de la gastronomía malacitana.

Aquel hombre, sin saberlo, inoculó la inquietud gastronómica en su hijo, que hoy se siente como reconocido receptor de los mimbres paternos, entre los que podemos destacar haber formado parte de restaurantes tan icónicos de la vieja Marbella como La Fonda o La Hacienda, primer restaurante andaluz en haber ganado una estrella Michelin. Ese brillo remoto, del que José Carlos es deudor, forma parte del acicate que hoy le lleva a seguir levantando el nombre gastronómico de Málaga, una ciudad en la que el tapeo es el rey y donde la alta cocina ha pasado más desapercibida.

Foto 02 Jcg Y Su Padre Jose Garcia Cortes José Carlos García (dcha) cocinando mano a mano con su padre, José García Cortés (izq).

Ahí es donde José Carlos ejerce de profeta en su tierra pero con un peso a sus espaldas: ser la solitaria estrella que brilla en el cielo Michelin (aunque también disfrutar de dos soles Repsol pero en ese caso no está solo) de la ciudad. De ello se lamenta, a pesar de su éxito, ya que reconoce que con algún florón más en la ciudad, el turismo de calidad aumentaría. "Al final en JCG somos embajadores de la alta cocina en Málaga y sería bueno que hubiera algún restaurante más de este corte", asegura. Un posicionamiento como destino gastronómico de primer nivel que sí se produce de facto pero que se sale del circuito culinario internacional.

Algo irónico si tenemos en cuenta que la ciudad es la sexta por volumen de población de España. Y aún más chocante si comprobamos que en la provincia hay otros siete restaurantes que cuentan con el beneplácito de la guía francesa (tres en Marbella: El Lago, Messina y Skina -con dos estrellas-), Sollo en Fuengirola y Bardal con dos en Ronda. Y todo esto sin contar la pérdida del gran referente provincial: Dani García, que renunció a sus tres estrellas el pasado año.

Cuando el río suena...

Que Málaga esté de moda es sintomático y que la provincia sea la octava con más estrellas Michelin de todo el país no es una casualidad. Los ojos de la guía se han posado con potencia en toda Andalucía durante los últimos años y eso es señal de que algo se está haciendo más que bien y que, por fin, el tirón del turista gastronómico se empieza a notar. "En ciudades como Málaga, donde llega gente de tantos países distintos, hacemos un menú que reivindique el producto local pero también la técnica", asegura José Carlos.

Para entender ese comentario hay que saber también que el 80% del público que visita su gastronómico es extranjero y "con una gran cultura culinaria". Desde escandinavos a estadounidenses, pasando por belgas, holandeses o ingleses. "Noruegos, daneses o suecos son clientes muy exigentes, con las ideas muy claras y con el paladar muy educado pero también son muy críticos", nos cuenta desde su restaurante.

Foto 03 Salon De Jcg En Muelle Uno La sala de JCG Muelle Uno, el restaurante gastronómico de José Carlos García.

Ese inconformismo del cliente también es un acicate para él, que no reniega nunca del producto como forma de entender su cocina. "Estamos en un tiempo en el que no hay que retorcer el producto para hacer alta cocina. Se ha depurado la técnica y se han hecho más sencillas algunas preparaciones", reconoce. Lo que no evita que haya según qué productos que puedan necesitar una vuelta de tuerca estética pero siempre "son pequeños lazos, no cambios radicales".

Hacia una cocina sostenible y más sensata

La sostenibilidad, la conciencia ecológica y la apuesta por el producto de proximidad son parte de ese cambio de paradigma en la cocina, del que José Carlos reconoce que forma parte por "convicción y por lógica" y donde los tiempos han cambiado. "Ya no se deslumbra al comensal presumiendo de traer un foie de Las Landas o un caviar iraní. Ahora se trata de reivindicar lo autóctono", asegura.

Algo que él hace recurriendo a las verduras del cercano pueblo de Churriana, yendo a diario al Mercado de Atarazanas o acercándose a la lonja de Vélez-Málaga. De ellas y de la generosidad que el Mediterráneo brinda, José Carlos saca los tesoros que luego se disfrutan en sus menús, desde quisquillas de Motril a salmonetes, lubinas, concha finas, almejas o las gambas blancas. "Nos llegan clientes que quieren saber lo que comen y que buscan experiencias diferentes, que necesitan que les expliques de donde procede y qué es lo que está llegando a la mesa", afirma el chef, cuyo 70% de la carta se elabora con productos de proximidad.

Foto 04 Lubina Con Hinojo Quemado Gnocchi Y Salsa De Ricard Lubina con hinojo quemado, gnocchi y salsa de Ricard. Un acertado plato de influencia francesa.

Esa sensatez se reivindica también en los cambios que se empiezan a producir en los menús gastronómicos, que se van haciendo más cortos "desde hace cuatro o cinco años". Una necesidad en la que la digeribilidad y el reloj juegan importantes papeles. "Para disfrutar de un degustación hace falta tiempo y no todo el mundo lo tiene, e incluso estómago", reconoce. Por eso, en JCG se dispone de dos formatos: el menú Soft, que lleva cinco años con ellos, distribuido en 12 pasos (110€) -incluyendo snacks y postres- y el menú Emotions, de 16 pasos, valorado en 160 euros. También, para los que estén muy hechos a su comida y prefieran probar platos concretos, dispone de carta, donde por un precio cerrado de 86 euros se pueden disfrutar tres platos de la temporada.

Esa coherencia procura demostrarla también a la hora de reciclar, incluso de implementar medidas para reducir el consumo de agua y de luz, recurriendo a células fotoeléctricas, y siendo conscientes de que los recursos alimentarios son limitados. Un matiz especialmente relevante cuando habla de los eventos que se suelen hacer para presentaciones de marcas en el restaurante. "Cuando tenemos 60 o 70 personas en un evento, no podemos pretender que, por ejemplo, toda la lubina sea salvaje porque eso no es sostenible. Recurrimos a esteros y piscifactorías en ocasiones, porque el mar también necesita una tregua", aclara.

Coherencia, producto y trabajo en equipo

Junto a él trabajan 18 personas en JCG y muchos de ellos colaboran en la confección de los menús del restaurante, donde se realiza una especie de brainstorming y donde se tiene en cuenta lo que triunfa, lo que no y cómo está la temporada y el mercado. "Tenemos un archivo de recetas desde que abrimos en 2011 y cuando llegan productos a precios razonables vemos qué hemos hecho y qué no con ellos", cuenta.

"Al final se trata de revelar platos que tengan una identidad y demuestren lo que somos", insiste. Una vuelta a los orígenes asentada sobre sus propios criterios, los del equipo, los del mercado y en la opinión del cliente. "Hacemos un informe semanal de cómo han salido los platos y cómo se han vendido y valorado. Lo que no funciona, se quita", resume.

Foto 05 Quisquilla Zumo De Pimientos Asados Y Yogur Quisquilla, zumo de pimientos asados y yogur con eneldo. Una buena síntesis de mar y tierra con reminiscencias familiares.

En esa diatriba entre lo que funciona y lo que uno quiere existe un nexo de unión, siempre en torno a las raíces y a las que el chef quiere ser fiel. Es el ejemplo de platos o ingredientes marcados en su ADN culinario y que le acompañan de una forma u otra. Casos como la la quisquilla de Motril con yogur, eneldo y zumo de pimientos asados de la Vega del Guadalhorce o el chipirón con holandesa clarificada son muestras de su memoria gustativa. "Los pimientos asados en ensaladas son un plato muy típico, que recuerdo de mi infancia, y que hemos adaptado a los nuevos tiempos", corrobora.

Del mismo modo, esa consciencia culinaria también le lleva a saber que hay platos de su educación clásica que ahora resultarían demasiado potentes. "Hay muchos platos del antiguo Café de París en los que había nata o mantequilla que ahora el público no aceptaría", emula con nostalgia a los stroganoff o al lenguado verónica que allí se servía. A esa estirpe de platos pertenece, algo más ligero, su chipirón relleno de pasas, piñones y morcilla sobre salsa holandesa anteriormente mencionado. Un auténtico 10 de plato en la que el producto se pone en valor en todo su esplendor.

Chipiron Con Morcilla Pinones Y Pasas De Malaga Banado En Salsa Holandesa Infusionada Con Oloroso Y Un Coral De Tinta De Calamar Chipirón con morcilla, piñones y pasas de Málaga, bañado en salsa holandesa infusionada con oloroso y un coral de tinta de calamar. Un potente principal, cargado de sabor y bien conjugado en la fuerza de la morcilla, el oloroso y la holandesa.

Una cocina para recordar y desde el recuerdo

De esos aprendizajes en Café de París, a escasos 500 metros de Muelle Uno, donde consiguió la estrella Michelin en 2002 -tan sólo un año después de hacerse con las riendas-, José Carlos atesora productos y enseñanzas, algunas incluso con dejes de la infancia. "Recuerdo que mi madre bordaba las recetas con higadito de pollo. Era capaz de incluirlas en un solomillo Wellington, hacerlo paté, emparejarlo con mermeladas, recurrir al encebollado e incluso servirlo con lubina encima", confiesa con nostalgia. Esos mimbres a los que es fiel y que se mantienen por ejemplo en uno de los snacks de su degustación, en un cremoso parfait con mango de esos mismos higaditos.

Foto Parfait De Higado De Pichon Y Pollo Parfait de hígado de pichón y pollo con mango. La alta cocina impregnada de recuerdos familiares y con el toque malagueño.

También fruta y miel juegan un papel fundamental en su concepción culinaria. Lógico si se tiene en cuenta que el clima de Málaga le permite poner sobre la mesa una panoplia frutal versátil, que le sirve para crear contrastes dulces, ácidos y amargos en sus menús. Es el caso del salmonete con gel de naranja sanguina, puntos de vainilla y limón y espuma de vodka con lima: "en el recreamos contrastes para acompañar al pescado, nunca enmascararlo", comenta.

Del mismo modo que en esa morriña entre los fogones se junta siempre alguna versión de su ajoblanco. "Nunca ha salido de la carta y siempre tiene mucha demanda", confiesa José Carlos, un enamorado de las sopas frías andaluzas. En este caso, recurre a uno de castaña, que adereza con tartar de sardina ahumada, piña asada y esferas de jerez.

Toda esa fidelidad también se traslada a la apuesta enológica, que no se limita a la copa, sino que se involucra en muchas de sus recetas. "En Andalucía tenemos magníficos vinos y debemos promocionarlos, como es el caso de los vinos malagueños y de Jerez", reflexiona -y con una gran importancia tanto en su carta como en sus maridajes-. Por eso no extraña que uno de los puntos fuertes de su menú sea el pichón en dos puntos con crema de lechuga, jugo de carne y amontillado. "Es un plato muy potente y que tiene toques de cocina clásica, ya que al pichón le sometemos a un faisanaje durante 21 días para dejarlo aún más tierno", explica.

Molleja Glaseada Con Salsa De Oporto Gel De Granada Crema De Ajo Y Reduccion De Vinagre Balsamico Molleja glaseada con salsa de oporto, gel de granada, crema de ajo y reducción de vinagre balsámico. Muy contundente pero posiblemente el más sápido de los platos. Demasiado intensa la crema de ajo y deslavazado el vinagre balsámico. La molleja, perfecta de punto y de sabor.

A su lado también brillan la molleja de ternera con crema de granada y puré de ajo salvaje, que enmascaran ligeramente la participación del aceto balsámico que salpica el plato, porque tanto la carne como el ajo tienen suficiente potencia por sí solos. En ese sentido y con esa reminiscencia de cocina francesa, platos como la lubina a la brasa -perfecta de punto. con hinojo y gnocchi de patata violeta, muy conseguido el conjunto, o su innovación en torno a la ensalada malagueña, donde el gusto fresco del aceite impregna el conjunto de forma acertada junto al bacalao.

Una Málaga culinariamente prometedora en el horizonte

Nuevos cocineros con propuestas novedosas como el Kaleja de Dani Carnero, que también regenta La Cosmopolita, persiguen ese testigo para revalorizar las mesas malacitanas, en las que nunca ha faltado el picoteo y el tapeo. "Siempre ha sido una ciudad de chiringuito y de tapeo de mucha calidad, y la prueba de ello está en las frituras o en los espetos", presume José Carlos. Una realidad que ha dejado, en ocasiones, a la oferta malagueña enclaustrada en una cocina estival o sólo turística de la que no se debe uno fiar.

"En Málaga se come bien en todas partes y en cada pequeña tabernita hay una oportunidad para esa Málaga", se reafirma. De ella nos da nombres propios como Los Refectorios, si uno es amante del guisoteo, aunque también para el alterne ya que algo muy malagueño es "tomar una o dos tapitas y cambiar de sitio". En sus rutas, plagadas de amistades, no faltan La Campana, el W, La Casa del Guardia o la citada La Cosmopolita. Aunque si se quieren buenos espetos, "lo mejor es irse a la zona de Pedregalejos, que es donde el malagueño va a por ellos".

Con este sancta sánctorum de la cocina malagueña hemos topado, que forma junto a la fritura y el plato de los montes la Trinidad de la cocina malagueña. De ella nos da pistas a seguir para identificar buenas frituras: "no deben faltar salmonetitos, boquerones y un poco de berenjena, siempre con miel de caña de Frigiliana". Además, para lograr esa perfección "se debe utilizar un buen aceite y renovarlo día a día. Es más caro pero el resultado es el mejor".

Espeto

Radicado en esa fidelidad al producto y con el negocio familiar en mente, José Carlos mantiene el romanticismo de Café de París, que ha perdido su condición de restaurante clásico para reinventarse en un local más canalla y con tendencia a las tapas y los platos compartidos. Una evolución natural para no fagocitarse con JCG: "sería ilógico tener la exigencia de dos restaurantes del mismo corte en apenas 500 metros", cataloga. Allí ofician dos cocineros de su absoluta confianza, Chema y Roberto, a los que enseñó en el Gastronómico y que luego han hecho méritos para ser jefes de cocina en Café de París.

"Empezaron como practicantes porque no creo en los stagiers ni en aprovecharme del trabajo de la gente de manera gratuita", indica. Ahora son sus ojos y sus manos en este restaurante heredado, clásico de la ciudad, y que se ha hecho más informal y donde platos como el steak tartar, la quisquilla fresca, los carpaccios de gamba o los ibéricos hacen acto de presencia.

Un sorbito por la nostalgia

De esta enorme mochila, tanto cargada por la responsabilidad Michelin como por la autoimpuesta, que es incluso mayor, sobre todo si tenemos en cuenta que lleva en ella un negocio familiar, José Carlos se evade cuando puede. "Disfruto de Lourdes, mi mujer, y de mis dos hijos, que aún son pequeños, para hacer cosas con ellos", evoca con cariño. Aunque cuando ellos no están disponibles y él saca un rato pone rumbo a Sierra Nevada para calzarse los esquís.

La Planta Baja De Cafe De Paris Reconvertido En Restaurante Informal Y De Picoteo La planta baja de Café de París, reconvertido en restaurante informal y de picoteo

"Busco desconectar y hacer deporte. Voy a la piscina, salgo a correr o me subo a la bici para intentar evadirme". Una suerte de evasión o victoria gastronómica que en el caso de José Carlos es un auténtico triunfo. Quizá tuviera que ver ser un nativo de Rincón de la Victoria y que este designio lo lleve marcado casi en la piel.

Qué pedir: El menú Emotions es más largo pero merece la pena si queremos hacernos una idea entera de la cocina de José Carlos. Si la compañía no es la más glotona y es en horario de cenas, se puede recurrir al menú soft, que se hace más llevadero.

Datos prácticos
Dónde: Plaza de la Capilla, s/N, Muelle Uno, Málaga.
Precio: Menú degustación Soft (corto) 110€. Menú Emotions (largo) 160€. Carta (tres platos a elegir): 86,36€.
Reservas: En su página web y en el teléfono 952 003 588
Horario: De martes a sábado en almuerzo y cena

Fotos | José Carlos García, Lima Comunicación y iStock
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